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Así marcha el caso de la joven muerta en la Universidad del Atlántico
Padres insisten en que su hija no se suicidó. Piden mayor celeridad de las autoridades.
La menor de edad fue encontrada en el bloque B de la sede Centro de la Universidad del Atlántico, en Barranquilla. Su muerte, ocurrida el pasado 18 de diciembre, es un interrogante. Foto: Vanexa Romero /EL TIEMPO
Dejando huellas de tristeza con cada uno de sus sentidos permanece desde el 18 de diciembre de 2019 la familia Ortega Villa, cuya hija mayor perdió la vida en el Bloque B de la sede centro de la Universidad del Atlántico.
Tras un año, reina la confusión, hay innumerables preguntas y muy pocas respuestas. La impunidad es la mayor amenaza.
“A estas alturas llevamos un poco más de seis meses que no se comunica con otros nadie de la institución. Tampoco de la Fiscalía y todo permanece en un limbo”, manifestó en diciembre pasado Roberto Ortega, padre de la joven fallecida con 17 años.
Ese mismo día, en un breve comunicado la Universidad del Atlántico expresó: “Desde la Vicerrectoría de Bienestar Universitario llamamos la atención de todas las instituciones garantes de los Derechos Humanos para que hagan acompañamiento activo y permanente en el caso de nuestra estudiante”.
A estas alturas llevamos un poco más de seis meses que no se comunica con otros nadie de la institución. Tampoco de la Fiscalía y todo permanece en un limbo
El origen
Un beso en la frente y una mirada difusa, llena de prisa, marcaron el último encuentro entre Roberto y su hija. Fue en la mañana del 1 de diciembre de 2019.
“Chao pa’. Ya me voy”, dijo la joven sin hacer claridad acerca de su rumbo. Pasados unos minutos, el padre se levantó de la silla, pero la “la niña” estaba inalcanzable para sus ojos. En aquel momento había caído en cuenta que su pequeña, estudiante de derecho, quien anhelaba cursar paulatinamente filosofía, se dirigía a una manifestación de largo aliento.
Entró a formar parte del grupo que se tomó la sede central de Uniatlántico. Los manifestantes levantaron por esos días la voz frente a las directivas de la institución, por el manejo dado a un proceso electoral interno. Aquella gesta no tuvo final de epopeya, sino de tragedia.
“La llamé (por teléfono) y me contó que se había unido a la toma de la universidad. Ella se comunicaba con su madre casi que a diario y también conmigo, ya unos días antes de su muerte. El 17 de diciembre alcancé a decirle que estaba comprándoles la ropa de diciembre a sus hermanos y que si quería que nos encontráramos para que comprara, como todos los años, su ropa para el año nuevo. Solo me dijo: Pa’, estoy bien’ ”, recordó Ortega.
En la conducta de la joven tuvo un alto impacto el movimiento de protesta del 21 de noviembre. Su padre recuerda que estaba decidida a marchar y manifestarse contra el Gobierno.
Él recuerda que le aconsejó ser más tranquila al respecto, pero en esos días pudo más el brío de la juventud. “La inspiraba la justicia y le dolía lo que le pasa al país”, sentenció.
La inspiraba la justicia y le dolía lo que le pasa al país
La tragedia
Un poco antes de las 5 de la mañana de aquel 18 de diciembre, irrumpió en el Bloque B de Uniatlántico un fuerte grito con la frase: “Aquí está”. Hacía referencia al cuerpo ensangrentado y sin vida de la adolescente.
Seguidamente fue puesto en la puerta principal del edificio y transportado por una ambulancia que llamaron los manifestantes. A las 7 de la mañana en la Clínica San Diego, fue declarada oficialmente la muerte.
En primera instancia, quienes se mantenían en la toma impidieron el ingreso de la Policía. Horas después abandonaron el inmueble y, de acuerdo a las autoridades, no se descarta que la escena del hecho fuera alterada.
Medicina Legal concluyó que la muerte se dio a causa de un “trauma craneoencefálico severo en caída en altura” y que la hora de la muerte oscila entre las 4 y las 6 de aquella madrugada.
Las hipótesis
Roberto Ortega es enfático al decir que la muerte de su hija no se debe a un suicidio. Para él y demás familiares se trata de un asesinato.
“Vi donde fue la posible caída, cómo era la posible escena y no me cabe duda de que a mi hija la mataron o fue un accidente tras una pelea o algo así. Si ella se cae del segundo piso tuviera otras marcas en el cuerpo porque el ser humano por instinto siempre intenta meter un brazo o algo. No puedo entender que ella cae y solo se pega en la cabeza y ya. A mi hija la pusieron en esa escena, pero falta más investigación”.
La llegada de tres expertos forenses, incluyendo un arquitecto y un topógrafo, fue anunciada por la Fiscalía en enero de 2020. Así se buscó reconstruir la escena. En todo caso, hasta hoy no se conoce una conclusión.
“No hay claridad, por ejemplo, de por qué mi hija tenía unas marcas en sus brazos, que son señales de fuerza”.
“Solo nos dicen que murió por un golpe cráneo encefálico por altura y ya, no nos dicen más nada. Pudo ser un accidente, pudo ocurrir una pelea con alguien y terminó cayendo y eso tiene que establecerse”, añadió con desazón.
De acuerdo a lo dicho inicialmente por una compañera de la menor, esta comenzó un noviazgo con un joven de 24 años que hacía parte de la manifestación. En un mensaje que hizo parte de un chat, fijado a la 1:40 de la madrugada, poco antes de la muerte, se puede leer que la hoy occisa dijo: “estoy emputada”.
Dicha frase ha dado pie para suspicacias acerca de lo que pudo ser un conflicto de pareja. También genera interrogantes un mensaje escrito con sangre de la fallecida sobre una pared en el lugar del hecho. Este dice: “Made te amo”.
Roberto Ortega pide celeridad de parte de las autoridades y respaldo de Uniatlántico. Foto:Vanexa Romero
No hay claridad, por ejemplo, de por qué mi hija tenía unas marcas en sus brazos, que son señales de fuerza
El presente
La familia Ortega Villa conoció que el caso se encuentra en manos de un nuevo fiscal, llamado Nicolás Bustos, pero nadie ha notificado avances en la investigación, pese a que las versiones de los ‘tomistas’ que declararon no coinciden.
Al dolor familiar, ese que suele expresar Roberto con frecuencia al ser entrevistado, cuando no logra ocultar que su voz se quiebra, se ha sumado el desempleo, que afecta al hombre desde abril, por lo que él mismo llamó ‘efectos de la pandemia’.
Aun así, el también padre de unos mellizos de 13 años despierta cada día con la clara misión de establecer qué pasó con su hija, quien en su teléfono aparecía registrada como Mi Princesa.
La familia se sostiene en el barrio El Hipódromo de Soledad con el empleo de Karen Villa, la madre de la universitaria, quien es ingeniera industrial.
El pasado 18 de diciembre fue un día largo y gris para el cónclave. Roberto estuvo junto a la tumba de la que siempre será su niña en el cementerio Jardines de la Eternidad (sede sur). Luego se dieron cita en una misa.
En cuanto a los amigos y compañeros de la fallecida, hasta hoy ninguno se acerca a los familiares. Y de parte de la universidad estos extrañan el tono con el que varios funcionarios se acercaron cuando la muerte estaba reciente.
“El saludo de ellos fue decirme que hay una póliza de seguro en el caso de mi hija. Hasta ahora no hemos recibido nada. Entregamos toda la documentación que se pidió, pero llevo seis meses sin que me respondan los teléfonos en La Previsora (empresa encargada). Es claro que con dinero no me devolverán a nadie. Solo queremos que cada quien cumpla con su parte y que se haga justicia”, concluyó.
El saludo de ellos fue decirme que hay una póliza de seguro en el caso de mi hija. Hasta ahora no hemos recibido nada