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Congo Los Espejos de Carrizal: los guerreros que resisten el paso del tiempo
A los 82 años Raúl Ramírez lucha por mantener esta danza, que hace 40 años sale en los carnavales.
El Congo Espejos de Carrizal es una de las danza patrimonio del Carnaval de Barranquilla. Foto: Kronos
En medio del bullicio y el colorido del Carnaval de Barranquilla, una danza ancestral brilla con luz propia, recordándonos la importancia de preservar las tradiciones que han marcado la identidad cultural de una región.
En el corazón de un populoso sector del suroccidente de la ciudad, se encuentra el Congo Los Espejos de Carrizal, un grupo de danza que ha resistido el paso del tiempo y se erige como un símbolo de la riqueza cultural de las fiestas populares más importantes de Colombia: El Carnaval de Barranquilla, patrimonio de la humanidad.
Raúl Ramírez Ríos, a sus 82 años, es el fundador y director del Congo Espejos de Carrizal. Foto:Kronos
Fundado hace 40 años por Raúl Ruperto Ramírez Ríos, quien a sus 82 años, no muestra cansancio por mantener viva a esta danza de guerreros de la tradición de las fiestas.
Desde temprana edad Ramírez quedó cautivado por los ritmos y movimientos del Congo, una danza callejera que fusiona elementos africanos y caribeños, y que ha sido parte integral del Carnaval de Barranquilla desde tiempos inmemoriales.
Los congos representan la fuerza de los antiguos guerreros africanos del Congo, que se camuflaban pintándose la piel o cubriéndose con pieles de animales, y que llegó al Caribe en el época de la colonia con los primeros negros africanos que trajeron como esclavos a estas tierras.
El amor por la danza de los congos
Ramírez cuenta que desde los 9 años de edad estuvo detrás de esta danza. Primero en el Toro Ribereño en el barrio San Roque. “Mi papá me pagaba unas limpias cuando se enteraba que andaba detrás del congo para que no siguiera”.
Pero ni el fuete o regaños logran doblegar ese espíritu carnavalero que de niño sentía y lo hacía un rebelde en su casa.
“Antes la danza practicaba de noche, cuando regresaba a las 12 de la noche una tía, que siempre me apoyó, me abría la puerta para que me quedara allá. La vaina era cuando mi papá se enteraba, vea eso era fuete caliente”.
La lucha por mantener la tradición
Hoy este incansable líder lucha por mantener viva la llama de una tradición que ha sido transmitida de generación en generación.
Los Espejos de Carrizal no son solo un grupo de danza, son una familia. Conformado por 40 integrantes, 25 hombres y 15 mujeres, en su mayoría trabajadores de fábricas, comerciantes, vendedores ambulantes y amas de casa.
"Eramos 80, pero ahora hay muchos congos, lo que es bueno, entonces algunos se salen y se meten donde les quede más cerca y más cómodo".
Por eso este colectivo encarna el espíritu comunitario y la pasión por sus raíces culturales. Cada año, se preparan con entrega para deslumbrar al público con sus elaborados trajes, sus coreografías llenas de energía y su contagioso entusiasmo.
“He ganado 25 congos de oro en mi vida como bailador de congo”, dice Ramírez quien antes había fundado con otros amigos el Congo Perro Negro, del barrio Montecristo, para luego saltar a tener su danza propia el Congo Espejos de Carrizal.
El Congo Espejos de Carrizal esta conformado por 40 parejas. Foto:Kronos
En medio de los preparativos para el desfile, las calles del barrio Carrizal se convierten en un hervidero de actividad. La música retumba en cada esquina, mientras los integrantes del grupo afinan los últimos detalles de sus trajes y ensayan sus pasos con dedicación y fervor.
Para ellos, el Carnaval no es solo una celebración, es una oportunidad para honrar a sus ancestros y mantener viva una tradición que los define como pueblo.
“Han muerto unos 10 de la danza, pero seguimos firmes”, dijo el hombre que asegura que a sus 82 años no le duele una sola cana y menos en la época de carnavales. “Hace 10 años me operaron de la próstata, pero estoy como si nada”, dice.
Pero detrás de la alegría y el colorido, se esconde una realidad palpable. El Congo Los Espejos de Carrizal enfrenta numerosos desafíos para mantenerse activo.
La falta de recursos y el avance del tiempo amenazan con eclipsar esta tradición centenaria. Sin embargo, Raúl Ramírez y su equipo persisten en su misión, conscientes del valor incalculable de su legado cultural.
Gran PArada de tradición del carnaval de Barranquilla. Foto:Vanexa Romero/El Tiempo
“Mantener esta danza no baja de 9 millones de pesos, tenemos el apoyo de la Secretaria de Cultura y de Carnaval, con eso podemos solventar los gastos de vestuario, transporte, comida e hidratación”, explica Ramírez al indicar lo complicado que es mantener una danza y su legado.
Al llegar el sábado de Carnaval, día del desfile de la Batalla de Flores, el Congo Los Espejos de Carrizal sale a las calles de Barranquilla con orgullo y determinación.
“Aquí bailan tres hijos, dos nietos y como cinco primos, esto es en familia para que se pueda sostener con tanto amor”, comenta el hombre que confiesa que él no se toma un solo trago de ron, pero que procura que tener a todos los del grupo bien atendidos para que salgan a
Entre la multitud que se agolpa para presenciar el espectáculo, se percibe un sentimiento de iración y respeto hacia estos guardianes de la tradición. Con cada paso que dan, con cada movimiento que ejecutan, los integrantes del grupo dan vida a una historia que trasciende el tiempo y el espacio.
“Nos diferenciamos por el vestido. Pantalón negro, camisa amarilla, pechera y penca roja, penca verde y el turbante con flores, muchas flores que es lo que presenta la Batalla de Flores”, señala.
Al finalizar el desfile, entre aplausos y vítores, Raúl Ramírez se erige como un símbolo de inspiración para las futuras generaciones.
Su dedicación y su amor por el Congo Los Espejos de Carrizal son un recordatorio de que las tradiciones no solo deben ser conservadas, sino también celebradas y compartidas con el mundo.
En un mundo en constante cambio, manifestaciones culturales como el Congo Los Espejos de Carrizal son un faro de identidad y un vínculo que nos une a nuestras raíces y se convierten en verdaderos guerreros que resisten el paso del tiempo.