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Los ‘Pelaítos siguen durando nada’ en Medellín: Víctor Gaviria

En los últimos dos años han sido asesinados de forma violenta 362 jóvenes, de entre 12 y 24 años.

El personaje principal de El pelaíto que no duró nada fue uno de los actores de reparto en La vendedora de rosas.
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“Quince días antes de que mataran a mi hermanito fuimos al entierro de Hugo Arley, mi hermanito le tocó los pies, lo miró y le dijo: ‘¡Uy!, ¡¿Quién será el próximo, güevoncito?!’ Mi hermanito lo estimaba. ‘Quién será el próximo, parcerito’”.
Esa escena, narrada por Víctor Gaviria en su libro, El pelaíto que no duró nada, sigue repitiéndose en Medellín 27 años después de su publicación. Allí, Trapia, el protagonista de la historia, en las vísperas de su muerte, llora el fallecimiento de su amigo, que al igual que él murió a los 17 años.
Trapia, el personaje principal de El pelaíto que no duró nada.

Trapia, el personaje principal de El pelaíto que no duró nada. Foto:Cortesía: Víctor Gaviria

Según el secretario de Seguridad, Andrés Felipe Tobón, unos 4.800 jóvenes están hoy en alto riesgo de correr la misma suerte fatídica de Hugo Arley y Trapia: primero, la de ser reclutados por uno de los 84 grupos de delincuencia común organizada que operan en la ciudad y, después, quedar expuestos al azar de una muerte violenta y temprana.
Algo que les sucedió a 362 jóvenes, de entre 12 y 24 años, que durante los últimos dos años han sido asesinados en la capital antioqueña. “Alguien sigue reclutando a nuestros jóvenes. Eso no se puede negar porque son mano de obra barata, son ‘carne de cañón’ para las bandas criminales que existen en las distintas comunas al servicio de poderosas organizaciones…”.
Con esa sentencia, Luis Fernando Quijano, experto en el conflicto urbano, explica una situación que desde hace décadas viene arrojando a la juventud de Medellín a un precipicio que el cineasta y escritor, Víctor Gaviria, bautizó como el ‘No Futuro’.
Alguien sigue reclutando a nuestros jóvenes. Eso no se puede negar porque son mano de obra barata para las bandas criminales
Precisamente, Gaviria publicó su libro en 1991. Era esa una época en la que el cartel de Medellín reclutaba a los jóvenes bajo la premisa de la fortuna efímera. Al momento de comparar la situación actual con la de hace unos 30 años, Gaviria acepta que ha habido unos pequeños cambios en cuanto a las oportunidades de la juventud, principalmente a través del arte.
Sin embargo, afirma que, sin duda alguna, hoy en el 2018 se podría volver a escribir El pelaíto que no duró nada. “Haciendo casting para mis últimas películas uno también encuentra esa juventud que está todavía en las esquinas como cogidos trágicamente por la violencia y no tienen cómo salirse, no tienen horizontes”, analiza el cineasta.
La fundación Paz y Reconciliación (Pares), organización que tiene como propósito generar conocimiento y análisis en temas de seguridad, presentó en su más reciente investigación sobre las economías ilegales en Medellín, publicada el pasado 29 de octubre, un diagnóstico de la situación que afronta la juventud.
Haciendo casting uno también encuentra esa juventud que está todavía en las esquinas como cogidos trágicamente por la violencia y no tienen cómo salirse, no tienen horizontes
Factores como la falta de a la educación superior, el alto índice desempleo y la pobreza son condiciones sociales que han propiciado que desde hace décadas la criminalidad sea un proyecto de vida para los jóvenes.
Gerardo Pérez, activista del colectivo ciudadano No Matarás, coincide con los resultados mostrados en el informe mencionado. Para él, la criminalidad sí es una oportunidad, cuando menos desafortunada, “porque esta es una ciudad que por donde usted toque va a encontrar mafias, rentas ilegales y los chicos están sin trabajo, sin estudio, son discriminados en sus barrios”.
Agrega que esas condiciones “permiten que muchos de nuestros jóvenes tengan ofertas o sean presionados por grupos ilegales para que hagan parte de esas estructuras”.
El informe realizado por Pares muestra, además, que el reclutamiento de los jóvenes puede iniciarse desde que cumplen escasos 8 o 9 años, tal cual refleja Gaviria en su libro, donde los ‘pelaítos’, sin saberlo, son instrumentalizados como ‘carritos’.
Ubicados desde esquinas hacen las veces de vigías, avisando posibles incursiones de la Policía o ataques de bandas enemigas.
En los últimos dos años han sido capturados 3.212 jóvenes de 14 a 17 años en Medellín.

En los últimos dos años han sido capturados 3.212 jóvenes de 14 a 17 años en Medellín. Foto:Esneyder Gutiérrez - EL TIEMPO

Cifras entregadas por el Observatorio del delito, de la Policía Nacional, muestran que durante 2017 y de enero hasta septiembre de 2018 han sido capturados 3.212 jóvenes de 14 a 17 años en la capital antioqueña.
A pesar de que el panorama es turbio para la juventud, Pérez opina que la ciudad ha mejorado en cuanto a oportunidades y posibilidades para los jóvenes. Esto ha hecho que haya menos historias trágicas como la de Trapia, pero asegura que aún no es suficiente.
“Sería uno muy torpe negar que esta ciudad ha cambiado considerablemente. Venimos de una ciudad que viene de tener cerca de 20 homicidios por día a una ciudad que ha generado nuevas formas de tener oportunidades para muchos jóvenes, pero lo cierto es que la brecha sigue siendo muy grande”, agrega.

Arte: mayor enemigo de la guerra

De acuerdo con la investigación de Pares, ni la oferta educativa ni la laboral son soluciones suficientemente atractivas para los jóvenes en la ciudad. “El factor de la infraestructura y la oferta en educación no es uno que realmente incida en la vinculación de jóvenes a economías y grupos ilegales”, expone el informe.
Cifras de la secretaría de Educación indican que en el 2017 se graduaron 211.796 jóvenes, entre los 16 y 28, de educación bachiller, aunque sólo 95.330 ingresaron a un programa de aprendizaje superior, es decir, el 45 por ciento de los bachilleres.
El mayor factor que encontraron los investigadores, y que evita la vinculación de los niños, niñas y adolescentes a estructuras criminales, es la tarea de los grupos culturales que les muestran otras alternativas para generar un proyecto de vida en la legalidad.
Este análisis es apoyado por Gaviria, quien pone su experiencia en la realización de La vendedora de rosas y Rodrigo D No futuro, como ejemplo. “Hoy hay un choque entre dos juventudes: la que quiere salir adelante a través del arte y la escolarización y la que está todavía cooptada, casi secuestrada por las bracrim que, al igual que en los años 80, piensan que la delincuencia es un camino”, dice.
Ese proceso cultural que contrarresta la vía de la criminalidad ha sido un factor determinante en el cambio que la ciudad ha venido adelantando desde la época en la que Gaviria empezó a enseñar a sus actores naturales los secretos del cine.
Por su parte, Santiago Silva, subsecretario de Ciudadanía Cultural, asegura que todavía falta mucho por hacer en este sentido e, incluso, afirma que hay una incidencia en la falta de oportunidades educativas, culturales y laborales con la vinculación a organizaciones criminales, algo que el alcalde Federico Gutiérrez ha referenciado varias veces.
“A lo que le hemos apostado es a dar programas dirigidos a que los jóvenes encuentren otras formas de estar en la ciudad, de construir sus proyectos de vida, de encontrar oportunidades tanto económicas como sociales”, concluye Silva.
BRYAN ANDRÉS GONZÁLEZ VÉLEZ
Para EL TIEMPO
Twitter: @GonzalezVelezB         

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