La historia que las comunidades de Necoclí se han empeñado en recuperar

A cuatro kilómetros del casco urbano, en una vereda llamada San Sebastián, ubicada en las inmediaciones del Cerro del Águila, los integrantes de la Asociación Pedazos de Nuestra Historia han encontrado vestigios de la historia que han comenzado a recuperar.

Herraduras de caballos, espadas, monedas, cerámica europea y decoraciones militares, hacen parte de todo el material que se ha encontrado en la vereda y que están para el disfrute de propios y visitantes.

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Juan Camilo Ritoré, antropólogo de la Asociación, cuenta que la historia de San Sebastián de Urabá, como fue llamado por quienes llegaron de Europa, se remonta al mandato del rey Fernando V de España quien emitió dos capitulaciones que tuvieron como objetivo el ocupar tierra firme.

En ellas se anunciaba a Alonso de Ojeda como gobernador de Nueva Andalucía, ubicada entre la Guajira y el golfo de Urabá; y a Diego de Nicuesa como el gobernador de Castilla de Oro, entre el golfo de Urabá y Veragua, en Panamá.

“Anteriormente los españoles sólo habían llegado a las Antillas, a lo que es República Dominicana, Cuba, toda esta zona insular, pero la parte continental no había sido ocupada, entonces el primer lugar donde se ocupa de forma permanente fue en el golfo de Urabá y fue precisamente en ese lugar, en lo que hoy es Necoclí, exactamente la vereda de San Sebastián”, manifiesta Ritoré.

El arribo sucedió a finales del año 1509, según lo narra el cronista de las indias Fray Bartolomé de las Casas en su libro ‘Historia de las Indias’, cuando Ojeda y sus hombres fueron repelidos por los indígenas mientras intentaban ubicarse en un sitio llamado Calamar, en la costa Caribe, donde hoy está Cartagena, por lo que decidieron navegar hasta ingresar al golfo.

“De allí entró en el golfo de Urabá y por él buscó el río del Darién, que entre los indios era muy celebrado de riqueza de oro y de gente belicosa; pero no lo hallando (sic), buscó por allí cierto lugar y desembarcó la gente, y sobre unos cerros asentó un pueblo, al cual llamó la villa de San Sebastián, tomándolo por abogado contra las flechas con hierba mortífera, que por allí se tiraban y tiraron hartas”, escribió el cronista.

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Estando en zona rural de donde existe Necoclí, cuenta la historia, ante la falta de alimentos para sus hombres y tras ser lesionado con una flecha venenosa en una emboscada de los indígenas, Ojeda decidió viajar a La Española (República Dominicana) para regresar con víveres. Antes de partir le dijo a sus hombres que si en 50 días no regresaba, les daba licencia para despoblar el lugar y salir en los bergantines.

Luis Múnera, integrante de la Academia Antioqueña de Historia, contó que los mecanismos de conquista de Ojeda eran tan violentos que nunca trató de llegar a una convivencia pacífica con los indígenas, por lo que estos le pagaron con la misma moneda.

“Tuvo enfrentamientos muy duros con los indios Caribes y aquí en San Sebastián de Urabá, con las tribus vecinas a los Urabás y con los mismos Urabás tuvo muy malas relaciones y ellos atacaron el poblado de San Sebastián de Urabá y en menos de un mes de haber sido construido fue tomado por los indígenas, incendiado, destruido y los españoles tuvieron que irse”, dijo el académico.

Todo ocurrió después de la salida de Ojeda quien nunca regresó a tierra firme y sus hombres se vieron obligados a cruzar el golfo, donde fundaron Santa María de la Antigua del Darién en 1510.
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“Yo podría decir que como hito importante ahí es claro, la fundación del primer poblado, pero también los precedentes de la resistencia indígena porque ellos, digamos, ahí resistieron a los españoles y los lograron expulsar en un primer momento y por eso ellos van a Santa María, ya en Santa María encuentran indígenas que no son bravos, que no son así tan aguerridos y logran, pues, establecerse mayor tiempo”, agrega Ritoré.

Aunque los españoles estuvieron por poco tiempo en lo que después sería bautizado como el Urabá antioqueño, todas las piezas que de su estadía han sido recuperadas, se encuentran almacenadas en un museo comunitario que Ritoré y tres personas más han organizaron en la misma vereda y donde, además, hay objetos de la época precolombina.

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A su cargo está el señor Lázaro, uno de los integrantes de la Asociación y su hija, quienes se encargan de contarle a los visitantes la historia de las alrededor de 1.000 piezas arqueológicas que tienen, donde algunas han sido entregadas por la misma comunidad y otras han sido recuperadas por ellos.
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​LAURA ROSA JIMÉNEZ VALENCIA
​Redactora EL TIEMPO Medellín
​En X: Laura_Rossa