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El argentino que abrió una clínica y guardería de plantas en un barrio Medellín

Su vivero y laboratorio cultural están en Aranjuez, una comuna que fue golpeada por la violencia.

Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez

Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez Foto: Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

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Damián Castillo va de un lado para el otro mientras termina de organizar la parte de atrás del vivero. Mayra Montoya riega las plantas con paciencia y las refresca del incesante verano que por estos días tiene a Medellín aguantando temperaturas de 31 grados con cielos completamente despejados.
Al fondo suena ‘Flaca’ de Andrés Calamaro. A eugenios, novios, margaritas, petunias, suculentas y otras 195 variedades de flores y árboles les ponen rock argentino para que crezcan fuertes. También escuchan tango, guasca y champeta, pero no reguetón.
Los vecinos conocen a ‘Ave del Paraíso’ como la ‘finca del barrio’. Ubicado entre San Cayetano y la Arboleda, en Aranjuez ―una comuna tradicional de clase media que fue fuertemente golpeada por la época de la violencia―, es un remanso de paz donde convergen la naturaleza, la cerámica, los bonsáis, el cine y la cerveza.
A simple vista podría parecer un negocio común y corriente, que vende todo tipo de variedades de plantas, unas cuantas materas, bolsas de abono y tierra; pero un particular servicio, que comenzó casi que en charla, es lo que los hace reconocidos en la ciudad.
―Ahí llegó un vecino preguntando qué íbamos a hacer ¿cierto? ―recuerda Damián― Y le dije que una guardería. Fue una broma que se volvió real después, porque el muchacho llegó con las primeras plantas, acá se las cuidamos y cuando se las llevó le dijo a otra señora y se corrió la voz.
Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez

Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

De San Francisco a Medellín

Damián Castillo nació hace 37 años en San Francisco, una pequeña localidad del centro de Argentina, ubicada a medio camino entre Córdoba ―la segunda ciudad más poblada del país― y Santa Fe.
Se trata de la misma población donde nació, en 1942, el reconocido arquero Raúl Navarro, ídolo en Atlético Nacional y campeón de dos títulos en el 73 y el 76. Un par de razones suficientes para que Damián afirme que su natal San Francisco es la urbe por fuera de Colombia con más hinchas verdolagas en todo el mundo.
Tiene un título en política y economía, pero ha trabajado haciendo de todo. “Cuando uno va viajando de país en país, va aprendiendo y preparándose para lo que venga”, asegura. En alguna época manejó buses de lujo que transitaban por las carreteras argentinas y desde hace varios años incursionó en el mundo de las plantas, una cariño que heredó de su abuela.
A la capital antioqueña se mudó en marzo de 2016. Aunque ya la había visitado unas cuantas ocasiones, la primera vez en 2004, en esta oportunidad llegó para echar raíces con su novia, la artista plástica Mayra Montoya.
El hombre habla con un marcado acento argentino, que se entremezcla con dichos y expresiones paisas que se sienten al final de cada oración que pronuncia. Como si hubiera crecido en el barrio, comenta con toda propiedad la historia de Aranjuez, porque dice que debe conocer el territorio para habitarlo.
Recuerda que se fundó hace más de 100 años, que fue el primero con agua, luz y teléfono de Medellín y que el viejo manicomio que está a unas pocas cuadras del vivero fue el lugar donde pasó la mitad de su vida el poeta Epifanio Mejía, autor de 'El canto del antioqueño’, poema convertido en himno departamental
Antes de abrir su negocio, trabajó con una corporación de la comuna 13, adelantando programas de huertas y soberanía alimentaria, a la par que hacía mantenimiento a la jardinería de una unidad residencial en Robledo.
Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez

Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

Los inicios del vivero

Fue durante la pandemia, a mediados de 2020, cuando inició el sueño de abrir un vivero en un lote repleto de escombros y basura que veía desde el balcón del apartamento y que por aquellos días funcionaba como parqueadero.
El predio lo desocuparon por las constantes quejas de los vecinos, por lo que Damián y su novia decidieron pasar una propuesta al dueño para que se los diera en arriendo. Tras convencerlo, sacaron seis volquetas y 140 costales de basura y en un par de meses adecuaron el espacio.
Con tres tablas en el piso que formaban una U orientada a la puerta, 26 plantas y una bandeja de eugenios dieron marcha al negocio que causó algo de escepticismo en el sector.
La primera venta grande ocurrió el primer sábado de diciembre, fecha en que conmemoran su aniversario. Todavía no había ninguna estructura construida y la tierra, lista para abonar, estaba arrumada bajo un plástico cuando un cliente les encargó una tonelada. Un mes después abrieron oficialmente.
Hoy en día tienen 200 variedades de plantas y manejan unas 1.500 especies por encargo. Hay helechos, suculentas, aromáticas, hortalizas, plantas de flores, bonsáis, entre otros.
El abono y los insecticidas son orgánicos y los hacen allí mismo en una bodega donde mezclan la tierra con compost, bovinaza, porquinaza, gallinaza, cascarilla de arroz, aserrín, escoria de carbón y humo de lombriz. “De lo que vas a encontrar en el mercado, con cero modestia, de lo mejor”.
Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez

Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

La guardería

Cuando empezamos traían más que todo plantas casi que muertas
En la parte trasera, con un desnivel de unos cinco metros y alejado del al público en general —por prevención— está la caseta que alberga la guardería de plantas, un servicio que va más allá de alojar materas y regar agua.
Damián explica que no todas se cuidan de la misma manera. A las de sombra hay que simularles con ventiladores el ambiente de un apartamento fresco de Medellín, mientras que las de sol deben estar bien ubicadas para recibir una buena dosis de rayos de luz.
“Todas tienen que estar separadas y no pueden estar en o con las demás para evitar la contaminación cruzada de plagas, entonces tienen que quedar aisladas”, cuenta el jardinero.
En los próximos días recibirán una buena cantidad de plantas de una familia que saldrá varios meses de la ciudad. Las adecuaciones ya comenzaron y deben simular tres ambientes que permitan garantizar su bienestar.
La guardería se complementa con el servicio de la clínica, en la que levantan —después de una visita diagnóstica— casi que cualquier planta que esté enferma.
“Cuando empezamos traían más que todo plantas casi que muertas. Decían que cuando las compraron les indicaron que las podía tener al sol, pero cuando preguntaba cómo era ese lugar respondían que había aspersión con agua todo el día y aire acondicionado. Obviamente no iban a sobrevivir”, dice Damián.
Ahora la intención es abrir un laboratorio con equipos especializados como capilógrafos, medidores de pH y medidores de conductividad eléctrica de la tierra para darles “el mejor de los cuidados y el mejor de los cariños”. También se trata de enseñarle a los amantes de las plantas los mejores métodos para conservarlas.
Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez

Damián Castillo, el argentino que abrió una guardería de plantas en Medellín. Llegó en 2016 a la capital antioqueña y en octubre de 2020, en plena pandemia, abrió con su pareja el negocio que se convirtió en un laboratorio cultura de Aranjuez Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

Arcillas locales

Llevo casi 8 añitos y como que me estoy amañando, entonces vamos a quedarnos por acá un rato más para que la gente venga a escuchar rock and roll y a probar empanaditas argentinas
A un costado del vivero se encuentra el taller de cerámica regentado por Mayra. Consta de un salón pequeño y un patio techado que permite a los estudiantes elaborar sus productos al aire libre. Tan pronto como abrieron el negocio, iniciaron las clases y cada vez han tenido mayor acogida.
—Acercarse al barro implica muchas cosas. —asegura la artista plástica— La arcilla invita a relajarse y a trabajar la paciencia. Estamos en una época en la que todo demanda velocidad y la cerámica, muy por el contrario, demanda mucha paciencia. Es la oportunidad de reconocerse con un tiempo mucho más pausado.
Una de las características más llamativas del taller es que se moldean arcillas locales de Amagá o Santa Elena, incluso, del mismo Aranjuez. En alguna ocasión, en una construcción cercana, sacaron casi 200 kilos de material que sirvió para fundir tazas, pocillos, filtros de café, pipas y otros productos que allí se elaboran.
El tinto, por ejemplo, se sirve en un llamativo pocillo color café cuya oreja es un tucán que posa su pico en la parte superior. Más allá del vivero, la guardería, la clínica y el taller, el propósito de Ave del Paraíso es ser un laboratorio cultural donde amigos y conocidos disfruten de música, tertulias, ciclos de cine (que comienzan el otro mes) y cervezas locales hechas en el barrio.
“Llevo casi 8 añitos y como que me estoy amañando, entonces vamos a quedarnos por acá un rato más para que la gente venga a escuchar rock and roll y a probar empanaditas argentinas”, asegura Damián.
SEBASTIÁN CARVAJAL BOLÍVAR
CORRESPONSAL EL TIEMPO - MEDELLÍN
Escríbanos: [email protected]
En X: @sebascarvajal28

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