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El turismo ‘Pablo Escobar’: entre el morbo y memoria de una época que marcó a Medellín

Agencias y guías defienden los ‘narcotours’, mientras que expertos hablan de construir memoria.

Mercancía de Pablo Escobar en Medellín.

Mercancía de Pablo Escobar en Medellín. Foto: Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

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El inclemente sol del mediodía golpea con fuerza las nueve placas del modesto mausoleo familiar de los Escobar Gaviria que está ubicado a un costado de la capilla del Cementerio Jardines Montesacro de Itagüí, Antioquia.
Adornado con pinos ornamentales, losas negras, piedras blancas y dos rocas finamente cortadas que se trajeron desde la Hacienda Nápoles, el espacio cuadrangular de cinco por cinco metros recibe diariamente a cientos de curiosos —unos 200 dice su guardián— que llegan a conocer la tumba del otrora capo del cartel de Medellín.
A la izquierda está Pablo Emilio Escobar Gaviria —muerto el 2 de diciembre de 1993—; en el centro, Hermilda Gaviria de Escobar, su madre —fallecida en 2006—; y a la derecha, Abel de Jesús Escobar Echeverri, su padre —quien murió en 2001—.
Cuatro arreglos florales, meticulosamente organizados y dejados allí por turistas, familiares y personal del cementerio, adornan sus cabeceras y dan algo de vida al lúgubre espacio que por disposiciones del camposanto no ite ninguna clase de lujos.
Tumba de Pablo Escobar en Medellín

Tumba de Pablo Escobar en Medellín Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

Un hombre con sombrero y bigote que ronda los setenta años y que dice haber trabajado para Roberto Escobar, el hermano de Pablo, se encarga de trapear el piso para que resalte el poco brillo que aún le queda cuando llegan los visitantes.
Los grupos no permanecen por mucho tiempo. Poco a poco se asoman al mausoleo, escuchan la breve explicación del guía —que cuenta quiénes están allí, cómo y cuándo murieron—, toman un par de fotos y luego se van. Todo en menos de 10 minutos.
Esta es una de las paradas que incluyen las agencias de viajes en los denominados tours de ‘Pablo Escobar’ —o ‘narcotours’ como se le conoce localmente— que ofrecen a extranjeros por poco más de 120.000 pesos.
Tras 30 años de la muerte del capo y con el auge turístico de la capital antioqueña, diariamente cientos de personas recorren la ciudad en busca de los sitios icónicos que marcaron la vida de Escobar. Un tipo de turismo que se debate entre el morbo del narcotráfico y la construcción de memoria histórica para Medellín.
Tumba de Pablo Escobar en Medellín

Tumba de Pablo Escobar en Medellín Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

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Daniel Triana es economista y desde hace siete años es guía de turismo certificado. Aunque dice que es imprudente hablar en nombre del gremio, asegura que la mayoría de sus colegas consideran que es impreciso utilizar el término narcoturismo en Medellín si se tiene en cuenta que “hay mucha gente y muchas familias que vienen a entender algo de la historia”.
“La mayoría de nosotros nunca hicimos el tour con este enfoque morboso de atraer clientes solo para cobrarles y mostrar a Pablo Escobar desde el lado en que estas series o documentales lo quieren hacer ver. Nosotros tratamos de hacerlo con un enfoque pedagógico y respetuoso. La mayoría de los guías nacimos y crecimos acá en Medellín”, comentó el joven.
A sus clientes, por lo general, los lleva al parque memorial Inflexión (otrora edificio Mónaco), el cementerio Montesacro y al Museo Casa de la Memoria. Trabaja con grupos pequeños, de dos a cuatro personas, a los que les cobra entre 80 y 100 dólares por un recorrido de 5 horas.
Su labor, asegura, dista de lo que se quiere mostrar en lugares como el Museo Pablo Escobar que es istrado por Nicolás Escobar, sobrino del capo, en una vieja casa de El Poblado donde hay vehículos, muebles, partes de avión y otras réplicas de pertenencias del capo con las que buscan exaltar su vida y obra.
La Catedral, la cárcel de Pablo Escobar en Envigado.

La Catedral, la cárcel de Pablo Escobar en Envigado. Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

La ausencia institucional ha llevado a que mucha gente cobre y cuente la historia
Y es que, precisamente, algunos de estos espacios turísticos “se han prestado para mercantilizar el tema”, dice Xamara Mesa, directora del Museo Casa de la Memoria, y de alguna forma “desvían el foco de lo que es la construcción de memoria, la reivindicación y visibilización procesos, si se quiere, más asociados a las víctimas en el marco del terrorismo”.
La curiosidad de los visitantes que llegan a Medellín con la idea de un Pablo Escobar retratado por la serie de Netflix Narcos se alimenta con la necesidad de vender paquetes turísticos que en muchos casos, además de recorridos, ofrecen ‘experiencias’ de fiestas con alcohol, drogas y sexo en exclusivas comunas de la capital antioqueña y sus alrededores.
A eso se suma el hecho de que las agencias turísticas han tenido que llenar, por la demanda de visitantes, los espacios de memoria y la construcción de un relato en torno a la historia del narcotráfico. Entre los mismos guías reconocen que hay colegas que exageran un poco las narraciones para enganchar a su audiencia y hacer más llamativo al personaje y sus acciones.
“Ha faltado una respuesta institucional y tampoco voy a mentir, no somos la mejor agencia, cometemos errores y tratamos de estar preparados, pero la ausencia institucional ha llevado a que mucha gente cobre y cuente la historia”, asegura Triana.
La Catedral, la cárcel de Pablo Escobar en Envigado.

La Catedral, la cárcel de Pablo Escobar en Envigado. Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

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—Hicieron el parque y regresó la paz a este barrio —comentó una vecina de Santa María de los Ángeles una tarde de noviembre.
Su apartamento está ubicado justo al lado de lo que en otros tiempos fue el edificio Mónaco. Una lujosa construcción al suroriente de Medellín donde vivió Escobar y su familia por un par de años hasta que la madrugada del 13 de enero de 1988 el cartel de Cali explotó un carro bomba para acabar con el capo.
El edificio será demolido para construir un lugar en honor a las víctimas de la violencia causada por el cartel de Medellín.

El edificio será demolido para construir un lugar en honor a las víctimas de la violencia causada por el cartel de Medellín. Foto:Jaiver Nieto/ETCE

En 2019, tras ires y venires sobre qué hacer con la estructura, la istración de Federico Gutiérrez decidió derribarla en el marco del programa ‘Medellín Abraza Su Historia’ y construyó allí lo que hoy se conoce como el parque memorial Inflexión.
Aunque la parada siempre estuvo incluida en los tours ‘Pablo Escobar’ desde la época en que el propio alias Popeye los realizaba, hoy su foco está en las 46.612 víctimas que dejó el terrismo y el cartel de Medellín en la capital antioqueña y en Bogotá.}
Al parque llegan diariamente cientos de personas que escuchan sobre Guillermo Cano, Antonio Roldán, Carlos Mauro Hoyos, Rodrigo Lara, otros muertos, que dejaron los cruentos años 80 y 90. Uno de los muros, de hecho, rememora las decenas de bombas y los atentados que aterrorizaron a la población civil entre 1984 y 1993.
“Ver las muertes de Pablo Escobar aquí en este parque es difícil. Me parece que en Netflix no nos dicen toda la verdad, faltaba esto y poner a Pablo Escobar en otra vista. En Estados Unidos dijeron que él hacía mucho por la comunidad, ahora sé que era un hombre de dos lados”, señaló Jordan Vásquez, un turistas de Miami, luego de recorrer el parque.
Parque Inflexión donde era el edificio Mónaco en Medellín.

Parque Inflexión donde era el edificio Mónaco en Medellín. Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

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La demolición del edificio Mónaco representó en su momento un álgido debate para la ciudad. Desde diferentes sectores criticaron la decisión de la Alcaldía de Medellín y pidieron repotenciar la construcción para adecuar un museo.
Hoy el parque —junto con la Casa de la Memoria— es uno de los pocos espacios institucionales que recuerda y conmemora a las víctimas del Cartel de Medellín.
La directora Mesa asegura que, desde la institucionalidad, es importante diferenciar el relato de la responsabilidad. “Los gobiernos territoriales tienen una labor fundamental en fortalecer y visibilizar, si se quiere orientar, una forma un poco más específica este tema, sin que eso implique que el relato lo tenga que construir el gobierno”, enfatiza.
Debido a la complejidad del tema, hay diferentes actores sociales que pueden dar cuenta de relatos muy distintos, frente a lo cual se pueden pensar, desde la institucionalidad, en acciones de articulación para contrarrestar el impacto negativo que genera la mercantilización de la memoria.
Barrio Pablo Escobar en Medellín.

Barrio Pablo Escobar en Medellín. Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

Para el profesor Hernán Darío Gil, docente del Centro de Humanidades de la UPB, la construcción del relato colectivo alrededor de lo que pasó en los años 80 y 90 en Medellín debe estar a cargo de la educación.
“Si nosotros pensamos nuestra sociedad a partir de la historia, cumplimos otro de los parámetros de la memoria histórica: que esto no se vuelva a repetir. El problema es que estamos viendo que esto se repite, ya no con bombas, pero sí con masacres. Entonces el cuento es cómo lograr que esa memoria histórica se haga realidad en la educación, porque ahí tengo que enseñar qué es la verdad, la reparación, la no repetición y cómo entender el daño colectivo”, explicó el filósofo y antropólogo.
Uno de los problemas que enfrenta el turismo alrededor de Pablo Escobar, según Gil, es que se basa en relatos anecdóticos y fragmentarios, más no en la historia de lo que es la ciudad y cómo llegó hasta ese punto.
“¿Cuál es el problema? Que nosotros no queremos saber de historia? Sabemos de fechas y acontecimientos, pero no nos han hecho un relato real de lo que realmente sufrimos para construir una memoria de lo que vivimos”, agregó.
La solución, sin embargo, no está en erradicar lo que se ha conocido como ‘narcoturismo’, sino en ser capaces de vender la ciudad más allá de él, en donde se resalte su historia y su identidad.
Mercancía de Pablo Escobar en Medellín.

Mercancía de Pablo Escobar en Medellín. Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

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El barrio Pablo Escobar recibe a sus visitantes con un graffiti de gran formato —que fue pintado a finales de los años 90— en el que aparece el rostro sonriente del capo del cartel de Medellín.
Ubicado en una zona alta de la comuna 9 (Buenos Aires), el barrio es hogar de algunos de los descendientes de segunda y tercera generación de las 500 familias a las que Escobar y su madre les regalaron una casa a través del programa ‘Medellín sin tugurios’ en 1984.
Arriba del mural hay una pequeña atracción turística en la que una corporación comunitaria adecuó dos salas en las que se exhiben fotos y videos de la época. También venden artesanías, libros, camisetas, retratos, gorras y otro tipo de mercancías alusivas al capo.
Un líder comunitario, que prefirió no hablar ante la grabadora para evitar malentendidos, señaló que abrieron el espacio —que existe desde 1992— para aprovechar el turismo y así impulsar otras iniciativas comunitarias como clases de baile, la adecuación de una casa cultural para jóvenes y los arreglos en la cancha del barrio.
Barrio Pablo Escobar en Medellín.

Barrio Pablo Escobar en Medellín. Foto:Jaiver Nieto Álvarez / EL TIEMPO

Los visitantes caminan por el lugar, se toman fotos, escuchan a los guías y si tienen alguna pregunta la hacen a los jóvenes de la comunidad que acompañan el recorrido. Al final, si desean, pueden dejar una donación en una de las alcancías. Quienes no quieren subir por las escaleras del barrio, en las que no hay mucho más por ver, parten de allí en menos de 15 minutos.
El líder aseguró que la comunidad se ha visto fuertemente estigmatizada por comentarios en los que dicen que idolatran al narcotraficante. Según comentó, muchas de las abuelas y abuelos que salieron del basurero municipal aún guardan cierto tipo de gratitud con Escobar por haberles dado una casa, pero ello no significa que allí se oculte la realidad de lo que sucedió en aquellos años.
Hoy los vecinos del barrio viven en tranquilidad y están satisfechos con los turistas que llegan. Al fin y al cabo dinamizan la economía local, dan empleo y permiten subsidiar otras actividades.
“Aquí he subsistido y he vivido. Mi economía, lo poco que tengo, lo he conseguido aquí por cuenta del turismo y de la gente”, contó Teresa Zabala, una vendedora de almuerzo en una esquina del barrio Pablo Escobar.
SEBASTIÁN CARVAJAL BOLÍVAR
CORRESPONSAL EL TIEMPO - MEDELLÍN
Escríbanos: [email protected]
En X: @sebascarvajal28

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