¿Dónde se imaginaban que íbamos a estar a estas alturas del 2022? Muchos augurábamos un mundo pospandemia. Sin embargo, seguimos inmersos en una espiral descendente de inestabilidad global, incertidumbre económica, crisis alimentaria y degradación ambiental. Y la caída es si acaso cada vez más acelerada.
Empecemos por itir que no hemos salido todavía de la pandemia. Y podría ser que ya no salgamos de ella, que esta sea una realidad con la que tengamos que convivir, y cuyos impactos seguirán a largo plazo: durante la pandemia vimos a más de 100 millones de personas caer en la pobreza extrema; 160 millones de personas engrosaron las estadísticas del hambre, y la incertidumbre disparó los problemas de salud mental y la desesperanza.
Hoy, además, sobre esta fragilidad sufrimos la tormenta perfecta que ha generado la guerra en Ucrania en los mercados financieros y de materias primas. La evaluación inicial que hace la ONU es que hay 1.700 millones de personas en 107 economías que están muy afectadas por al menos una de las tres cadenas de transmisión de esta nueva crisis: el aumento de precios de los alimentos, de la energía y las condiciones financieras más difíciles. En nuestra región hay 19 países afectados por las tres cadenas a la vez, donde las personas tienen dificultad para comprar alimentos y donde el costo de la deuda limita la habilidad de los gobiernos de navegar la crisis.
Así pues, la primera tarea es ganarle la batalla al covid-19. Faltan dos años y medio para que África alcance el 70 por ciento de vacunación, y esto es a pesar de que la industria está actualmente produciendo 1.500 millones de dosis cada mes. La cooptación de las vacunas por los países que podían pagarlas evidencia que no tenemos un problema de producción, sino uno de redistribución y solidaridad.
En segundo lugar, tenemos que reformar un sistema financiero global que está en quiebra moral y adolece de la confianza de los países más pobres. ¿Cómo puede ser que tengamos países cuyos pagos del servicio de la deuda superan con creces sus presupuestos nacionales de salud? Tenemos un sistema financiero que, por vía de los hechos, penaliza a los pobres.
En tercer lugar, la crisis climática nos tiene que poner a todos en modo emergencia. Para mantener la temperatura del planeta dentro de los límites que hace viable nuestra vida en él, necesitamos reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero en un 45 por ciento para 2030. Sin embargo, al ritmo actual, en efecto, las estaremos aumentando en un 14 por ciento. Ni ante un reto existencial de este tamaño estamos pudiendo reaccionar.
Para mantener la temperatura del planeta en los límites que hacen viable nuestra vida en él, necesitamos reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero en un 45 por ciento para 2030
Y, finalmente, necesitamos gobernanza global que asegure que la tecnología esté al servicio de la humanidad y no al revés. Hoy tenemos a 3.700 millones de personas desconectadas, no solo de la tecnología digital, sino también de las oportunidades de desarrollo que estas pueden traer.
Felizmente, Colombia tiene un importante caudal de recursos humanos, naturales, culturales y económicos, así como un ingenio y una diversidad que ponen a su alcance cualquier transformación.
La coyuntura electoral es una ventana de oportunidad para el país. Colombia puede aprovecharla y transformar las relaciones entre el Estado, la sociedad, el mercado y el medioambiente, y sembrar las bases de un nuevo contrato social enfocado en no dejar a nadie atrás. Y esto es posible si invertimos en mejorar la confianza, la solidaridad y la capacidad de transformación que tiene el país en pos de tres objetivos.
El primero es el de alcanzar una nueva institucionalidad que promueva el diálogo y genere confianza a través de un Estado fortalecido y presente en el territorio. El segundo es el objetivo de transformar la relación entre el Estado y el mercado, habilitando nuevas reglas de juego que incentiven una economía que proteja al planeta y a las personas, y un compromiso renovado del sector privado por ser parte de la solución a los retos de sostenibilidad y equidad que afrontamos. Y el tercer gran objetivo es el de repensar el sistema de protección social para que sea aún más solidario y permita a los hogares y a las unidades de producción navegar su nueva matriz de riesgos.
En estos últimos años, la viabilidad de nuestro hábitat nos ha forzado a replantearnos no solo cuánto crecemos, sino cómo crecemos, cómo nos reorganizamos como sociedad de consumo para que el progreso solo se entienda entre dos límites: los derechos de las personas y la salud del planeta.
La ONU les propone al país y a los candidatos a la Presidencia de la República una ‘Agenda Común por Colombia’ –
que pueden revisar en el este enlace– y recomienda que el país debe aprovechar la oportunidad de repensar su desarrollo, por los colombianos y para poder ser parte de la solución a los desafíos globales que enfrenta la humanidad.
MIREIA VILLAR FORNER
Coordinadora Residente de la ONU en Colombia
Para EL TIEMPO