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Las hermanas que vivieron 34 años lejos por la tragedia de Armero

Jenifer de la Rosa y Ángela Rendón fueron adoptadas por familias distintas tras la avalancha.

Jenifer de la Rosa y Ángela Rendón, hermanas, hablan sobre sus vidas después de pasar 34 años separadas.

Jenifer de la Rosa y Ángela Rendón, hermanas, hablan sobre sus vidas después de pasar 34 años separadas. Foto: Paula Gaviria

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“Somos nosotros los que, a fuerza de buscar, nos encontramos”, fueron las palabras de una hija perdida de Armero que comenzó la búsqueda de sus raíces hace aproximadamente tres años.
Se trata de Jenifer de la Rosa, ciudadana española, y Ángela Rendón, habitante de Barrancabermeja, Santander, quienes, el pasado 14 de noviembre, dieron a conocer la historia de su reencuentro, una unión en la que intervinieron la fundación Armando Armero y el Instituto de Genética Yunis Turbay.
Hace 34 años, en la noche del 13 de noviembre de 1985, estas hermanas fueron separadas por un río mortal de lodo y escombros que desapareció, a su vez, al municipio en el que nacieron. En esta avalancha, producto de la erupción del volcán Nevado del Ruiz, también perecieron alrededor de 25.000 habitantes.
Para ese entonces, Jenifer tenía tan solo una semana de nacida y Ángela un año. Sobre sus padres biológicos “son todo dudas”. De los pocos datos que tienen sobre esa noche, es que su madre, María Dorian o Dorian María Tapasco Téllez –no se tiene claro-, las dejó a cargo de alguien que, posteriormente, las entregó al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf). A partir de ese momento, sus vidas tomaron rumbos muy distintos.
A Jenifer de la Rosa la adoptó una familia española que no podía, pero soñaba con tener un hijo o una hija. Ellos, después de ser informados sobre la posibilidad de adoptar un niño en ese momento en Colombia, empezaron a tramitar todos los papeles que les fueron solicitados desde la embajada colombiana.
“Mis padres, para ser aptos como padres adoptivos, tenían que llenar millones de papeles que mi madre siempre me recuerda: que era pedir papeles episcopales, le envió una carta al papa, otra al rey de España, para que les enviara un papel diciendo que eran aptos y que podían tenerme”, cuenta De la Rosa, quien define a sus padres adoptivos como unas personas sencillas y racionales que hicieron todo lo que debían para tenerla con ellos.
Jenifer de la Rosa y Ángela Rendón, hermanas, hablan sobre sus vidas después de 34 años separadas.

Jenifer de la Rosa y Ángela Rendón, hermanas, hablan sobre sus vidas después de 34 años separadas. Foto:Paula Gaviria

Sobre este proceso, aclara que sus padres se sienten aliviados y orgullosos, pues coinciden en que hicieron las cosas bien, de manera legal y sin evadir ningún requisito.
“Y luego fue el viaje aquí a Colombia. Vinieron a Bogotá, luego a Manizales, y allí empezó nuestro álbum de fotos, que es el que ellos han construido para contarme toda mi historia”, relata, al mismo tiempo que reafirma lo agradecida que está con ellos, no solo por la formación sino por el apoyo que ha recibido en este proceso de búsqueda de sus raíces.
Ella es, ahora, periodista con énfasis en cinema documentario y producción. Tiene un magister en documental y reportaje transmedia y, en la actualidad, realiza ‘La hija del volcán’, un documental sobre su vida.
Para Ángela, su hermana, la suerte fue distinta y, tal vez, con menos comodidades. Fue adoptada un año antes por el padre que, actualmente, es quien vela por ella y sus dos hijas. Ahora es una mujer emprendedora que trabaja como comerciante en Barrancabermeja, Santander. Dijo, entre lágrimas, que solo quisiera saber si su madre está viva o si tiene más hermanos.
Después de todos estos años, ambas empezaron a indagar sobre sus orígenes. Ellas buscaban si su madre había sobrevivido a la avalancha de aquel 13 de noviembre, y no se les pasaba por la mente que podían tener algún hermano. Jenifer indagaba a través de redes sociales y Ángela con publicaciones en periódicos. Así lograron vincularse a la investigación de la fundación Armando Armero, que es liderada por Francisco González.
La fundación, sin que ellas supieran, se dio cuenta de la posible conexión que estas dos mujeres tenían, pues, al parecer, buscaban a la misma persona. Entonces, las ó y les explicó que no habían encontrado todavía a su madre, pero que tenían sospechas de que eran hermanas. Fue así como empezó su camino hacia un reencuentro inesperado.
Este se basó en una ‘búsqueda orientada’ en la que Jenifer fue quien más suministró información. De esta manera, la fundación logró ar a Ángela para que facilitara una muestra de sangre. Después, Ángela viajó hasta Bogotá para conocer a la que podría ser su hermana, pero hasta ese momento, solo se podía especular de un posible lazo familiar por documentos de un juzgado y del Icbf, en los que se mostraba la similitud en los nombres de su posible madre biológica.
Sin embargo, “la única razón válida que tenemos para confirmar este reencuentro es el resultado del cotejo de ADN mitocondrial”, según lo anunciaron los investigadores.
Jenifer y Ángela se conocieron sin saber que eran familia y, después de cotejar las muestras y de que ese vínculo diera positivo, se conectaron y se reencontraron con esos lazos biológicos de los que no tenían rastro.
Cuando intentan hablar de lo que las conecta y de lo que viene ahora, las dos se miran con un silencio que encierra muchas preguntas y solo se puede percibir un manto de incertidumbre. Para ellas, lo que sigue es otro proceso de aceptación y asimilación en sus vidas, pues las realidades que han vivido han sido muy distintas. Así lo manifiesta Jenifer.
“Son dos contextos muy diferentes, entonces, en nuestras vidas, cuando hablamos, pues sí que hemos sostenido una relación y le pregunto sobre su trabajo, sus niñas... es más un vínculo que llevamos creando, pero no podría decir qué tenemos similar, no sé”.
A las madres, sobre todo, tal vez por tratarse de algo visceral, algo que solo ellas sienten muy adentro, esta ilusión, esta esperanza no se les ha ido
El proyecto ‘Niños perdidos de Armero’ busca encontrar el destino de aquellos niños extraviados para contribuir con la tranquilidad de aquellas familias que llevan 34 años buscando a sus hijos.
“A las madres, sobre todo, tal vez por tratarse de algo visceral, algo que solo ellas sienten muy adentro, esta ilusión, esta esperanza no se les ha ido. Y siguieron y siguen buscando, porque la improvisación, la buena o mala fe, hicieron que no pocos infantes fueran sacados del país, adoptados por los conductos regulares o irregulares, y que hoy se encuentren en otros países”, explica la fundación.
Por otro lado, también se busca que el Gobierno Nacional se una a los esfuerzos que se adelantan para que estos reencuentros se consoliden con más frecuencia. Al respecto, el doctor Juan Yunis, quien, con su equipo de trabajo realiza las pruebas de ADN necesarias y de forma gratuita, explica que no hay ninguna otra entidad que se ocupe de estos casos.
“Si fueran menores de edad, el Icbf estaría agotando todos los recursos para que hubiese la identificación de esos menores de edad, las reunificaciones con sus familias, pero ya son adultos, entonces a ninguna institución del gobierno le interesa ni va a hacer nada por el hecho de que ya son adultos. Entonces no hay recursos del Estado para hacer ningún tipo de estas reunificaciones”, señala Yunis.
Agrega que, entre otras cosas, han fracasado en el intento de que se pasen los videos de estos adultos -que fueron niños de Armero- por cadenas de televisión nacional, como lo hacen con los niños en adopción ahora, porque “el Icbf ya no tiene ninguna competencia sobre ellos” y tampoco existe una entidad del Estado que la tenga.
Por eso, hace un llamado para que se ponga un foco sobre lo que él considera como una tragedia de gran magnitud, la cual esconde problemas psicológicos significativos en la vida de quienes sufrieron esta lamentable situación con sus familias biológicas aquella noche de 1985.
Si fueran menores de edad, el Icbf estaría agotando todos los recursos para que hubiese la identificación de esos menores de edad
La investigación registra, hasta la fecha, cuatro reencuentros logrados por medio de pruebas de ADN. Sin embargo, en la base de datos de la fundación se tienen 543 casos reportados, de los cuales 478 han sido suministrados por familiares y 65 por los, ahora, adultos adoptados.
Con esto, lo que hacen los expertos que se han sumado a esta causa es crear perfiles genéticos, los cuales son cotejados en estas bases de datos en la que se cruzan los resultados en búsqueda de coincidencias.
El trabajo es largo y requiere de muchos esfuerzos, por lo que, tanto desde la fundación como desde el instituto de genética, están convencidos de que con un trabajo más articulado y con más inversión, se podrían lograr mayores resultados.
“Creemos, además, que ni siquiera se trata de si es este Gobierno de centro, de izquierda o de derecha (…) entonces yo pienso que más que las instituciones, esto radica es como en las personas, que las personas digan ‘sí, ayudemos’”, enfatiza González, quien agrega que los familiares anhelan más los reencuentros que cualquier tipo de proceso legal.
PAULA ANDREA GAVIRIA
Para EL TIEMPO
En Twitter: @Paula_Gaviria

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