Un camino empinado, cubierto de barro y piedras, por el que solo se puede subir a pie o a lomo de mula, es el que lleva hasta donde se está construyendo el punto de inicio del renovado acueducto de Mocoa: la bocatoma. Pero para llegar hasta allí es necesario avanzar en carro media hora –desde el casco urbano– y después, caminar por trocha durante una hora.
Cuando llueve, como ocurre casi siempre en la capital del Putumayo, al trayecto se le suma la dificultad para poder avanzar. El lodo puede alcanzar suficiente altura como para cubrir hasta las rodillas. Esta es una de las razones por las cuales las obras para reconstruir el acueducto del municipio, cuya duración prevista era de 12 meses, ahora presentan demoras.
Sin embargo, la primera fase del proyecto (la bocatoma o punto de captación del agua del río Mulato) ya es una realidad. Después del ascenso de una hora se ven unos treinta obreros fundiendo placas de hierro, una retroexcavadora moviendo piedras (de más de un metro de altura) y hasta soldados del Batallón de Ingenieros 51 cargando tubos y bultos de cemento. Estos esfuerzos son para lograr que el primero de abril, junto con las primeras 100 viviendas, se entregue el primer paso hacia un servicio de agua potable que beneficiará a 64.338 mocoanos.
En total han sido 14 toneladas de hierro, y casi 1.000 bultos de cemento los que 200 soldados han subido sobre sus hombros, atravesando las dos quebradas que se encuentran en el camino.
En Mocoa la lluvia ha sido siempre sinónimo de suspensión del servicio, al menos por dos días. De hecho, un fuerte aguacero hace que las aguas cristalinas del río Mulato se vuelvan turbias y arrastren barro y palos, con lo que la planta de tratamiento deja de operar y permite que el líquido contaminado llegue hasta las viviendas.
Por eso, desde el primer día de la tragedia, el Ministerio de Vivienda echó a andar el proyecto Reconstrucción del Sistema de Acueducto de Mocoa, que ejecuta Findeter. El objetivo es que a todas las casas de la ciudad (incluidas las de Sauces I y Sauces II) les llegue agua apta para el consumo y cuya disponibilidad no dependa de la lluvia. Los recursos asignados son del orden de 28.000 millones de pesos.
Este proyecto contempla la optimización de la planta de tratamiento de agua, la construcción de dos tanques de almacenamiento (uno con capacidad para 927 m³ y otro para 1.533 m³) y las redes de distribución, con lo que se garantizará el suministro de agua potable las 24 horas del día, un servicio que los habitantes nunca han tenido y hoy reciben por horas. Los tanques van a garantizar que en el caso de torrenciales lluvias exista una reserva de agua para abastecer a la ciudad.
Pero, no obstante la urgencia de las obras –se esperaba finalizarlas en abril–, estas no han estado exentas de dificultades. Los terrenos escogidos para construir los tanques de almacenamiento y realizar el mejoramiento de la planta de tratamiento forman parte de un resguardo inga y hasta que no se llegue a un consenso con esa comunidad no podrán iniciarse dichas obras.
Por eso, por ahora, el sueño de los mocoanos de ver materializado un acueducto que les garantice agua potable todo el tiempo depende de la gestión que adelantan el Ministerio de Vivienda, Findeter y la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia) con las comunidades indígenas.
Lo que sí ha avanzado sin inconvenientes es la instalación de 57.687 metros de tubería para la distribución del agua en el casco urbano. Una legión de obreros y varias dragas han permitido que este proyecto presente un avance superior al 80 por ciento.
Preocupaciones de algunos damnificados de la tragedia
Lorenzo Gómez
Damnificado
“Mi mayor preocupación es quién me va a ayudar a reconstruir la parte de mi casa que se derrumbó con la avalancha. Ya me dijeron que me fuera de acá porque estoy en zona de riesgo. Pero ¿para dónde me voy a ir?”.
Miryam Melo
Damnificada
“Perdí la tienda que tenía hace 20 años. Nadie me ha dado un peso para reconstruirla. Ahora debo $ 15 millones en el banco porque me endeudé para poder abrirla de nuevo. ¿Quién me devolverá ese dinero?”.
Jefferson
Damnificado
“El problema de irme de esta zona –al lado del río– es que perdería clientes. Por eso, aunque mi barbería se derrumbó la reconstruí en el mismo sector. Me pregunto cómo tendré clientes en un lugar al que nadie va”.
Jaime Pantoja
Damnificado
“Perdí mi taller de carpintería y parte de mi casa. Con trabajo reconstruí todo, pero sigo viviendo en la calle por donde pasó la avalancha. Dicen que debo irme, pero nadie me dará un predio como el que tengo”.
MARÍA CAMILA BERNAL
* Concepto y redacción editorial: Unidad de Contenidos Especiales de EL TIEMPO. Con el apoyo del Ministerio de Vivienda, Ciudad y Territorio.