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Falleció monseñor Luis Augusto Castro, arzobispo emérito de Tunja
Fue de los de la iglesia católica colombiana que sirvió de mediador en el conflicto armado.
Monseñor Luis Augusto Castro fue presidente de la Conferencia Episcopal. Foto: Ana Maria Castro. Archivo EL TIEMPO
Monseñor Luis Augusto Castro, uno de los hombres más respetados de la Iglesia católica en Colombia y férreo defensor de la salida negociada al conflicto, falleció este martes, a los 80 años de edad.
Castro fue presidente de la Conferencia Episcopal en dos periodos, y su labor pastoral de muchos años en las zonas más afectadas por la violencia –fue obispo de San Vicente del Caguán en la época más dura de la guerra con las Farc– lo llevó a buscar escenarios de diálogo para tratar de mejorar las condiciones de seguridad y convivencia de las comunidades.
Fue también presidente de la Comisión de Conciliación Nacional, que desde finales del siglo pasado intentó aclimatar conversaciones de paz con las guerrillas de las Farc y del Eln y con los grupos paramilitares
Exarzobispo de Tunja, en febrero del 2020 el papa Francisco le concedió licencia para renunciar a su posición en la Iglesia colombiana, si bien siguió siendo arzobispo emérito de esa capital. Según informó Boyacá 7 Días, monseñor Castro sufrió un deterioro de su condición respiratoria el pasado fin de semana, al parecer asociada con complicaciones que le quedaron del covid-19, y fue recluido en cuidados intensivos de la Clínica Marly de Chía, donde finalmente falleció.
Su labor como gestor de paz lo llevó a mediar con las Farc para lograr la liberación, en 1997, de los soldados e infantes de marina secuestrados por esa guerrilla en la toma de Las Delicias, Putumayo.
Monseñor Luis Augusto Castro, de 74 años, también es arzobispo de Tunja. Foto:Archivo / EL TIEMPO
En una entrevista con EL TIEMPO en 2014, les recordó a las Farc, que entonces negociaban con el gobierno de Juan Manuel Santos, que la paz solo es posible con gestos sinceros de verdad, reparación y enmienda.
“La reconciliación es efectiva cuando las dos partes actúan, la sociedad y la guerrilla –dijo monseñor Castro– (...). Se pide a todos los colombianos que pongan el corazón en paz, que acepten a los guerrilleros como ciudadanos colombianos. Y a la guerrilla, que pida perdón y que, según la justicia transicional, si tiene que cumplir alguna pena, que lo haga. Si quieren pasar como si no hubieran roto un plato, la sociedad les cierra la puerta y seguimos con el problema”.