El proyecto patentado que podría mitigar las inundaciones en La Guajira

Investigadores de la Universidad de La Guajira lograron patentar el proceso de fabricación de un elemento constructivo a partir de la planta Eichornia crassipes (buchón de agua) en estado juvenil, el mezclado de la fibra seca con resina y catalizador y el producto que se obtenga de ello.

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Los derechos de la patente, otorgada por la Superintendencia de Industria y Comercio, (SIC), son compartidos con la Universidad del Atlántico, como institución aliada en el desarrollo de la creación.

Los docentes vieron una oportunidad para combinar resina con las hojas, tallos y raíces del buchón de agua y crear este nuevo material constructivo que resulta más barato que el concreto tradicional.

Además, es extremadamente liviano y funcional para hacer pisos, paredes, techos y las columnas de una casa, así como para producir sillas, mesas, puertas, estructura de camas y demás elementos ornamentales.

El prototipo de la casa construida con el material patentado es principalmente flotante, aprovechando la baja densidad del elemento constructivo y su resistencia de más de 3 mil psi.

Cuatro bastones laterales fabricados con el mismo producto para garantizar el equilibrio en las cargas de la estructura serán los encargados de asegurar su estabilidad y anclaje en un lugar específico.

Entre los inventores figuran los docentes de Uniguajira, José Manuel Martínez Gil y Dino Carmelo Manco Jaraba; quienes completan su segunda patente. Mientras que por Uniatlántico, se encuentra el profesor Rafael Antonio Borja Acuña, y por el Instituto Smithsoniano de Alemania, Luis Ernesto Sandoval Díaz.

“La idea fue fabricar un material apto para la construcción de casas, especialmente flotantes, en donde resultaba indispensable una densidad extremadamente baja, una resistencia a la flexión y la compresión muy alta, además de otras características como baja inflamabilidad, su auto extinción, resistencia al agua, alcohol, agentes ácidos y alcalinos”, aseguró el investigador Martínez Gil.

Sobre estos resultados, el rector de Uniguajira, Carlos Robles Julio, expresó su satisfacción por el resultado, ya que con esta son dos las patentes que logra la Universidad. 

La primera está relacionada con la invención del proceso de creación y producto final de una barra endulzadora de celulosa, elaborada a partir de los residuos agroindustriales de piña.

“Seguimos con el compromiso de impulsar el desarrollo de ideas y la puesta en marcha de proyectos innovadores con especial aplicación e impacto al contexto”, indicó Robles.

El propósito de esta creación es contribuir en la solución de las inundaciones que se presentan en las comunidades asentadas en ciénagas y ríos y a la proliferación de esta planta acuática, una especie invasora no nativa y que en ese tipo de ecosistemas no tiene un depredador natural.

El buchón de agua, en época de inundaciones, se extiende rápidamente y forma un tapete que puede llegar a cubrir los espejos de agua, reduce la infiltración de la luz, destruye humedales naturales, asfixia la vegetación nativa y disminuye la actividad pesquera.

“Incluso afecta la navegabilidad, porque se genera una red de plantas tan fuerte que impide el tránsito de barcos, chalupas u otras embarcaciones”, afirmó Martínez.

Estas plantas actúan como biofiltros, lo que provoca que en su etapa juvenil capten los contaminantes y metales pesados como mercurio, hierro, plomo y arsénico, que llegan al agua y los liberen en su etapa adulta, contaminando el agua y la tierra, afectando pobladores, zonas de cultivos y animales de ganadería.

Para evitar estos efectos con la invención, se determinó solo emplear buchones de agua en etapa juvenil.

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Por su parte, el académico Dino Manco Jaraba indicó que la invención tiene un impacto favorable ante problemas ambientales y sociales, ya que permite dar una respuesta ecológica y económica, regulando la invasión de esta especie y transformando su existencia en oportunidades de bienestar para las comunidades que habitan en estos entornos.

La patente tendrá una vigencia de 20 años y fue otorgada por la SIC a través de la Resolución 41347 de 2022, la cual fue posible gracias a la financiación por parte de las dos universidades y la convocatoria 793 de 2017 del Ministerio de Ciencias.

Se proyecta su comercialización a nivel industrial con la esperanza de poder mejorar la calidad de vida de los pobladores alrededor de los ríos y ciénagas.

Eliana Mejía Ospino

Especial para EL TIEMPO

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