"Nos estábamos dando ya por perdidos, era el quinto día y la ración de comida se nos estaba acabando", expresó Santiago Aparicio, el guía profesional que duró seis días y cinco noches atrapado junto al parapentista bogotano, Julio Bermúdez, en una de las zonas de difícil del Pico Colón, el quinto más prominente del mundo y el más alto de Colombia y la cuenca del Caribe.
Días difíciles, con bajas temperaturas y poco o, así describe Aparicio, en entrevista con City TV, los momentos vividos en la Sierra Nevada de Santa Marta, a más de 5.000 metros sobre el nivel del mar.
El pasado miércoles, 13 de marzo, ambos deportistas se encontraban subiendo a la cima de dicha sierra, conocida como 'el techo de Colombia' a 5.760 metros s. n. m., para una expedición de parapente. Bermúdez hacía parte del grupo que salió liderado por tres guías profesionales desde las 2 de la mañana.
"Seis parapentistas iban a lanzarse desde esta altura. Iniciamos a caminar sobre el glaciar a las dos y media de la mañana. El primer grupo se quedó, más o menos, a 5.200 metros para poder despegar y el segundo grupo llegó a 5.500, pero Julio me dice que él es montañista y que quiere llegar a la cumbre y despegar desde ahí", narró al respecto.
Aparicio le preguntó si tenía la experiencia y se sentía capacitado para saltar y Julio, un médico deportólogo de 46 años, convencido, le aseguró que era alpinista y parapentista. Sin más, siguieron caminando hasta los 5.760 metros, a la cumbre del pico.
"Él me volteó a mirar y me dijo 'yo si creo que voy a despegar', le digo: 'bueno, usted tiene la experiencia, hagámoslo'", contó que, entonces, le ayudó a prender su velo y a estirar los hilos.
En el primer intento Bermúdez no pudo y en el segundo una ráfaga de viento lo levantó con violencia y lo sacó de la montaña para estrellarlo contra la misma roca.
Yo lo vi con ojos de papá. Julio tiene 46 años y yo tengo 28, entonces dije 'no, yo tengo que sacarlo de aquí como sea'
Aparicio corrió en su rescate con el objetivo de corroborar las lesiones del parapentista. "Yo quedo, más o menos, a unos cinco minutos de distancia de donde él estaba y activo el plan de emergencia que teníamos cuadrado", explicó que intentó comunicarse con otro de los guías que estaba a la mitad del glaciar, pero no recibió respuesta.
Después de evaluar la salud del hombre, quien tenía fuertes golpes en el tórax y las costillas, se dio cuenta que no podía moverlo y tampoco dejarlo como estaba. Parecía que tenía todo el costado derecho de su cuerpo roto. Debía esperar dos días mínimo para esperar que los evacuaran.
"Para mi prima la vida, ante todo y yo lo vi como con ojos de papá, Julio tiene 46 años y yo tengo 28, entonces dije 'no, yo tengo que sacar a Julio de aquí como sea y tenemos que salir los dos'", explicó Aparicio.
Con la cabeza fría empezó a pensar que opciones habían y la única que vio era 'rapelar' el pico, es decir, descender con cuerdas para llegar a una zona más segura, facilitando, también, el rescate y el posible a helicópteros.
"Yo vi un valle a una distancia y dije, si llegamos ahí entra. Pero bueno, no fue así, se alargó el intento de socorro. En total fueron seis días y cinco noches ayudando a Julio y durmiendo a la intemperie", detalló que estuvieron, además, sobreviviendo a bajas temperaturas, que llegaron a marcar -5 grados.
Aparicio explicó que las noches más difíciles fueron las primeras, después del rapel en el que descendieron 240 metros por la cara sur del Pico Colon. Duraron dos días sin comer y durmiendo a 5.580 metros sobre el nivel del mar con un par de mantas térmicas. Tiempo después, la Fuerza Aérea logró lanzar suministros de alimentación y mantas que suplieron las bolsas de dormir y aislantes que eran necesarios para sobreponerse a las condiciones del glaciar.
"Estuvimos los dos juntos. Ayudando a Julio en todo momento, asistiéndolo", el guía añadió que su acompañante tenía disnea, una afección que provoca la sensación de dificultad o incomodidad al respirar por no estar recibiendo suficiente oxigeno.
Es un médico que le gusta la aventura, yo creo que todo eso lo mantuvo vivo porque que una persona citadina normal, se hubiese dejado llevar
Al tercer día, Bermúdez ya no tenía mucha esperanza 'no van a venir por nosotros, nadie va a llegar', decía.
No obstante, Santiago intentaba mantenerlo animado, recordándole que su hija y familia lo estaban esperando. "Es un médico, alpinista, parapentista que le gusta la aventura, yo creo que todo eso lo mantuvo vivo porque que una persona citadina normal, se hubiese dejado llevar", opinó.
Aparicio comentó que intentó cargarlo en reiteradas oportunidades pero que la inflamación de su tórax dificultaba la movilidad. "Menos mal teníamos un dispositivo satelital, ahí todos los días nos daban esperanza de que alguien iba a llegar, de que ya venía el grupo de socorro", a pesar de ello, el guía tenía planeado que, si a partir del quinto día nadie venía, descendería por la ayuda de algún cabildo indígena.
"Finalmente, alrededor de las 10:30 de la mañana yo escuchó un silbido súper lejos", dijo. Con la esperanza de que el sonido fuera del rescate buscó una de las bombas de humo que el Ejército había lanzado entre los suministros y lo prendió.
La ayuda finalmente llegó. Santiago Aparicio ya se encuentra en Bogotá con sus familiares y Julio Bermúdez está en recuperación en Barranquilla, después de una operación por sus lesiones.
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