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Noticia
‘Siempre vamos a apostarle a la paz’: obispos de Tibú, Cúcuta y Ocaña cuentan de primera mano la crisis humanitaria que se vive en el Catatumbo
Los presbíteros dieron cifras de los afectados y le enviaron un mensaje al Eln.
El obispo de Tibú, el obispo de Cúcuta y el obispo de Ocaña. Foto: Congerencia episcopal
En diálogo con EL TIEMPO los obispos de Tibú, Cúcuta, Ocaña relatan la crisis humanitaria que se vive en el Catatumbo (Norte de Santander). Una ola de violencia que ha dejado más de 40.000 personas desplazadas y más de 40 muertos.
Monseñor Israel Bravo Cortes, obispo de Tibú
Desplazados del Catatumbo en el estadio General Santander de Cúcuta Foto:César Melgarejo. EL TIEMPO
¿Cómo está la situación en la región, específicamente en Tibú?
Avanza en una tensa calma. Hay una gran zozobra. La gente empieza a sentir que el conflicto ya ha bajado un poco y quiere regresar, pero los dos grupos siguen todavía en la zona y se esperan acciones militares, entonces todo es una total incertidumbre.
¿Cuántas personas han requerido la asistencia de la Diócesis de Tibú?
En este momento, el albergue del Seminario Menor de Tibú acoge a menos de 300 personas. En el albergue de enfrente, que es el Papa Francisco, también alcanzamos a tener 300. Sé que en otros albergues también han alcanzado a tener más o menos 600 o 500 personas. En Tibú hubo cinco refugios, en los que trabajamos unidos con la Alcaldía, la Gobernación y todos los entes del Gobierno, y pues nosotros pusimos a disposición a nuestro personal e instalaciones.
¿Qué mensaje les envía a los grupos armados que tienen en vilo a la población de Tibú?
El mensaje, no solamente de parte de la Iglesia, sino de todos, es que se mantenga la paz, que se cree un clima de confidencia para la gente, que es necesario que nos sentemos a dialogar. Hay una política muy clara de parte del grupo del Eln, que dice que ellos ya descubrieron y tienen evidencia de que las disidencias de las Farc actuaron de una manera improcedente, y eso hace que el conflicto se mantenga latente. Seguimos insistiendo en que haya corredores humanitarios. Ellos han insistido en que la gente puede volver, pero el miedo le puede a cualquier palabra y a cualquier situación que nos digan.
Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, obispo de Cúcuta
Catatumbo, en Norte de Santander. Foto:Andrés Carvajal
¿Cómo está la situación en Cúcuta, con la llegada de los miles de desplazados del Catatumbo?
Ellos están concentrados en el estadio principal y en algunos hoteles. La Alcaldía y la Gobernación están haciendo una intervención, mientras que nosotros estamos haciendo un acompañamiento espiritual. Ha sido una situación compleja y se ve el sufrimiento de la gente.
¿Qué acciones ha tomado la Diócesis de Cúcuta en esta coyuntura?
Estamos mandando alimentos a Tibú para que no tengan que venir, porque llegar a Cúcuta es más difícil. El martes vamos a enviar unas 60 toneladas de alimentos y elementos de aseo.
¿Ha escuchado el testimonio de las personas que llegan a la ciudad en busca de refugio?
El testimonio generalizado es que tuvieron que salir en un momento de confusión y desesperación con el único propósito de salvar sus vidas, porque estaban llegando a las casas de familia a buscar a algunos de sus seres queridos para asesinarlos. El testimonio que se escucha es netamente para salvar y proteger sus vidas.
¿Qué reportes han llegado de las autoridades episcopales de la región?
La Diócesis de Ocaña, donde está concentrado el recrudecimiento, ha estado muy atenta para servir de puente, para dar una voz de aliento, para pedir incluso un corredor humanitario. Siempre la iglesia está atenta de ser una voz de esperanza en medio de las dificultades que viven las personas a causa del conflicto.
Monseñor Orlando Olave Villanoba, obispo de Ocaña
Campesinos fueron extraídos de zonas rurales del Catatumbo. Foto:César Melgarejo/ El Tiempo @cesarmelgarejoa
Se ha hablado de que este recrudecimiento de la violencia ya había sido advertido por la Iglesia, ¿es así?
En diciembre tuvimos una reunión con las organizaciones campesinas y mandamos un comunicado al Gobierno, contándole el panorama, y al Eln y a los grupos armados, diciéndoles que ojalá no llegaran a esta situación. Después tuvimos una reunión con el gobernador de N. de Santander y los alcaldes del Catatumbo. Estuvimos el obispo de Nueva Pamplona, el de Tibú y yo. De allí también se sacaron unos documentos en los que decíamos que esta era la situación que se venía presentando. Advertimos al Gobierno, pero, lamentablemente, llegamos a este momento.
¿Cuál es el rol de la Iglesia en conflictos como este?
Como Iglesia, siempre hemos servido a la paz. Por principio, somos hombres y mujeres de paz. En las misas empezamos hablando de paz, nos saludamos en el nombre de la paz y nos vamos en paz. La liturgia nuestra es un mensaje de paz y, por naturaleza, nosotros siempre vamos a apostarle la paz.
Más que mediadores, nosotros estamos acompañando y facilitando diálogos en los territorios. Esa es nuestra misión, porque no podemos mediar porque no tenemos las herramientas. En las visitas pastorales, nos encontramos con estos grupos y les hablamos de paz y reconciliación. Como Diócesis de Ocaña, estuvimos en algunas reuniones, incluso de manera personal, pidiendo que culmine esta situación, que este no es el camino. Siempre estaremos en esa tarea: a veces somos escuchados y en otros casos no.
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