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Adiós a Rodrigo Pardo: esta fue su última entrevista en la revista Bocas
Gustavo Gómez habló con Rodrigo Pardo y Rafael Pardo en una entrevista memorable.
La edición #123 estará en circulación a partir del domingo 27 de noviembre de 2022. Foto:Revista BOCAS
Ambos estudiaron en el Gimnasio Moderno; ambos estudiaron en Los Andes; ambos han sido ministros y funcionarios públicos en distintos gobiernos; ambos tienen un gran sentido del humor, ambos han analizado profundamente el país y ambos han padecido años muy complicados en términos de salud. Gustavo Gómez conversó cálida y ampliamente con ellos y no solo dejó en claro quién es quién –uno de Millos y otro de Santa Fe–, sino que pudo ahondar en los difíciles momentos que han pasado por cuenta de un tumor en el cerebro (Rodrigo) y una falla en la aorta (Rafael). Inteligentes, serios, analíticos, reservados y tranquilos, los Pardo celebran la vida.
No se confunda usted, como le pasa a casi todo el mundo. Rodrigo es Rodrigo y Rafael es Rafael. Y no son familia. Dos Pardo con destinos que parecen entrelazados desde siempre. La vida académica y pública los ha puesto frente a los ojos del país una y otra vez. Y ha brotado espontáneamente el “pardismo”, que nada tiene de movimiento político. El “pardismo” es esa costumbre nacional de trastocarlos hace décadas.
Y, como si los uniera una especie de cordón invisible, la tragedia de experimentar difíciles situaciones de salud también ha marcado a los dos exministros.
"La muerte es inevitable, pero, además, ilógica. Llegué a tener todas las condiciones, y más, para morir. Y, sin embargo, aquí estoy". Rodrigo Pardo
Rafael, cargando desde hace treinta años un problema con la aorta que lo ha tenido entre la vida y la muerte o, mejor, entre la muerte y la difícil vida: ¿cómo supera un hombre público la incapacidad de hablar de manera fluida, precisamente, en público? Político, economista, escritor, senador, dos veces ministro, alcalde encargado de Bogotá, alto consejero presidencial, candidato liberal a la Presidencia. Sobre todo, hincha de Santa Fe.
Rodrigo, con la noticia de que se le ha instalado un tumor maligno en la cabeza que, primero, amenazó con borrarle sus recuerdos y, después, con matarlo. Periodista, académico, diplomático. Director de El Espectador, Cambio y Noticias RCN, director editorial de Semana y subdirector de El Tiempo. Canciller, embajador en Venezuela y Francia. Maratonista. Sobre todo, hincha de Millonarios.
Rodrigo Pardo y Rafael Pardo en BOCAS Foto:Ricardo Pinzón
Son buenos amigos. El fútbol, sin embargo, no ha logrado unirlos, pero podría decirse que tienen varias cosas en común, además de las traumáticas experiencias de salud: inteligentes, serios, analíticos, reservados, tranquilos. De apreciaciones precisas. Ese tipo de gente que parece parir lo que dice como si hubiera pulido cada palabra, cada concepto, cada idea.
Convulsiones, biopsias, resonancias, válvulas en la cabeza o en el pecho, unidades de cuidados intensivos, desvanecimientos, cuerdas vocales perdidas, hematomas, cirugías interminables, semanas de clínica, pérdida del equilibrio, exámenes, dolores de cabeza, náuseas, debilidad, quimioterapias y radioterapias, toneladas de pastillas… uno puede saber cuál Pardo es cada uno, pero la larga lista de lo que han vivido en los últimos años enreda a cualquiera. La muerte, eso sí, se ha quedado con las ganas.
Rafael, usted se ve muy bien para ser un tipo que se ha “muerto” tres veces.
Rafael: Tres, no. Cuatro. Cuando fui ministro de Defensa de César Gaviria, en 1993, tuve una intervención en la aorta y quedé, como dicen, “más o menos”. Pasaron 25 años y tuve que someterme a otra intervención, a corazón abierto. Al mes, cuando ya estaba en plena recuperación, la parte abdominal de la aorta se reventó y durante la intervención tuve un accidente cerebrovascular. Eso fue en el 2018. Y este año, para completar la cuenta, sufrí un infarto. Un mes antes me había dado covid. Como si fuera poco, me partí la pata. No la metí, me la partí bajando las escaleras. Pero es cierto, me siento bien, sigo haciendo terapias de rehabilitación, nado con dedicación y tengo la suerte de estar en manos de los mejores médicos del planeta.
¿Cuántas veces se ha “muerto” Rodrigo?
Rodrigo: Una, porque mi enfermedad, el tumor que tengo en la cabeza, ha sido tratado y tengo una vida tranquila. Pero, en estricto sentido, dos: tuve un episodio fuerte cuando tenía siete años. Montando en bicicleta, como decía mi mamá, me di un “costalazo”, aquí arribita de mi apartamento, donde vivían mis primos, los Posada. Quedé tirado en el piso, con la cara ensangrentada, muy mal. Por pura coincidencia pasó por ahí una tía, Isabelita, que vivía cerca, y se acercó al ver un niño tirado en la calle y le reconocí la voz. Me llevaron a la Clínica del Country y me salvaron la vida.
Ustedes llevan una larga carrera pública en la política y el periodismo, en la tarea de pensar al país. ¿Han tenido tiempos concretos para pensar en la muerte, después de estas experiencias?
Rodrigo: Definitivamente no estamos preparados para lo único que tenemos por inevitable. No sabemos cómo morir. Después de que me anunciaran la enfermedad, murió mi padre, y luego mi hermano. El que iba a morir era yo, no ellos. La muerte es inevitable, pero, además, ilógica. Llegué a tener todas las condiciones, y más, para morir. Y, sin embargo, aquí estoy. Se fueron los que no estaban en las cuentas de nadie para morir.
Rafael: No he pensado en la muerte. Nunca. La primera vez que tuve un episodio difícil, cuando era ministro, fue de improviso. No tuve tiempo de pensar en la muerte. Y aunque después he tenido episodios muy difíciles, no se me ha ocurrido pensar en la muerte. Hoy, hablando de la muerte con usted, ni siquiera pienso en eso. Trato de alejar los pensamientos negativos. Incluso cuando el accidente cardiovascular, que es una de las situaciones más difíciles, porque tienes que empezar de cero, aprenderlo todo de nuevo. No, no quiero pensar en la muerte.
¿Cuánto quieren vivir ustedes, que son unos luchadores, unos sobrevivientes?
Rafael: Hasta los 88 años. Un número arbitrario para expresar que ojalá sean más. Tengo 69 años.
Rodrigo: Hasta que tenga condiciones adecuadas de salud. Tengo 64 años.
Cuando usted se ve al espejo, Rodrigo, ¿se plantea que ahí, en la cabeza, vive con el tumor, con su verdugo dentro?
Rodrigo: Lo sé, pero afortunadamente se me olvida que el tumor me acompaña a todas partes. Tengo una vida normal y es muy poco lo que me queda de secuelas de los tratamientos. Ni siquiera dificultades para caminar, apenas unas molestias en el equilibrio.
Rodrigo Pardo y Rafael Pardo en BOCAS Foto:Ricardo Pinzón
¿El tumor crece?
Rodrigo: Cada cuatro meses me hacen resonancia y, hasta ahora, no ha crecido. Por eso estamos conversando.
¿Qué extrañan de su vida antes de los problemas de salud?
Rodrigo: Correr. Fui maratonista. Corrí catorce maratones completas, y cada maratón tiene detrás igual número de medias maratones y carreras de diez kilómetros, cuatro o cinco veces por semana. Extraño no poder correr. Ahora solo puedo caminar en el parque de al lado de mi apartamento. En una época eché de menos el vino, pero ahora lo tomo. Sigo en esa cultura un poco extraña de los colombianos, que tomamos vino en ocasiones especiales. En otros países el vino es simplemente la compañía de la comida.
¿Ese es el mismo parque en el que tuvo un accidente?
Rodrigo: Sí, estaba caminando en el parque del Virrey, aprovechando en ese entonces una baja en las restricciones del covid, cuando me atropelló un domiciliario. Estaba entrando a casa y me golpeó por detrás. Me di un golpe terrible en la cabeza, con hematoma cerebral y me tuvieron que operar de nuevo.
¿Rafael también tiene una vida normal?
Rafael: Totalmente. Sigo asistiendo a las juntas de las que hago parte. Leo mucho, me mantengo junto a mis libros. Y también los escribo. He publicado tres en estos años. Estoy escribiendo ahora mismo otro, pero no puedo adelantar nada del tema porque le falta mucho. Lo que sí me hizo mucha falta por largos meses fue mi voz. En la primera operación, del 2018 en Houston, cuando necesité de una válvula para la aorta, perdí una de mis cuerdas vocales, quedó paralizada. Fue producto de la intubación.
¿Cómo es que estamos hablando entonces?
Rafael: Me hicieron un implante en la cuerda vocal paralizada hace menos de dos meses. El procedimiento es sencillo, pero estoy nuevamente aprendiendo a hablar. En estos últimos cuatro años hablaba con una cuerda vocal y se me escapaba el aire. No era fácil que me escucharan. Tenía que inhalar para decir una frase corta. Ahora, con el implante, exhalar es lo más importante. Estoy en el proceso. Algunos amigos dicen que ahora hablo más que antes. Afortunadamente, he sido siempre de pocas palabras. Diana, mi pareja, dice que ella me escucha hasta en el silencio. The sound of silence, les puso a estos años, que además es una de mis canciones favoritas, de Simon & Garfunkel.
Rodrigo Pardo y Rafael Pardo en BOCAS Foto:Ricardo Pinzón
¿Hablar del vía crucis de salud que han vivido los atormenta?
Rodrigo: Por alguna razón que no acabo de entender, olvido frecuentemente todos los detalles sobre lo que me pasó. Margarita, mi novia, siempre me dice que le planteo las mismas preguntas sobre detalles del tratamiento. Sinceramente no lo hago por el ánimo de repetir, sino porque se me olvida. Uno desarrolla una especie de actitud de defensa que se traduce en borrar. Noto la molestia de ella y de mis hijos. Ese “¿para qué nos vuelves a preguntar lo mismo?”, pero me pasa a diario.
Rafael: Tengo buena memoria y no se me olvida lo que he vivido, pero también trato de olvidarlo. Y lo hago precisamente porque, como digo, voy para adelante, de manera positiva y evitando pensamientos feos. Mis hijas Laura, Alejandra y Cristina han estado a mi lado siempre. Verlas vivir felices me inspira. Tengo dos nietos, Martín y Elisa.
¿Han experimentado un verdadero dolor?
Rodrigo: Sinceramente, no. Incomodidades, sí.
Rafael: Sí, pero me lo han tratado satisfactoriamente. Hoy, vivo sin dolor.
El olvido tiene una prima hermana, la confusión. Ustedes la han experimentado. La gente oye hablar de Rafael y ubica mentalmente la cara de Rodrigo. Y cuando hablan de Rodrigo, muchos creen que es Rafael. Rodrigo, ¿cuándo fue la primera vez que le dijeron Rafael?
Rodrigo: No lo tengo presente, pero es de una frecuencia asombrosa. Rafael y yo hemos tenido unas vidas públicas paralelas…
Rafael: Trabajamos juntos en la Universidad de los Andes…
Rodrigo: Y también en el gobierno de Virgilio Barco, donde éramos consejeros presidenciales. En el gobierno de César Gaviria, Rafael fue ministro y yo, embajador.
Rafael: Pero déjeme que quede muy claro que en el gobierno de Ernesto Samper no tuve nada que ver. Por si alguien se quiere confundir con eso.
Rodrigo: No deja de ser curiosa la entrevista, en este momento de nuestras vidas, con los problemas de salud que hemos atravesado y pasada una vida de tantas coincidencias. Es de tal dimensión la confusión que cuando llego a un restaurante y alguien me dice “Rafael” no lo corrijo, contesto y sigo la conversación, tranquilo. No me cuesta ser una especie de “Rafael”.
Rafael: El asunto a veces pasa de lo anecdótico a terrenos del lío. Hace un tiempo le dijeron a Diana que yo estaba saliendo con una modelo. Carajo, ¡era Rodrigo! En el 2014, cuando el gobierno no acogió las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en favor del entonces alcalde Petro, siendo ministro de Trabajo, el presidente Santos me encargó de la Alcaldía de Bogotá. Me correspondió, en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, inaugurar el Festival de Teatro. Estaba repleto, con muchísimos petristas presentes y hubo silbatina. Pero, como la presentadora del evento me llamó Rodrigo Pardo, sigo pensando que el abucheo fue para él y no para mí.
El exministro Rafael Pardo con Alejandro Gaviria Foto:Foto: Twiteer @agaviriau
Hagamos un ejercicio de fantasía en el contexto de esa permanente confusión. ¿Qué puesto que tuvo un Pardo le hubiera gustado ocupar el otro?
Rodrigo: Ninguno. Rápidamente me di cuenta de que no quería que mi vida fuera en la política, que prefería el periodismo. Lo que hice en mi paso por lo público fue más que suficiente. Desde que salí del gobierno Barco me dediqué al periodismo y nunca he tenido la tentación de volver a lo público. Me pregunto, por ejemplo, ¿cómo hace la gente para cambiar de un ministerio a otro, con temas tan diferentes? No quiero sugerir que lo hice bien y los demás mal, pero fui ministro de Relaciones Exteriores, y eso estudié. Había sido viceministro y embajador: un camino.
Rafael: A mí sí me toca reconocer que hubiera querido ocupar un puesto de Rodrigo, porque habría aceptado ser canciller más allá de toda duda. ¡A quién, reconozcámoslo, no le gustaría viajar por todo el mundo, además, sirviendo al país! Y en política internacional hay mucho por hacer siempre.
La confusión que generan sus vidas paralelas nos lleva a la cancha. ¿El fútbol los une o los separa?
Rafael: ¡Nos separa!
Usted es el más santafereño de los santafereños. ¿Qué le falta a Millonarios?
Rafael: Todo. Para empezar, lo bajaría a la B.
Rodrigo, usted, hincha de Millonarios, ¿qué es lo mejor que tiene Santa Fe?
Rodrigo: Difícil pregunta, porque soy absolutamente antisantafereño. Me gusta Millonarios, lo quiero, lo sigo permanentemente y veo sus partidos. No hay un lunes en el que no sepa cómo jugó el equipo.
Rafael, usted habría podido ser presidente… por lo menos, de Santa Fe. ¿Habría aceptado?
Rafael: Sin duda. Adoro el equipo, pero no pierdo las proporciones. Me duele que esté en malas manos, en manos non sanctas. Pero venceremos, siempre lo hacemos.
¿Qué le falta a su equipo?
Rodrigo: Hace rato, un título. Hemos tenido unos últimos buenos años…
Rafael: Ustedes no tienen un título internacional.
Rodrigo: Digamos que sí, pero…
Rafael: ¡Nosotros sí tenemos!
Rodrigo: Alberto Gamero me parece que ha sido un buen técnico, pero espero que este año demuestre que no tiene una tendencia inexorable a lo que suele pasar: jugar bien durante el torneo y caerse al final.
Rafael: Al Santa Fe solo le hace falta un buen presidente. No digo más.
Rodrigo Pardo y Alejandro Santos. Foto:Claudia Rubio / EL TIEMPO
¿Quién le está “metiendo goles” al país?
Rafael: ¿Puedo ser sincero?
No esperaría menos de usted.
Rafael: Espero que no sea Gustavo Petro y algunos de sus ministros, con una serie de anuncios constantes. Les he contado más de quinientos. Claro que se necesitan reformas, y actualizar la institucionalidad del país, pero no condenarlo a perder los ingresos que requiere la gente en momentos de alta inflación. Tienen que ser más reflexivos, tanto en el gobierno como en la oposición, que no es un buen arquero. Deben tener propuestas, fórmulas. No es suficiente con oponerse per se.
Rodrigo: No se me ocurre.
¿Estamos bien, Rodrigo? Si un extranjero recién llegado le preguntara cómo está el país, ¿qué contestaría?
Rodrigo: Que estamos en un buen momento, al menos mejor que la mayoría de los que hemos vivido. Le daría margen a ver cómo evoluciona la Colombia del gobierno de Petro. Existe la posibilidad del ciclo tradicional de presidentes: empiezan bien, acaba la luna de miel y terminan con el sol a la espalda. Hay que ver si Petro nos regresará al modelo anterior de los presidentes de cuatro años o si estamos ante un fenómeno diferente, de una presidencia más conectada con la gente y con la posibilidad real de hacer cosas.
Rafael: No niego que el país está mejor que en muchos de los momentos vividos. Petro es un fenómeno inesperado. Quizá el término no es inesperado. La verdad es que la calle habló mucho antes de la elección. Y es muy positivo que quien le apostó a la paz encontrara, por la vía democrática, la posibilidad de alcanzar el cargo. Puede que lo haga bien y la izquierda tendría que agradecerle por muchos años a Petro si así fuera. Pero, a propósito de estos primeros cien días, creo que es necesario hacer bien una transición energética sin coger a patadas a la gallina de los huevos de oro, y tener muy claro que la salud que hoy tienen los colombianos es infinitamente superior a la de muchos países del mundo. Hay mucho por mejorar, pero sin dañar lo bueno.
Rodrigo: Desearía que le fuera bien a Petro, porque se consolida la visión de que Colombia es una democracia formal, para nada débil. Su llegada a la Presidencia y un buen gobierno suyo confirmarían que sí hay espacio para la izquierda y acabaría con los comentarios de que aquí solo hay partidos de centro o de derecha, o partidos de derecha que se llaman de centro. Estamos avanzando en materia de cultura política y pluralismo de opiniones. Colombia ahora es políticamente mejor.
Rafael: Era imposible que ganara la izquierda mientras existieran las Farc. Con el proceso de paz, que sacó a las Farc del camino, la izquierda tuvo su oportunidad.
¿La paz total es posible?
Rafael: Recientemente estuve en una conferencia sobre el cambio en el paradigma de las drogas y creo en que mientras existan y no se enfrenten de otra manera, no va a ser posible la paz total.
Rodrigo: De acuerdo; puede haber una transformación de las formas de violencia y una reducción al mínimo de los esquemas de guerrilla tradicional. Eso no significa que se acabe la violencia. La droga es un obstáculo gigante, por su enorme capacidad de desinstitucionalización.
En ese orden de ideas, estarán los dos de acuerdo en que Petro es un tipo inteligente, que entiende y sabe esto que ustedes dicen. ¿Cuándo habla de paz total está haciendo entonces populismo?
Rafael: No, es que cambiar ese paradigma de las drogas es prácticamente imposible a corto plazo. Hay un trecho muy largo entre el planteamiento y la posibilidad real de lograrlo. Lo planteé en mi libro La guerra sin fin. Son demasiadas las aristas que deben tenerse en cuenta en un proceso de regulación o legalización. Hay que aterrizarlo y hacerlo de manera conjunta, global.
Rodrigo: El paradigma de la droga y, también, el de la paz. Me llama profundamente la atención la reacción de los Estados Unidos a los primeros pasos del presidente Petro. Fui parte del gobierno Samper y soy testigo de la enorme distancia que había con Washington. Me sorprende cómo hoy caen bien algunas de las propuestas de revisar o redireccionar las cosas, incluida la lucha contra las drogas. Ha pasado mucho tiempo y nos dimos cuenta de que algunas de las políticas que teníamos no funcionaban. Me sorprenden, por lo tolerantes y amplias, muchas de las intervenciones del presidente Joe Biden.
Rafael: Petro plantea su decálogo en Egipto, fustiga la dependencia de hidrocarburos y culpa a Estados Unidos del desastre económico de muchos países, pero temo que solo es escuchado atentamente en el escenario interno y no externo. El mundo no le hace caso a Petro, porque, aunque sus planteamientos tengan valor frente al cambio climático y otras áreas, cada país vive sus realidades y las enfrenta de la manera como puede.
En ese escenario interno, ¿tienen un ministro favorito, que consideren especialmente valioso?
Rafael: Iba a decir José Antonio Ocampo, ministro de Hacienda, pero ese no es mi favorito. Es Alejandro Gaviria, ministro de Educación. También me gusta la ministra de Vivienda; hasta ahora lo ha hecho bien.
Rodrigo: A mí sí me parece que es Ocampo, un economista muy serio, académico de universidades de primer orden a nivel mundial, respetado. Fue clave para el problema que enfrentaba Petro de credibilidad en su manera de manejar al país, que el lunes después de elecciones, antes de las diez de la mañana, hubiera anunciado a Ocampo. Fue una movida inteligente y necesaria.
¿No estará Gaviria sufriendo mucho haciendo parte de un gobierno cuya ministra de Salud cuestiona lo que él hizo cuando ocupaba esa cartera?
Rafael: Sí, pero no le queda más opción que aguantarse.
¿Qué representa actualmente el uribismo?
Rodrigo: El uribismo tiene un problema de vigencia. Ni ha desaparecido ni ha caducado, pero en este momento el país está mirando para otro lado. Me ha sorprendido el expresidente Uribe, por su capacidad de entender la realidad política. Ha conversado dos veces con el presidente y ha tenido una actitud más tolerante. Entiende que el momento político no da para algo muy distinto a eso. No solo estamos frente a un presidente de izquierda, con una favorabilidad aceptable, sino que los principales líderes de las toldas tradicionales están de capa caída.
Rafael: El uribismo es hoy muy poca cosa. Subsiste Uribe, unos partidarios en Medellín que le van a ganar la Alcaldía al de Daniel Quintero y pare de contar. Uribe está mansito con Petro. No veo a Uribe dentro de la política, jugando roles tradiciones. No va a ser senador, ni representante. Le queda una tarea inmensa: ser Uribe.
¿Quiénes son los líderes políticos actuales con vocación presidencial?
Rodrigo: No hay nadie lógico, visible. Estamos en las primeras etapas de un nuevo gobierno y uno se puede equivocar fácilmente al señalar esos líderes. A Petro lo hemos conocido como político, pero apenas estamos aprendiendo a conocer al Petro presidente.
Rafael: Me atrevo a señalar uno, Aníbal Gaviria, gobernador de Antioquia. Me gusta de él su talante práctico. Y mujeres gobernando, hay como dos.
Rodrigo: Estamos en un momento diferente en la manera de ver la política. Petro no solo es distinto, sino que constantemente quiere recordarnos que lo es.
Rafael: El cambio más profundo lo siento en los jóvenes, que están desbordados. Tienen unas ilusiones que no han podido cumplir.
Rodrigo: Mucho de lo que ha cambiado lo está viendo la gente mientras se pregunta qué viene ahora, pero más con un sesgo negativo que positivo.
¿Qué tal está el barrio, el vecindario latinoamericano?
Rafael: En Argentina, hace mucho tiempo gana el peronismo, que no tiene rival. Vuelve Lula al Brasil, y ya lo conocemos. Venezuela, horrible. Perú, tratando de cambiar al presidente cada tanto. No hay una sola izquierda. Son muchas izquierdas en el continente. Por ejemplo, la de México no es igual a la nuestra. Y ni qué decir de unos gobiernos de un corte peligroso, como en El Salvador.
Rodrigo: El continente experimenta un momento que requiere de más análisis. Hay que hacer un esfuerzo por entenderlo, porque me parece que no estamos en la oscilación normal entre derecha e izquierda, sino viviendo cambios que van en otra dirección. La Venezuela de antes, por ejemplo, convivía con el aferramiento al poder de Maduro. Hoy, creo que se abre la posibilidad de un ejercicio democrático y libre de los votantes.
Ese es nuestro entorno. Quiero, antes de despedirnos, preguntarles por su entorno. Sé que ambos tienen unas familias muy bellas, con hijos que los aman y también amigos leales. Pero en todo el proceso que vivieron de recuperación de la salud, sus parejas han sido determinantes. Una frase sobre ellas…
Rodrigo: Margarita llegó en un momento difícil. Es alguien muy, muy importante para mí. Su compañía ha sido única. Margarita me dio fe y esperanza.
Rafael: Soy hombre de pocas palabras, pero hay cinco que lo resumen todo: Diana ha sido lo máximo.
Nota del entrevistador. Cuando dos personas superan los retos de salud que Rodrigo y Rafael han atravesado, tiene que haber algo más que suerte, cariño de las familias o pericia a cargo de los valiosos profesionales que los han operado y tratado. Hay siempre algo más. Algo que permea muchas de sus respuestas. Y ese algo nos define como especie, más allá de la inteligencia y las capacidades de adaptación. Todos lo conocemos, pero no siempre lo experimentamos. Se llama amor. Diana Calderón, periodista y pareja de Rafael Pardo, y Margarita Bernal, chef y novia de Rodrigo Pardo, han sido parte vital de esa fuerza imparable. Ellas lo saben. Los Pardo lo saben. Faltaba que lo supieran los lectores.
Esta entrevista fue realizada por Gustavo Gómez Córdoba.