La escritora belga Amélie Nothomb convierte su trigésima novela, Primera sangre, galardonada con el premio Renaudot en 2021, en una carta de amor a su padre, Patrick, fallecido el 17 de marzo de 2020, el primer día del confinamiento en su país, sin que pudiera despedirse ni hacer el duelo.
En paralelo, según confesó esta semana en Barcelona, empezó “un fenómeno muy extraño”. La escritora sentía que su padre le hablaba todo el tiempo dentro de su cabeza. “No había pasado nunca –expresó–. Era un diálogo que, seis meses después, continuaba”.
Por eso, cogió el bolígrafo y una libreta y se dejó guiar por la voz de su progenitor para construir la novela en la que se transmuta en Patrick, dándose cuenta durante el proceso de escritura de una idea: “Yo nací cerca de la muerte, gracias al poder de la palabra de mi padre, con lo que no debe ser casualidad que me haya transformado en escritora”.
En Primera sangre (Anagrama), Nothomb (1966) descubre la infancia paterna, con episodios hilarantes, así como el momento trascendental de su vida, cuando ante un pelotón de fusilamiento, en 1964, en el Congo, se salvó en el último segundo.
En primera persona del singular masculino, rememora cuando a los 28 años, Patrick, era cónsul en el Congo, al inicio de su carrera diplomática y “vivió una tragedia, el mayor secuestro de rehenes del siglo XX, unas 2.000 personas, a manos de rebeldes, convirtiéndose por su cargo en el portavoz de toda aquella gente”.
“Cada mañana –contó– los rebeldes los ponían en fila y decían que los matarían. Y mi padre decía que sí, pero que primero tendrían que hablar. Y empezaba a hacerlo, sin parar, hasta que llegaba la noche, todos tenían sueño y se iban a dormir, salvando la vida hasta el día siguiente”.
Con la nueva jornada volvía a empezar el ritual, “defendiendo Patrick la palabra, transformado en Sherazade (la protagonista de Las mil y una noches), hasta que un día, los rebeldes, muy nerviosos, dijeron basta y le llevaron ante un pelotón de fusilamiento de doce hombres”, como se lee al principio de la novela.
“Mi padre –prosiguió– pensó que moría y en lo que era el último segundo de su vida apareció el jefe de los rebeldes y dijo que aquello era una broma y que no dispararan. Ese hombre le preguntó si tenía hijos y él respondió que dos, repreguntándole si querría un tercero. Mi padre le contestó: ‘Eso dependerá de usted, señor presidente’. Una frase genial, de la que soy fruto, porque fue allí cuando decidió que tendría un tercer hijo, yo”.
Al escribir el libro se dio cuenta “de la carga que esto significa” para ella.
Otros protagonistas de la historia son la distante madre de su progenitor y, especialmente, el abuelo de su padre, Pierre Nothomb, propietario de un castillo en el sur de Bélgica, aristócrata venido a menos hasta el punto de que dos de sus 13 hijos murieron de hambre.
En su anterior título, Sed, hacía la primera persona de Jesús y ahora es su padre. En la charla le preguntaron cuál fue más fácil. La autora respondió que fue “diferente”, porque el libro sobre Jesucristo lo llevaba preparando desde niña, a lo largo de cincuenta años, y este nunca lo planteó.
Por otra parte, desveló que el libro sí le permitió hacer el d uelo. "He ido más allá, porque mi padre murió bien y al final del libro dejó de hablarme dentro de la cabeza, noté que estaba contento”. Con la sensación de que ahora también le conoce mejor, avanzó que, si en sus dos últimos libros ha tratado sobre "e” padre y el hijo”, ahora lo que vendrá es el “espíritu santo”.
Efe