Cómo sobrevivieron el baile y la salsa en Cali durante la pandemia

En el comienzo de la pandemia se anunció el cierre de Escondite, uno de las discotecas más icónicas de Cali, propiedad de Manolo Solarte, socio de Humberto Corredor, del legendario Abuelo Pachanguero en Juanchito. En enero del 2022, también se confirmó el cierre de Tintindeo, en el sur de la ciudad, refugio de grupos universitarios.

Zaperoco, ubicada en el norte, preferida por los músicos, anunció su agonía, pero su fanaticada no lo permitió. Es un templo de la salsa. Sus habituales referentes son, entre otros, Hugo Candelario, Alexis Lozano y Juanito Murillo.

En el camino murió un viejo bar llamado Evocación, frente al parque de estudiantes de Santa Librada, con una colección inmensa de boleros y tangos, en formato de 45 r. p. m., es decir, una joya irrecuperable. La pandemia y el estallido social hundieron a Cali en la miseria y en el caos. Pero Cali se resiste a dejar de bailar. Cali es la ciudad que más baila en el mundo, muy por encima de La Habana, o de San Juan de Puerto Rico, que pertenece a otra cultura y le gusta bailar con orquestas en vivo.

Cali siempre bailó con disco, con el auge de las Ferias de Cali y los conciertos durante festividades especiales, el caleño descubrió que le gusta más ‘ver’ la orquesta que bailarla, así ocurrió cuando Richie Ray y Bobby Cruz vinieron por primera vez, en 1968. En Cali todavía se baila pachanga y el boogaloo se oye acelerado. Los originales llegaron en 33 r. p. m. y acá se bailaba en 45 r. p. m. Nadie sabe quién lo determinó, fueron los discómanos de la época, en ninguna otra parte se escuchó a más velocidad.

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La novedad durante la pospandemia fue el ‘Corrinche’, una dinámica que se disparó en la calle 10.ª con carrera 3.ª, a la vuelta del boulevard, en el mismo espacio de algo que en los años 70 se llamó ‘La calle del pecado’. Tomando como punto de partida un estanco, donde habitualmente se reúnen bebedores ocasionales, la necesidad del o social, de tener vibraciones y vida, el público pasó de 30 personas a 600 en el curso de unos meses, y apareció gente con maracas y campanas, y llevaron equipos de sonido y consolas. Tomó fuerza en redes sociales y se convirtió en un sitio de moda.

Cerveza a tres mil pesos y aguardiente a precio de estanco. El día fuerte ha sido el viernes, a partir de las 7 p. m.

Doris Calderón, rumbera y conocedora de la noche caliente, encontró ahí un refugio, que toma su auge y termina sobre la medianoche. Doris dice: “Ninguno de nosotros volvió a ser igual, pero los caleños vibramos con la música. Está dentro de nuestros cuerpos y ni siquiera el temor a la muerte lo detiene”. La mala noticia para ellos es que la Secretaría de Gobierno de Cali ya anunció que lo reglamentará por las denuncias de bloqueos de vías. Ya veremos cómo termina el ‘Corrinche’ bajo las leyes del control del espacio público.

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Los tres espectáculos de baile ya se reactivaron: Delirio, Mulato Cabaret y Ensálsate. Mulato Cabaret nunca renunció a abrir, solo lo hizo en los meses en que fue obligatorio. Luis Eduardo Hernández, el Mulato, tiene una estructura fuerte y es el más reconocido como el gran show. Delirio sufrió, pero el prestigio empresarial de Andrea Buenaventura le permitió sobrevivir para arrancar ahora de nuevo. Ensálsate ha sido el más frágil.

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A diciembre de 2019, tanto en el Mundial de Salsa como en el Salsódromo, Cali hablaba con orgullo y presunción de 100 escuelas de salsa por lo menos. En ninguna otra ciudad del mundo existe esa cifra. O quizás solo Río de Janeiro (de samba en este caso). Sabemos que la pandemia cerró y canceló decenas de escuelas, ni los padres podían pagar las mensualidades de las clases, y los bailarines semiprofesionales se dedicaron a cualquier oficio para sobrevivir. Hablando con las personas que conocen el gremio sostienen que hoy apenas hay 40 escuelas, o menos. La tercera parte desapareció.

Desde los años 50, con el auge de la música cubana y el cine mexicano, Cali demostró su fascinación por el baile. La primera escuela de baile fue la de Benigno Holguín y doña Hilda, su esposa, llamada La Cumparsita, en 1943. De los bailarines de mambo y guaracha, entre ellos Carlos Valencia y el Chato, Miguel Ángel Barrios, se pasó al auge salsero de Juanchito y, posteriormente, a la generación pionera que fomentó y publicitó el periodista cubano José Pardo Llada, quien organizó el primer Concurso Mundial de Salsa, en 1974. Ahí estaban el gran Evelio Carabalí, Amparo Ramos (Amparo Arrebato), Jimmy Boogaloo, Esmeralda, Catacolí, Denis y Carlos Paz, entre otros.

En Cali hay dos formas de bailar: el baile social, que todavía utiliza el ‘pasito cañandonga’, el que se baila en discotecas, y el baile de espectáculo, expresión de las escuelas de salsa, donde los alardes dancísticos son producto del ensayo y el trabajo. De todas maneras, el caleño aprende a bailar desde niño, en la esquina y en la calle. Así nacen las relaciones de amistad y de amor en el baile.

Cali podrá estar en crisis social y económica, pero la ciudad vive por la música y bailando. Las escuelas que cerraron volverán o se crearán otras. El gran ‘Piper’ Pimienta cantaba: “El muerto al hoyo y el vivo al baile”.

UMBERTO VALVERDE

ESPECIAL PARA EL TIEMPO