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El misterioso 'vampiro' del arte colombiano

El artista en ‘performance’ Herman De la Parra presenta su nuevo trabajo la U. Tadeo Lozano.

Hermann De la Parra presenta ‘Impromtu el manifiesto de la mariposa negra’.

Hermann De la Parra presenta ‘Impromtu el manifiesto de la mariposa negra’. Foto: cortesía Shofotos

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El artista plástico bogotano Hermann De la Parra se autodenomina un “vampiro”. Su energía suele ser más vital en las noches. Aparecer y desaparecer de los lugares ha sido una constante de su trasegar por auditorios y galerías del arte capitalinas, a lo largo de las tres últimas décadas.
Desde finales del siglo pasado, De la Parra solía intervenir exposiciones de famosos artistas, haciendo un acto de ‘performance’, en el que aparecía de manera sorpresiva en la galería y luego desaparecía. Él anota que era un homenaje suyo al artista y a su obra.
Los asistentes no solo se sorprendían, sino que comenzaron a habituarse a las esporádicas apariciones de este singular visitante de los espacios artísticos capitalinos. Y él mismo empezó a ganar su lugar en escenarios como el Teatro Colón, el Auditorio León de Greiff, Uniandinos, la desaparecida Fundación Santillana o la Escuela Superior de Arte de Bogotá, entre otros.
Precisamente, este 14 de marzo, De la Parra intervendrá el auditorio Fabio Lozano, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, con su nuevo trabajo de ‘performance’ titulado ‘Impromtu, el manifiesto de la mariposa negra’, bajo la curaduría del profesor y gestor cultural Fernando Cuevas. Hará solo dos apariciones: a las 4 y a las 7 p. m. Lo acompaña el bailarín Julián Espitia.
El espectador encontrará 44 obras de mediano y gran formato, en acrílico, óleo, grafito y lápiz. Además de dos instalaciones escenográficas: vestuario y proyección de un video, alusivo a la pieza de ‘performance’ que hará.
De la Parra acompaña su 'performance' de una exposición con 44 obras y dos instalaciones escenográficas: vestuario y proyección de un video.

De la Parra acompaña su 'performance' de una exposición con 44 obras y dos instalaciones escenográficas: vestuario y proyección de un video. Foto:cortesía Shofotos

El momento de la epifanía

Fue justamente en 1993, cuando presenciaba un ‘performance’ en el espacio artístico del fallecido galerista Carlos Alberto González, cuando De la Parra, nacido en Bogotá en 1969, tuvo una epifanía. “Entonces, abandoné el teatro, la danza y la dramaturgia”, cuenta.
Venía de formarse en la década de los años ochenta en estos campos artísticos, en talleres y cursos en la Escuela de Artes y Ciencias Escénicas, la Escuela de Danza de Contemporánea Triknea Kabeliuz, la Escuela Nacional de Arte Dramático y la Corporación Colombiana de Teatro Santiago García.
Ese día, en la galería de González, De la Parra entendió su razón de ser. “Mi personaje se apropia de la urbe y de los espacios del arte. Empíricamente incursiona y espontáneamente transgredo el mundo de las artes plásticas, construyendo vestidos para homenajear a los artistas e interactuando con sus obras. Concluyo que mi verdadera misión es el ‘performance’ y me someto a la academia como observador y asistente en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia”, cuenta.
En esa primera etapa en el ‘performance’, uno de sus iradores fue el fallecido artista Bernardo Salcedo, quien invitó de manera especial a De la Parra para que interviniera su gran retrospectiva en el año 2000, en la Casa Republicana del Banco de la República.
“Me aparecí con un traje de colección auténtico del siglo XVIII, una casulla bordada en hilos de oro y plata, una capa de obispo bordada en los mismos hilos, una mitra, con una fabulosa sombrilla papal gigantesca, que me la cedió un amigo de la embajada de Italia”, comenta el artista. Recuerda que había sufrido una lesión en el pie izquierdo y debió entrar cojeando. “Cuando entré sentí un silencio increíble de los cerca de dos mil invitados presentes”.

La carrera séptima: un escenario ideal

De la Parra celebra 30 años en el 'performance'. Se ha presentado en salas como el Teatro Colón y el Auditorio León de Greiff.

De la Parra celebra 30 años en el 'performance'. Se ha presentado en salas como el Teatro Colón y el Auditorio León de Greiff. Foto:cortesía Shofotos

Pero la semilla y pasión esta rama de las artes plásticas, ya venía germinando desde muy pequeño, como él lo recuerda. “En mi niñez, a los 3 años, mi padre me llevó al circo. Luego a los 10 años, mis padres me llevaron a New York y conocí el teatro musical en Broadway. En ese momento confirmé absolutamente que mi vida sería sobre un escenario”, anota.
Sin embargo, la adolescencia fue una etapa muy oscura en la vida De la Parra, que lo llevó incluso al lúgubre mundo del alcohol y las drogas, cuyas cadenas rompió hace 17 años, para nunca regresar.
“Luego de haber sido expulsado de 14 colegios de Bogotá por mal estudiante y sobre todo por ser quien soy –dice-; a los 18 años, mi padre me expulsó de la casa. Entonces mi madre me compró un apartamento sobre la carrera séptima, en pleno ‘Times Square’ chapineruno. Ese lugar geográfico se convirtió en la pasarela de todas mis creaciones con el vestuario y el gesto”.
En ese entonces, no era extraño ver a De la Parra caminar por el separador central de la séptima, en pleno horario matutino en que los ejecutivos y la gente se dirigían a sus oficinas, con algún vestuario estrafalario. Un día aparecía como japonés, con kimono, cara blanca perfecta y sombrilla oriental. Otro día aparecía de astronauta, todo de blanco, jalando una aspiradora blanca, desde el Carulla de la 63 hasta el parque de los ‘Hippies’.
“A los 24 años no soportaba la autoridad. Mi rebeldía e irreverencia nunca me permitieron conocer la palabra obediencia. Siempre he sido anarquista y con los años, altruista. Me emancipé contra todos los conceptos y normas de la institución y sin proponérmelo me convertí en un artista completamente emergente e independiente. Así que me decido por la disciplina más difícil dentro de las artes plásticas y visuales”, reflexiona.
Fueron años difíciles en su vida, pues también debió despedir a su mamá, luego de una larga enfermedad. Entonces, De la Parra convirtió su cuerpo “en un lienzo en blanco”, sobre el que dibujaba, pintaba, cosía, bordaba y lo intervenía con diferentes materiales. “Quise construir en mí, mi propia obra de arte”.
“Aparecer y desaparecer es un artificio de los magos, de las brujas y yo soy vampiro absoluto”, dice. Precisamente, al pensar en esta idea, siente que influyó mucho en él otra de sus pasiones: el cine. Recuerda que siempre ha tenido especial predilección por la ciencia ficción y las grandes producciones épicas de los años 30 y 40.
“En mi casa no habían libros, había tecnología. Teníamos cine en casa, cuando casi nadie lo tenía, porque mi padre era un destacado director de las comunicaciones vía satélite en Colombia, que había estudiado en Tokio. Así fue, incluso, como la cultura oriental fue la principal influencia que empecé accionar desde el teatro Kabuki y la danza Butoh”, comenta. De hecho, en 2010, tuvo el honor de tomar un taller de danza Butoh, con Ko Murobushi.
De allí, también su fascinación por el arte oriental. No solo en muchas de sus propuestas artísticas y de vestuario. Incluso su casa, donde sólo se ‘respira’ arte, se encuentra vigilada también por varias estatuas de budas que inspiran paz.
Entre sus piezas, se destacan Mishima No Performance’ (Uniandinos, 2009), ‘Los putos castos’ (Fundación Flora, 2013, con curaduría de José Ignacio Roca) y ‘Sodomita: actos contra natura’ (Teatro Colón, 2022).

Entre sus piezas, se destacan Mishima No Performance’ (Uniandinos, 2009), ‘Los putos castos’ (Fundación Flora, 2013, con curaduría de José Ignacio Roca) y ‘Sodomita: actos contra natura’ (Teatro Colón, 2022). Foto:cortesía Shofotos

‘Ha valido la pena’

A lo largo de todos estos años, De la Parra se enorgullece de sumar un recorrido en el arte del ‘performance’: ‘Cuerpo y espíritu’ (Galería La Cometa y Galería Mundo, 2001), ‘Holocausto’ (Auditorio León de Greiff, 2002), ‘El despertar de los muertos’ (Escuela Superior de Arte de Bogotá, ASAB, 2003), ‘La Tempestad’ (Fundación Santillana, 2004), ‘Mishima No Performance’ (Uniandinos, 2009), ‘Los putos castos’ (Fundación Flora, 2013, con curaduría de José Ignacio Roca), ‘Homo-Vampyrus’ (Fundación Universitaria del Área Andina. Auditorio Pablo Oliveirus, 2014) y ‘Sodomita: actos contra natura’ (Teatro Colón, 2022).
Para este nuevo trabajo, De la Parra continúa su reflexión autobiográfica que lo ha acompañado a lo largo de su carrera. Una propuesta que habla de sus complejas emociones y su “exagerada” manera de sentirlas y expresarlas.
“Esta pieza de ‘performance’ habla sobre la adicción al sexo en apariencia, pero el tema es aún mucho más complejo. Remite a itir cómo podemos buscar amor y afecto, de manera equivocada, a través del sexo. Esto acciona un disparador compulsivo y obsesivo, que se denomina como ‘anhelo imperioso carnal’”, explica el artista.
Y aunque no ha ganado un peso con su trabajo, al hacer un balance de su trayectoria y de haberle apostado al arte, para el artista bogotano el peso se inclina hacia lo positivo.
“Ha valido la pena porque además he tenido el privilegio que tienen muchos pocos: a pesar de que no vivo del ‘performance’ he podido sostenerme y resistir los tiempos que he necesitado para evolucionar como artista. Y así como la vida me entrega para producir mis ‘performances’, que cuestan mucho dinero, de la misma forma yo le entrego al público (“observador”) mi arte para su contemplación y su consideración con entrada libre. Así no dejo deudas con la existencia”, cierra.
CARLOS RESTREPO
REDACCIÓN CULTURA
EL TIEMPO
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