En una de sus fotografías se ve al colero de la Vuelta a Colombia, absolutamente rezagado de los demás, no hay más ciclistas, pero a lo lejos se adivina la lucha personal de ese hombre que entiende que la dignidad está en la meta, en esa subida que parece interminable, mientras que una caravana eterna de carros lo sigue, paciente o impacientemente, a la espera de que ese hombre termine su calvario.
Con seguridad, muchos minutos antes de ese instante, la prensa ya estaba agolpada esperando por el vencedor para cubrir su llegada triunfal, la definición de la etapa; las miradas estarían buscando al líder, al campeón de la montaña, imposible dejar por fuera de un periódico la foto del podio con los protagonistas.
Sin embargo, Carlos Caicedo (Cáqueza, 1929 – Bogotá, 2015) se quedó con el colero. La gloria no está siempre en las medallas y él lo sabía. El colero es aquel que jamás se mira en los medios de comunicación, pero a él eso no le importaba. Lo mismo en una carrera en Bogotá, donde un “gamín”, va trotando de espaldas con la ropa rasgada, roída, al lado de unos atletas que parecen no percatarse de su competidor. “Sin pena por la gloria”, la llamó después aludiendo a la desnudez que deja entrever el menor, un título que bien podría usarse también en la imagen de un niño que se asoma, casi sin dientes, a unas partidas simultáneas de ajedrez en Bogotá.
Caicedo captó, también en la Vuelta a Colombia, la esencia de un país: la fotografía del ciclista en “el caballito de acero”, corriendo junto a un caballo de verdad alentado por su jinete, es una metáfora de una nación incipiente en carreteras, en “progreso”, contrastando ese mundo rural que se emocionaba ante la naciente competencia: la vuelta comenzó en 1951 y el ciclismo se corría en vías polvorientas, atravesando ríos, sufriendo el “pavé” real, sorteando toda clase de obstáculos. Y así quedó consignado en el trabajo de Caicedo. Ahí está también la imagen de un ciclista solitario, caminando sobre una carretera destapada arrastrando su bicicleta, en medio de un paisaje imponente, cuando justo al lado pasa un bus intermunicipal para levantar la polvareda, como si quisiera recordarle, aún más, su soledad. Pero también están las imágenes de mujeres elegantes, de sastre y carteras, esperando por el paso del lote. Y el drama de los caídos, de los que tuvieron que retirarse, de los que sangrando supieron cumplir su objetivo.
Y hablamos solo de su faceta como fotógrafo deportivo, la que veremos en la Feria del Millón que se llevará a cabo entre el 23 al 26 de noviembre, con 50 fotografías dedicadas al ciclismo, el fútbol, el tenis, el esquí acuático, el golf, la natación, el ajedrez, al automovilismo y al atletismo. Sin embargo, el trabajo de Caicedo es muy extenso, desconocido e infinitamente valioso porque cuenta a Colombia como pocas personas vieron al país desde finales de la década de los años 40.
La fotografía ya la llevaba en la sangre cuando empezó como ayudante en el estudio Foto Schimmer, para luego trabajar con Sady González, otro gran reportero gráfico, y así dar paso a su trayectoria en medios de comunicación como El Siglo, Semana, El Espectador y en EL TIEMPO, donde dio a conocer buena parte de su trabajo durante varias décadas y donde también fue columnista. En 1976, el Museo de Arte Moderno de Bogotá realizó una exposición de sus fotografías, dejando en claro, desde entonces, la importancia de este maestro de la fotografía. El Fotomuseo también expuso algunos trabajos hace más de 20 años. Caicedo retrató presidentes, personalidades de la vida nacional en contextos inesperados -García Márquez y Alejandro Obregón, entre ellos-, imágenes cotidianas de Bogotá, situaciones bajo la lluvia, escenas de violencia, noticias como una intoxicación masiva en Chiquinquirá, y muchos eventos donde siempre se las ingenió para tomar la foto en el ángulo menos esperado: postales de incendios, de un desapacible día de censo en 1973, de sombras y de luces, jugando con las siluetas de escenas siempre sugestivas; de niños que lucen siempre dignos ante la vulnerabilidad de su entorno. Un legado enorme que se podrá disfrutar el otro año en un libro que publicará Editorial Planeta.
Esta realmente es una oportunidad para conocer más de Carlos Caicedo, un hombre que estuvo siempre ahí, con una mirada muy diferente, en el instante preciso, ni un segundo más ni un segundo menos, listo para congelar en una imagen lo que jamás hubiéramos visto.
¿Dónde y cuándo?
Cuándo: 23 al 26 de noviembre.
Dónde: Será en un edificio de 10 pisos lleno de arte, ubicado en la Calle 77ª No 11-60.
Horarios:
Jueves: 5 p.m. - 10 p.m.
Viernes: 2 p.m. - 10 p.m.
Sábado y domingo: 12 m - 10 p.m.
Diego Garzón Carrillo*
Especial para EL TIEMPO
*Codirector de la Feria del Millón
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