La obra del artista colombiano Andrés Santo Domingo, en un libro escrito por Fausto Panesso

Muchos considerarían que la llegada Andrés Santo Domingo a las artes plásticas fue tardía; sin embargo, para él fue definitivo encontrar su vocación casi a los 40 años.

"Son generaciones que han tenido que ver con una búsqueda de vocación, que estudian filosofía, saben de música, hasta que la pintura un día los atrapa como destino. Y ya para siempre serán pintores. Hacen una pintura muy vital,  un oficio muy riguroso y de pronto dan cuadros excepcionales", comenta el periodista cultural, especializado en arte, Fausto Panesso.

Él y Santo Domingo han sido amigos durante años. Esa relación, traducida en interminables conversaciones, se convirtió en el insumo del más reciente libro de Panesso: 'Cosmografía a cielo y tierra', que aborda la carrera y la historia familiar del artista, que antes de ser pintor se graduó como filósofo, músico e intérprete de la flauta transversa. Hasta que en 1994 hizo su primer cuadro.

"Él un día se encontró con su vocación, con su capacidad de saber que son artistas, son pintores y que hay un camino del cual no tienen regreso, ¿no? Es una generación que realmente era muy joven ayer, hoy es una generación madura, pero de las últimas vocacionales, muy influidos por Obregón, por Manzur, por los grandes del arte colombiano, que lo llevaron al modernismo", agrega Panesso.

En la obra de Andrés es muy evidente esa influencia, sobre todo, la de Alejandro Obregón, en los trazos y los colores.

"Obregón les enseñó a los artistas que no hay verde para el árbol, negro para la noche, rojito para el atardecer. Les enseñó que los colores son para usarlos con impertinencia. Y como él decía, uno no pinta la naturaleza, se compite con ella", agrega Panesso.

El libro se divide en las facetas de Santo Domingo como pintor: sus obras abstractas y muy personales, los paisajes, las flores y sus viajes cósmicos, su serie más importante en blanco y negro.

"Yo lo vi en todos los procesos y como fue afianzándolos hasta que logró ser un virtuoso en los retratos, en el tema físico, y en apropiar la influencia de Obregón hasta, tener un lenguaje propio, tener un mundo propio", cuenta Fausto.

"Mi gran maestro sería Obregón -agrega el artista bogotano en uno de los apartados del libro- por su manejo extraordinario del color, donde su pincelada va trazándose de una manera espectacular, y todo aquello que va apareciendo a realidad es de una forma mágica".

La obra de Santo Domingo se ha expuesto en prestigiosos lugares como la Universidad Harvard; en The Florida Museum, de Miami; el Rockefeller Center de Nueva York, y fue escogida para participar en la Biennale de Etruria, en Roma (Italia). Además, tiene una representación en Londres, de la mano de la galería Maná.