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Viaje a la esquizofrenia con un violinista y seis bailarinas
L’Explose remontó La razón de las Ofelias, un clásico de su repertorio, que se estrena el viernes.
La pieza tiene la mayoría de su elenco original, además del violinista Daniel Plazas. Foto: Karen Cortés
El coreógrafo español Tino Fernández recuerda que cuando su madre batallaba contra la compleja enfermedad de la esquizofrenia, una de las cosas que lograban apaciguarla era la música. Fernández, que estableció en Colombia su grupo de danza contemporánea L’Explose, recuerda ese detalle más de once años después de que decidió transformar ese dolor en arte.
Juntando detalles como el de la música, el español dibujó el lienzo de lo que sería 'La razón de las Ofelias', una pieza que, con la dramaturgia de Juliana Reyes, abordaba desde el movimiento este desorden mental. La obra se convirtió en un emblema de la compañía, y este viernes, tras ocho años de no presentarla, vuelve a escena en una corta temporada en su sede de La Factoría.
“Ya las heridas se han curado un poco, pero ahora el que está dando sus últimos pasos es mi padre. Acabo de llegar de España y eso ha sido remover un poco todo lo de mi madre y lo de mi padre en este momento”, cuenta el coreógrafo.
Para este remontaje, con el que el grupo celebra once años de La Factoría, Fernández y Reyes cuentan con casi todo el elenco original: solo hay un par de cambios en el cuerpo de bailarinas, que conforman Ángela Cristina Bello, Luisa Camacho, Leyla Castillo, Sara Regina Fonseca, Luisa Fernanda Hoyos y la actriz y cantante Natalia Bedoya.
La pieza además cuenta con la participación de un violinista, que en el estreno fue Ara Malikian, quien es una especie de rockstar del instrumento, y ahora es Daniel Plazas, integrante del Quinteto Leopoldo Federico.
“La compañía tiene algo y es que llevamos trabajando con los mismos intérpretes muchos años y eso hace que haya mucha más madurez para la coreografía en los distintos momentos. Eso les da una textura superinteresante a las obras que hemos remontado con el tiempo”, afirma Reyes.
El resultado, como suele pasar con los trabajos de esta agrupación, es un potente viaje en el que se combinan coreografías de gran plasticidad, variedad de recursos visuales y profundidad argumental.
Fernández no quiso centrarse solo en la enfermedad de su madre, sino en encontrar referentes que alejarán el foco de sus vivencias. Así fue como apareció Ofelia, personaje de la tragedia 'Hamlet' de Shakespeare, que sufre un colapso mental tras la muerte de su padre.
Otro referente, cuenta Reyes, es el cuadro del mismo nombre que pintó el inglés John Everett Millais, en el que aquella trágica doncella aparece muerta y rodeada de jazmines.
La pieza tiene la mayoría de su elenco original, además del violinista Daniel Plazas. Foto:Karen Cortés
La idea de la puesta en escena es profundizar en los límites de la locura. Por eso, esa Ofelia se fracciona en seis personajes que interpretan a su modo, y sobre todo a su ritmo, diferentes dimensiones de la demencia. Y se puede decir que sí hay una protagonista, Leyla Castillo, quien encarna a una Ofelia que asume con calma su viaje.
“Está la exuberancia de la sexualidad, el desborde corporal, la parte maniaco-depresivo, que vienen a contarnos los fantasmas de este personaje central, de esta Ofelia que prácticamente tiene una partitura de movimiento muy de la mano del butoh, muy minimalista”, dice Fernández.
La acción parece desmenuzarse en varios planos: en una misma secuencia, por ejemplo, Bedoya aparece cantando en el suelo mientras que Bello cubre con papel periódico las manos de esa Ofelia protagonista.
Además, en el fondo del escenario, hacia la derecha, hay una vieja nevera de la que en algún momento sale Daniel Plazas, el violinista, que no solo interpreta la música compuesta por Camilo Giraldo, sino que además tiene su propia partitura de movimientos. “En la obra, todas las partituras de violín, a excepción de una, vienen a calmar a las intérpretes”, apunta Fernández sobre el papel de Plazas.
En el escenario aparecen otros elementos, como un ventilador, una cubeta de huevos, un revolver, un metrónomo, entre otros. Y no son simples adornos, sino objetos que suman a la exploración temática.
“Todo el trabajo de investigación previo que hicimos con respecto a la enfermedad, a cómo se disocia el yo, cómo hay esa relación con los objetos, de sentir que los objetos te hablan, toda esa estructura que antes del montaje fue bien importante, creo que eso se percibe. Cuando la retomamos uno sentía que esa pulsión interna estaba ahí”, asegura Reyes.
Todo suma a esta construcción delicada del complejo laberinto de la mente.
Dónde y cuándo
Viernes y sábados, 8 p. m. Domingos, 5 p. m. Hasta el 24 de febrero. La Factoría. Carrera 25 n.° 50-34, Bogotá. 30.000 pesos.