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¿Cómo salvar al churuco, al tití y a otros primates colombianos?
El biólogo y documentalista Federico Pardo presenta ‘Salvando primates’, en el Planetario de Bogotá.
Tití Caquetá. Foto: Salvando primates / Felipe Pardo
El ecosistema colombiano está en peligro; cuatro de nuestros primates más emblemáticos y espectaculares pueden desaparecer. La presencia en bosques y selvas del churuco, el tití Caquetá, el tití cabeciblanco y el mono araña es cada vez más preocupante.
El biólogo colombiano Federico Pardo no duda en lanzar la alarma, en el caso del titi cabeciblanco, un precioso animal con manchas cafés y una cresta de león, “su población se estima en apenas seis mil individuos, estaríamos perdiendo seis mil miquitos alimentándose de insectos y dispersando las semillas de las que nacen plantas y árboles”.
El churuco es una criatura que asombra con su presencia y verlo en estado silvestre merecería un safari. Habita en las faldas de los andes con la Amazonía, al norte de la Serranía de La Macarena y en el Magdalena Medio. “es, quizás, el más grande de las Américas, puedo compararlo con el chimpancé del África, porque es un mono gigante, peludo, barrigón, muy fuerte y acrobático. Ellos saltan, son ruidosos, andan en grupos grandes, y son los dueños y amos de las copas de los árboles. Cuando los observamos, advierten nuestra presencia y nos lo hacen saber con ‘rameos’, que son comportamientos de agresión para que no nos entrometamos en su territorio. Son imponentes y tristemente no lo conocemos y no lo valoramos como uno de los más hermosos que tenemos”.
Pardo es biólogo de la Universidad de los Andes, bogotano y está al frente del proyecto ‘Salvando primates’. Es, además, un documentalista de la naturaleza de primer nivel: ha ganado dos premios Emmy por 'Untamed Americas', de National Geographic, y 'The Amazon: A Paradise for Sale', de Univisión.
Y desde el pasado 4 de mayo tiene una exposición interactiva en el Planetario de Bogotá, 'Salvando primates', un experimento que, sin irse del muro de cemento, lleva a los visitantes a la selva, a caminar por ella, a sentir los olores de la naturaleza, a ver los primates y otras especies en su hábitat, sin (todavía) necesidad de botas pantaneras y de pisar el barro. Luego de ver la exposición se disparan las ganas de conectarse con la naturaleza y sentir el aire fresco del bosque.
“Trabajar con primates tiene varias aristas. Por un lado, ellos nos hacen reflexionar en cuanto a nuestra naturaleza humana; pero también nos llevan a analizar sobre si ellos, y los bosques donde habitan, están en buenas condiciones. Si es así, lo más probable es que las comunidades humanas aledañas puedan verse beneficiadas, pero si no es así, será un problema para todos”.
El gigante choruco, con sus ojos azules. Foto:Salvando primates / Felipe Pardo
El proyecto nació en el 2019. “Después de varios años de trabajar en documentales de ciencia y naturaleza, algunos relacionados con primates, finalmente me di cuenta de que faltaba hacer algo que nos permitiera canalizar acciones de conservación en los territorios. Apliqué a una beca de la National Geographic Society y recibí el apoyo que necesitaba para hacer el rodaje. Durante 50 días, en diferentes bosques y selvas de Colombia, recogí el material audiovisual que hace parte de la experiencia. Luego, recibimos el apoyo del Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación de Colombia, para hacer la postproducción, edición de videos y audios. Y la experiencia inmersiva es una coproducción con el Planetario de Bogotá, también con el apoyo de la National Geographic Society”. Y por cada visitante que llegue a la muestra se sembrará un árbol en bosques colombianos.
A Pardo, los primates lo flecharon en Costa Rica. Estuvo en el país centroamericano en un campamento de verano cuando aún estudiaba bachillerato. Un biólogo del parque lo invitó a una caminata y vivió un momento que marcó su vida. “De pronto llegó el sonido de unos monos aulladores, algo que nunca había visto y mucho menos así, en tropa; eran seis u ochos emitiendo su sonido gutural, que es fuertísimo, uno de los más fuertes en animales terrestres. Quedé alucinado con este grupo de monos, muy tranquilos, mirándonos desde los árboles”, cuenta.
En sus viajes lleva entre 5 y 6 maletas, cada una pesa entre 20 y 30 kilos que, por supuesto, no solo le impiden ‘viajar liviano’, sino que tiene que enfrentarse con mil y un trámites burocráticos. “Uno como biólogo en terreno se acostumbra a no necesitar el confort de un resort o de un hotel cinco estrellas. Normalmente estamos en lugares remotos, con muy pocas comodidades, con temperaturas extremas, mosquitos y todo tipo de bichos alrededor, dormimos muy poco, la comida no es la más variada”. Y esos recorridos pueden durar meses.
Pero todo vale. Sus documentales no solo han sido premiados, se ven en distintas plataformas y también en sus redes sociales. Y ahora tiene la ilusión de que la gente vaya a su exposición, que se acerque a los primates y los conozca, que apreciemos lo que tenemos. Y de esto y mucho más habló con EL TIEMPO.
El ágil mono araña. Foto:Felpie Pardo / Salvando primates
¿Cuál es su primer recuerdo de un sonido de la naturaleza y cuál fue este sonido?
Difícil, ¿no? No es fácil acordarse de esos primeros momentos de o con la naturaleza. Y más aún en Bogotá, donde, aunque estamos rodeados de verde y naturaleza, no es la más biodiversa del país. Pero sí recuero que, de niño, mi mamá trabajó en el Instituto Nacional de Salud, en el departamento encargado de preparar los sueros antiofídicos, para curar las mordeduras de serpientes. Íbamos a visitar el serpentario del lugar, una colección de culebras que usaban para extraer el veneno y preparar el antídoto. En esa colección había serpientes de cascabel, cuando entrábamos sentían nuestra presencia y empezaban a mover su cascabel y golpeaban la caja donde estaban. El sonido es bien distintivo, le advierte a uno que ahí hay un animal que no está contento con tu presencia. Desde esa época, me encantan las serpientes y durante mucho tiempo fueron mis animales preferidos.
¿Qué o quiénes le enseñaron a amar la naturaleza?
Mi amor por la naturaleza viene de varios momentos. Además de mis visitas al serpentario, recuerdo el programa 'Naturalia', que era sagrado para mí, porque representaba mi opción de ver animales en pantalla: leones, tigres, elefantes, jirafas… También, revisaba la guía de programación de TvCable y buscaba los documentales de naturaleza. Por otro lado, en mi casa había una biblioteca muy chévere, con la Enciclopedia Salvat y varias colecciones de libros de animales. Las veía durante horas. Y cuando llegó el internet, debía tener 15 o 16 años, buscaba información de serpientes, tratando de ver qué había más allá.
¿Cuál ha sido el lugar del país en el que más ha sentido la compañía y la esencia de los primates que estudia?
Han sido muchos, todos mágicos y cada encuentro ha sido alucinante. Por ejemplo, con el tití cabeciblanco, en la Costa Caribe, en los Montes de María, donde está ubicada la reserva del Proyecto Tití: vas por el bosque seco y de pronto empiezas a oír unos chillidos muy agudos y cuando logras ubicarlo es como un peluche de cabeza frondosa blanca, saltando entre los árboles, algo nervioso (obviamente, no les gustamos tanto) y empiezan a gritan para dar la alarma. En los bosques del Magdalena Medio, cerca de Barrancabermeja y de la frontera con Venezuela, he grabado en varias ocasiones al mono araña café. Son los acróbatas o las arañas de los árboles, porque como su nombre lo indica, son muy esbeltos, imponentes por su tamaño, de brazos largos, colas largas, ojos de color azul muy único. Van pasando por las ramas moviéndose como péndulos. Pero, tal vez, el primate que más me impacta es el churuco.
Las miradas de los primates son muy profundas. ¿Se debe a que se parecen tanto a nosotros o hay alguna otra explicación?
Es cierto, hay algo en ellos que cautiva a la mayoría de las personas. Tal vez, porque se parecen a nosotros: tienen manos, dedos, pies y otros rasgos, además de un cuidado parental y varios comportamientos que se asemejan mucho a los nuestros. Creo que cuando vemos a los ojos a los primates y a otros animales, logramos una conexión más profunda con ellos. Tengo una anécdota: cuando estaba haciendo la tesis en biología en pregrado, vivía en los Llanos Orientales y como parte de la metodología de investigación debía treparme a los árboles a cortar unos frutos para observar quién se los comía. En una de esas llegó un grupo de monos aulladores y, de pronto, un macho se puso en frente mío, seguramente extrañadísimo de que un humano (un bicho raro para él) estuviera trepado en aquel árbol. Pero estaba muy tranquilo, simplemente me observaba. Y esa mirada me cautivó. Después de aquella experiencia, los primates siguieron apareciendo en mi vida, como biólogo y después como documentalista, y cada vez que trabajo y grabo micos, hay algo nuevo para registrar sobre la crianza, la alimentación, el grupo social y las jerarquías que, dependiendo de las especies, cambian mucho. Es realmente fascinante y hermosísimo presenciar cómo funciona una sociedad de primates.
El hermoso mono cabeciblanco. Foto:Salvando primates / Felipe Pardo
¿Qué ha aprendido de ellos?
Es una pregunta algo difícil, porque yo siento que al ver a los primates en su estado silvestre es difícil no darse cuenta de que nosotros también somos primates. Entonces, trabajar con ellos me ha permitido entender cosas nuestras, como el aspecto social. La mayoría de las comunidades de primates son sociedades complejas, donde las relaciones de familia y de amigos juegan un papel muy importante; también el juego, el acicalamiento, el cuidado parental… Aspectos que a nosotros como humanos o primates humanos nos hacen sentir bien. Por otro lado, me he dado cuenta de que los primates, junto con otros animales, como el jaguar, el oso de anteojos, águilas de gran tamaño, etc., son especies ‘sombrilla’: al conservarlas también se protegen otras especies porque habitan en su ecosistema.
¿Entabla una relación con ellos?
La verdad, no buscamos entablar una relación con ellos, pero voy a hablar de cuando los grabo. Siempre trabajo con biólogos especialistas en primates, que los conocen muy bien, así como los bosques en donde viven. Otro aspecto importante es su habituación a la presencia humana; que se vayan acostumbrando a vernos y entiendan que no somos una amenaza o un peligro, que no somos depredadores o cazadores, ni vamos a hacerles daño. Los primatólogos, cuando empiezan a estudiar un grupo, todos los días, muy temprano, llegan al árbol donde durmió ese grupo y los persiguen durante todo el día dentro del bosque, caminando detrás de ellos y haciendo las observaciones necesarias: qué comen, cuánto duermen, por dónde se mueven, con quiénes interactúan…Eso es lo que les permite entenderlos para tomar medidas de conservación. Yo, como camarógrafo y documentalista de naturaleza, me beneficio de que estos grupos de animales ya están acostumbrados a la presencia humana no dañina; obviamente, cuando llegamos con las cámaras, los trípodes y toda esa parafernalia, al principio se percibe un poco de nerviosismo en ellos; pero después se van dando cuenta de que uno también es una especie amiga. Lo más importante es tratarlos con respeto, así como a todos los animales en general. Cuando vamos al bosque a grabarlos, nosotros estamos visitando su casa; estamos yendo a un lugar que es de ellos. Por tanto, debemos manejarnos como si estuviéramos de visita en la casa de otro humano. Eso es lo que nos ha permitido ser testigos de comportamientos y momentos únicos que no mucha gente tiene la facilidad de ver, pero que después podemos compartirlos con el resto del público.
¿Por qué es importante la exposición?
La experiencia 'Salvando Primates', que estará hasta el 16 de julio, es un viaje mágico a través de una selva multimedia; una experiencia inmersiva donde los visitantes van a poder conectarse a través de imágenes, sonidos y emociones con la biodiversidad de Colombia. Hemos diseñado un recorrido de más o menos una hora, que tiene diferentes momentos, donde podemos aprender y conocer de nuestra biodiversidad y de nuestros primates. También, viajar metafóricamente a las selvas de nuestro país, oír los sonidos, percibir los olores y las sensaciones de estar en estos lugares; y, finalmente, entrar a una selva de video a seguir el día a día de diez especies de primates de nuestro país, junto con otros personajes que hacen parte de los bosques, como el jaguar, las aves, e inclusive la deforestación. Esperamos que haya una conexión a un nivel más profundo y emocional con nuestra biodiversidad. Normalmente, es difícil tener a esas regiones y a esos lugares, que para la mayoría resultan incómodos, por la temperatura, los mosquitos y otras condiciones adversas. Hemos tratado de traer la selva a la ciudad; traer los primates a la ciudad, para que las personas puedan conocerlos.
Felipe Pardo en su trabajo de campo. Foto:Salvando primates / Felipe Pardo
¿Qué es lo más importante que hay que aprender con la muestra?
Conectar con la biodiversidad de nuestro país. Que conozcan aquellas especies que, estoy casi seguro, lamentablemente el 90 por ciento de los ciudadanos aún no conocen. Esto servirá como una señal de alarma, para darnos cuenta de que, tal vez sabemos más de jirafas, rinocerontes, elefantes y leones del África, que de churucos, marimondas, sagüinos, bebe leches, chichicos y otra gran cantidad de primates. Pero no solo el desconocimiento es de lo primates, sino que pasa igual con aves, anfibios, reptiles, plantas y con ecosistemas enteros.
En caso que (ojalá no pase) las especies en vía de extinción no logren sobrevivir, desde el punto científico ¿qué sería lo que más perderíamos?
En Salvando Primates hemos utilizado esta explicación: Sin primates, no hay bosques; sin bosques, no hay vida; sin vida, no hay comunidades. Eso lo explica todo. Los primates son considerados los “jardineros” de los bosques, ya que al comer frutos y al moverse de un lugar a otro, al defecar, son grandes dispersores de semillas, haciendo que crezcan nuevos árboles. Con la destrucción de los bosques, los monos se quedan sin hábitat y se extinguen. Esto implica que dejan de sembrar nuevos árboles, en los que viven no solo ellos, sino infinidad de especies que coexisten. Se está generando un trágico círculo de exterminio de ecosistemas enteros. Empezamos a descompletar los cimientos de los ecosistemas y se puede llegar a un desbalance ecológico. Todos los días, a través de los noticieros, la radio, los periódicos, el internet y las redes sociales, vemos y oímos de la deforestación, de especies en peligro, de daños ambientales, pero nunca lo presenciamos, nunca estamos cerca, nunca nos afecta y, como no nos afecta, poco nos preocupa; estamos muy ajenos de todo este contexto ambiental que está pasando en el país. Creo que las emociones pueden ser esa llave para que la gente empiece a tomar acciones puntuales, para que cambie su conducta y su comportamiento y a tener una vida más sostenible.