En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
Opinión
Betty es mi familia / Columna El otro lado, de Ómar Rincón
Una mirada a un personaje de la televisión que sigue evolucionando.
'Betty la fea, la historia continúa', de Amazon Prime Video Foto: Ana María Toro Chacón
Confieso que mi estreno con Betty la fea fue muchos años después de su lanzamiento, gracias al hábito que la pandemia nos dejó. Recordar cómo todos nos reuníamos a ver una novela y esperar el nuevo capítulo cada día, entre comerciales de televisión, fue una sensación nostálgica. Lo más emocionante era esperar a que llegara el lunes para tirarnos todos en la misma cama y disfrutar de “la hora de la novela”.
Esa sensación conocida y quizás añorada por mi generación la retomé durante las largas horas de encierro de la pandemia. Gracias a eso, tenía frescos los capítulos del genial libretista Fernando Gaitán, quien logró llevarnos entre el drama, la ridiculez y la perfecta dosis de humor. En 1999 no había visto Yo soy Betty la fea. Algunos preferíamos la rebeldía y queríamos sentirnos más interesantes leyendo El lobo estepario, de Hermann Hesse, alejados de las banalidades de la televisión. En esos días, hablar de telenovelas no era parte de nuestra historia generacional.
Betty nos abrió puertas en el exterior y rompió con el modelo de amores maniqueos, revelando verdades cotidianas y difíciles en una sociedad llena de estereotipos, machismos y silencios profundos, expuso discriminaciones y fachadas que solo llevan a vidas desdichadas y fracasos en una sociedad repleta de farsas. Eso lo entendí cuando la vi en la pandemia.
Fredy el mensajero y cada una de las integrantes del cuartel de las feas armaron el cuadro perfecto para hacernos reír y entendernos como colombianos, reconociendo esa capacidad tan fantástica que tenemos de reírnos de nuestras propias desgracias y seguir adelante con una sonrisa.
Y llegó Betty la fea 2024, y me encontré con personajes con una que otra cirugía y unas cuantas canas, pero con sus personalidades intactas. Esto me hace pensar si nosotros, los seres humanos, nos vemos tan iguales después de varias décadas.
En dos capítulos, nos muestra la evolución de una sociedad y ese viejo dicho: padre rico, hijo acomodado, nieto pobre. En esta nueva época, la difícil realidad de criar cuervos que te sacarán los ojos se hace presente con Mila, una muchachita que rechaza a su mamá y muestra la frialdad de una nueva generación que consume, habla, entiende y ama de manera diferente.
Ana María Orozco, quien interpreta a Betty, y Jorge Enrique Abello, quien interpreta a Armando Mendoza. Foto:Cedida por Prime Video
Este reencauche, más allá de traernos la melancolía del ayer, nos deja esa sensación que tarareo al ritmo de Presuntos Implicados: “Cómo hemos cambiado”.
Compartir estos recuerdos de Betty con nuevas generaciones y oír los comentarios de jóvenes quinceañeros se vuelve una real experiencia, por ejemplo, cuando se ofuscan de por qué Betty tiene que volver a ser fea y sus observaciones sobre la decoración nada que ver de las oficinas.
Me despido con la expectativa de ver los próximos capítulos, para descubrir qué más nos trae en el desarrollo de los personajes. Espero que logren equilibrar ese gran maridaje entre el drama y el humor, que hasta el momento no está muy claro, pero que confío en que podrán conseguir.