A comienzos de los años 1970, Papillon se convirtió en un inmenso éxito editorial y de taquilla. El libro original recogía las memorias de Henri Charrière, condenado a cadena perpetua en una cárcel infame de la que escapó de manera inverosímil. La versión cinematográfica agregó dos ingredientes irresistibles: la carismática participación protagónica de Steve McQueen y la gran actuación de Dustin Hoffman como su compañero de desdichas.
Casi medio siglo después, llega una nueva cinta sobre la misma historia, con dos preguntas bajo el brazo: ¿Hace honor a la original? ¿Valía la pena hacer una nueva adaptación? Convengamos que el mayor riesgo de volver a rodar un clásico como Papillon radicaba en salir con un chorro de babas, reemplazando el drama humano por una avalancha de acción y efectos digitales.
La buena noticia es que el guionista de la nueva cinta, Aaron Guzikowski, y su director, Michael Noer, respetaron los elementos básicos que hicieron de su antecesora un éxito. Lo más sobresaliente de Papillon es su estilo narrativo setentero, lo cual, no sobra aclararlo, es un elogio. La mala noticia es que esta nueva versión es tan fiel a la original que no queda claro por qué había que volver a hacerla.
La película no es más que una fiel adaptación, pero quizás sí un poco menos. Así como Charile Hunnam no es Steve McQueen, Rami Malek no es Dustin Hoffman, sino el protagonista de Bohemian Rhap- sody, cuyo inesperado éxito en Colombia ha sido tan grande que solo eso explica que la distribuidora se la haya jugado por un filme que de otra manera tal vez ni siquiera habría pasado por nuestras salas de cine arte.
MAURICIO REINA
CRÍTICO DE CINE