Los seguidores de la serie El general Naranjo, que emite Caracol, son fieles. Desde su inicio, la han acompañado con un promedio de 10 puntos de rating. Pero también se preguntan cada noche de lunes a viernes, a las 9:30 p. m., qué es verdad y qué no.
La serie está basada en El general de las mil batallas, el libro de Julio Sánchez Cristo sobre la vida del general Óscar Naranjo, “un hombre que empezó como teniente de la Policía y llegó a vicepresidente de Colombia, con méritos suficientes”, como dice Magdalena Larrota, productora del programa.
Pero agrega que no se trata de una serie documental. “Si bien el personaje central es el general Naranjo, en la serie él encarna el heroísmo de muchos hombres y mujeres de la institución que dieron esa lucha”, comenta.
“Además, no hay una fórmula matemática de porcentajes. Hay una base histórica real, pero en el entramado hay mucha ficción”, agrega.
Los libretos los escribió Luis González, quien falleció en febrero del año pasado y estuvo a cargo de guiones para cine, teatro y televisión. “Él tenía un método muy personal que implicaba la inmersión total en la historia”.
Y dice que con el libro de Sánchez Cristo “se hizo un recorrido cronológico de los últimos 35 años de historia de Colombia, desde la lucha que enfrentó la Policía contra todas las formas de delincuencia, fortalecidas por la financiación del narcotráfico. Entonces, los hitos históricos de dominio público se presentan, pero la serie es una ficción que recoge esos hechos y entreteje a personajes reales con ficticios, para construir la narración de forma coherente y atractiva”.
Uno de estos personajes es el ‘Liso’, que interpreta Julián Román. El actor ha contado que este representa a muchos maleantes con los que Naranjo se encontró durante su vida, muchos de ellos conocidos.
Larrota manifiesta que para la construcción de la historia hubo conversaciones con el general y su familia, primero, porque “plasmar las implicaciones personales de las decisiones que tomaba desde sus cargos era una parte importante de la historia”.
Y ya para el diseño “de cualquier estructura dramática, se hizo un árbol de personajes que equilibrara a los protagonistas y sus correspondientes antagonistas, en función de los hechos relevantes que iban a conducir el hilo narrativo. Definimos qué episodios se iban a contar con los personajes principales que iban a lo largo de la producción y luego se determinó cuáles iban a entrar y salir en una especie de avance con relevos, pues había que cubrir 35 años de eventos”.
Larrota dice que, con lo anterior, el general “fue muy comprensivo al entender que esta no era una historia documental y había que moverse dentro de unos códigos que hicieran la serie entretenida. También, que el hecho de contarla desde el lado de los buenos no quería decir que los personajes de ese lado fueran perfectos e infalibles. Sabía que eso era muy aburrido y no le interesaba a nadie”.
A Larrota la sorprendió “su calidad humana y el valor que le da a su familia, por encima de todo lo demás”. Una familia que mientras contaba su historia, incluyendo los momentos dolorosos, como la muerte de hombres y mujeres cercanos al general, sacó los álbumes de fotos para narrar su vida y, de paso, ayudarles a los realizadores a perfilar la parte humana de la serie.
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