La crisis del periodismo no es culpa de las redes, tampoco de las fake, mucho menos de Uribe, Petro, Duque y demás especies degenerativas. La crisis es del periodismo que hacemos y su desconexión de los ciudadanos.
Según la encuesta Invamer que mide la percepción, que es toda la realidad en política y lo simbólico, la favorabilidad que tienen los
medios de comunicación es de 37 % y la de las redes es de 49 %.
Desde el estallido social, las redes suben y los periodistas bajan. Eso pasa cuando solo se informa desde un lado: el Gobierno y la Policía.
Lo significativo está, sin embargo, en que más del 50 % de los encuestados creen que en medios y
redes todo es mentira. Los ciudadanos saben, cada vez más, que todo es fake.
En este contexto es raro eso de insistir en el periodismo militante uribista o petrista o charista, eso no da nada, solo deslegitima.
Se entiende que haya medios y periodistas que son actores políticos, pero que sea evidente y transparente: decirlo les haría bien.
La crisis del periodismo también se debe a la tendencia autoritaria y el desprestigio evangelizador de líderes como Trump, Uribe, Chávez, Maduro, Ortega, Bolsonaro, Amlo, Petro, Bukele, quienes acusan a la prensa como el verdadero enemigo e invitan a la lucha contra esas falsas narrativas. Bolsonaro llegó a decir “prensa de mierda, canallas y sinvergüenzas”, pero cuando estaba esa prensa contra Dilma era digna, valiente y verdadera.
Tampoco ayuda que haya expansión de los modos de censura: no dar entrevistas a periodistas disidentes, negar el a la información, manipulación con la publicidad oficial, sanciones económicas, seguimiento de impuestos, acoso policial, hostigamiento judicial, linchamiento digital, pereza periodística, vedetismo de los periodistas, mala formación... Todo esto lleva a la censura pura y dura. Y a la baja legitimidad social.
Tal vez sea bueno recordar que lo que siempre demostró el poder de los medios fue que hicieran periodismo de rigor y mostraran cierta independencia y mucha autonomía. Hacer periodismo ‘en función de la ciudadanía’ para que la gente tenga ‘algo’ de poder. Y ese periodismo da muy buenas ganancias democráticas y económicas.
Y ahora que vuelven las elecciones, pues sería bueno que los periodistas y medios recordáramos que no podemos narrar las elecciones como una carrera de caballos, con relato deportivo y el chisme como género informativo, porque eso significa abdicar de hacer periodismo y profundizar la democracia.
El periodismo no se puede quedar con eso de Dios, la familia y la patria. Huyamos de la polarización y la militancia y pasémonos al lado de los ciudadanos.
Hagamos periodismo, conectemos con la agenda ciudadana en los temas claves que expresó el estallido social: la violencia policial, la violencia contra la mujer, el acoso sexual, el medio ambiente, la educación pública gratuita, la renta básica, la política de derechos...
Salgamos de la queja, el ‘pobretismo’ y la victimización... hagamos relatos poderosos. Hagamos periodismo, no es mucho, y es todo.
ÓMAR RINCÓN
Crítico de televisión
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