A los 20 días de haber empezado la pandemia, el año pasado, el actor cubano
Jorge Cao sintió la necesidad de comunicarse con la gente. “No podía quedarme en mi torre de marfil sin un o directo”, dice.
Personalmente, cuando la emergencia comenzó, se impuso disciplinas. “Organicé un plan completo desde la mañana, como si fuera un día normal: que si desayuno, que si pinto la mesa, que si leo. Incluso, redescubrí la siesta, que hacía mucho tiempo no estaba en mi vida”, cuenta.
Entre serio y divertido, cuenta que con el paso de los días sintió que estábamos en una larga condena. “Mis cercanos me decían que dejaran de ver noticieros, pero es que no puedo dejar de enterarme, de informarme”.
Se empezó a hacer preguntas de cómo acercarse, y aunque no ha sido tan amigo de las redes sociales, “porque lo de uno ha sido mirar a los ojos y abrazar”, esa “fuerza de miles de caballos” lo llevó a “pensar en la poesía”.
Así, Cao, nacido en Caibarién el 2 de enero de 1944 y que reside en Colombia desde 1994, organizó primero una función con gente de la Compañía Nacional de Artes para leer textos de
Shakespeare.
“Cada participante buscó el texto que más le gustaba e hizo su escenario en sus casas: con lámparas, con velas, y apareció el poder de la metáfora. Mucha gente se acercó porque es que la literatura sí sirve”, dice Cao, que llegó al país a protagonizar Pecado santo y ha estado en producciones como La mujer del presidente, La sombra del deseo, Corazón prohibido, El último matrimonio feliz y Te voy a enseñar a querer, entre otras.
Y aunque su nombre y su talento también han estado al servicio del teatro y del cine, su personaje de Pasión de gavilanes, el de Martín Acevedo, es uno de los más recordados, por su dosis de humor.
Esta caracterización volvió a estar en los medios debido a la repetición de la novela, lo que llevó a Cao a entrevistas y a traer los recuerdos de esos días, pero no lo hizo perder el norte de lo que ya había empezado.
Le trajo más seguidores, eso sí, y lo llevó a hacer lives no solo de lectura de poemas, sino también para hablar de poesía, como ocurrió hace unos días con la actriz Gloria Gómez.
Comenzó con una lectura de poemas de autoras cubanas y continuó con colombianas, para darles paso a las iberoamericanas.
Supuso que sería algo para adultos. Pero fue otra la realidad: “Creía que a los jóvenes no les gustaba, y me equivoqué”.
También ha cantado boleros, un género cercano, y les cuenta a sus seguidores quiénes son César Portillo de la Luz o Frank Sinatra.
“Yo no estoy en contra del reguetón, la gente quiere mover el esqueleto con ese género, pero hubo un momento musical muy importante en otros tiempos. Hoy no se canta tanto en vivo. Yo recuerdo los night clubs de La Habana, con sus grandes voces”, dice.
“Se han ido perdiendo muchas cosas de las artes, pero hay gente muy joven a la que le importan desde la buena música hasta la actuación. Por eso, poner mi granito de arena para entretener y emocionar es importante”.
Lo dice un hombre para el que es imprescindible actuar, con más de 50 años de carrera, de hacer arte todos los días.
Ahora, en su labor con la poesía, ha destacado el trabajo de “Maruja Vieira, que es la matriarca a sus 98 años, con su cabeza bien puesta y maravillosa, así como el de Matilde Espinosa, otro monstruo, y el de Patricia Ariza, mujer de teatro y gran autora. Este ha sido un ejercicio personal de, además, analizar a estas grandes de Iberoamérica, con su lucha clara, profunda, influyente”.
De paso, está feliz con sus “tertulias colectivas y permanentes” con sus seguidores en las redes. Y descubrió que su personaje de Martín en Pasión de gavilanes es el abuelo de todos y puede abrir otras vías.
“Este camino abierto es importante. Hoy pienso: a una sala de teatro van 300 personas y luego del aplauso uno se encuentra a 2 o 3. En las redes son miles opinando. Creo que este momento nos enseñó que tenemos que pasar del teatro teatro al teatro con video, sin perder la presencialidad”.
Recuerda cuando participó en Annie, el musical de la desaparecida Misi, “una mujer que era una locomotora empujando, y lo difícil que fue sacarlo de Bogotá para llevarlo a Medellín. Viajar con el teatro dramático es muy difícil, a muy pocos les interesa
presentar obras, así a la gente le guste. Hay que ver cómo se encuentra el lenguaje más cercano, hacer una simbiosis... Estoy pensando, pensando
Y que lo siga haciendo. Jorge Cao es un sello de la televisión de las últimas décadas y su fuerza es necesaria, más en estos momentos en los que dice que la poesía lo sacó de un punto difícil.