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¿Se perderá el estilo de Miyazaki? Así luce lo nuevo de su estudio
Earwig and the Witch es la primera película de Ghibli en CGI y 3D. En Netflix están sus clásicos.
Película Earwig and the Witch, de Studio Ghibli Foto: Studio Ghibli
Hayao Miyazaki, la leyenda japonesa de la animación, juró que su estudio –el famoso Ghibli– jamás haría una película por computador. Qué equivocado estaba.
Después de 36 años, su compañía, pionera de la animación artesanal, ha dado un vuelco y su más reciente producción, Earwig and the Witch (Earwig y la bruja), luce como una película hecha por Pixar, Disney o DreamWorks.
El Studio Ghibli fue creado por Toshio Suzuki para producir las películas de Hayao Miyazaki, pero ellos dos no pueden llevarlo a cuestas para siempre
El 15 de junio de 1985, Miyazaki, el director Isao Takahata y el productor Toshio Suzuki crearon un hito de la animación mundial. Habían probado suerte un año atrás con el filme Nausicaä del Valle del Viento, que les dio el éxito necesario para aunar fuerzas. Aunque Takahata –ya fallecido– tiene créditos en filmes como La tumba de las luciérnagas y Suzuki ha sido el productor de todos los títulos, Miyazaki es el más célebre y brillante de sus fundadores. Es el alma de Studio Ghibli.
Con 80 años recién cumplidos, el dibujante de animé, escritor y director de animación ha logrado narrar historias en las cuales la naturaleza, las criaturas fantásticas, la magia y la inocencia infantil se fusionan en dramas adultos: la orfandad, la guerra, la enfermedad, la muerte y el abandono. Miyazaki no solamente institucionalizó su concepto del arte en la animación, sino la forma de abordarlo, poniéndole su sello a Ghibli.
Earwig and the Witch es dirigida por Goro Miyazaki –hijo de Hayao– y es la primera producción de Ghibli en computador y en 3D; transcurre en la década de 1990, en Inglaterra, donde Earwig, una huérfana, al fin es adoptada al cumplir 10 años, cuando se entera de que su madre es una bruja. El filme mantiene el alma de la productora –relatos profundos, fantásticos, repleta de espíritus, asombro y aventuras–, pero acude a una estética más contemporánea.
El estudio Ghibli tomó su nombre de los aeroplanos Caproni Ca.309 que sobrevolaron el desierto del Sahara durante la Segunda Guerra Mundial y eran llamados así por los italianos. ‘Viento cálido soplando a través del Sahara’ es el significado de la palabra árabe que llegó a la vida de Hayao Miyazaki gracias a su papá, un mecánico de aviación.
Sin duda, Earwig and the Witch trae nuevos vientos para la compañía. Planeada para estrenarse en las salas estadounidenses a mediados del año y una semana más tarde en la plataforma HBO Max, su protagonista es la nueva heroína de un universo que el estudio ha construido con mujeres empoderadas de todas las edades y condiciones: princesas, hechiceras, viejas, jóvenes o niñas. En la memoria están Anne y su lucha contra la depresión en El recuerdo de Marnie, los sueños y temores de las pequeñas Satsuki y Mei en Mi vecino Totoro, el miedo de Chihiro al ver sus padres convertidos en cerdos en la oscarizada El viaje de Chihiro, la fiereza de San al defender el bosque de la destrucción en La princesa Mononoke, o la poesía que destila Jokan, el personaje principal de El cuento de la princesa Kaguya.
'El viaje de Chihiro' ganó el Óscar a la mejor película animada en el 2003. Foto:Archivo. EL TIEMPO
Con linaje o sin él, las heroínas del Ghibli son poderosas e inmortales como sus villanos, animales y criaturas fantásticas inspiradas en la naturaleza –Totoro, por ejemplo, es la imagen del guardián del bosque a partir de un oso, un conejo y un gato– y que forman parte fundamental de su filmografía.
Pero no siempre ha sido fácil para los estudios Ghibli.Con sede en Koganei, en las afueras de Tokio y con un museo fundado en el 2001 en homenaje a sus personajes fantásticos, han librado duras batallas.
Pese a la lluvia de críticas, no es la primera vez que en los estudios usan computador en sus filmes –en los años 90 incluso crearon un departamento para tal fin, luego de que fue imposible finalizar de otra manera una película tan ambiciosa como La princesa Mononoke–. Sin embargo, el viejo Miyazaki lo desmanteló porque “no quería depender de esas técnicas”.
Goro Miyazaki explicó por qué se decantó por usar CGI, en contra de los ideales de su padre: “El Studio Ghibli fue creado por Toshio Suzuki para producir las películas de Hayao Miyazaki, pero ellos dos no pueden llevarlo a cuestas para siempre”, dijo. “Después de pensarlo, sentí que no habría futuro para el estudio si copiaba lo que habían hecho antes, ya que solo estaría haciendo copias competentes”.
La princesa Mononoke de Hayao MIyazaki Foto:Cortesía de la producción
Tal vez será una lucha más que enfrentará el estudio japonés que ha salido airoso de discusiones con monstruos del entretenimiento como Miramax.
El episodio lo cuenta Steve Alpert, exejecutivo de la compañía japonesa, en sus memorias, Sharing a House with the Never-Ending Man: 15 Years at Studio Ghibli. Cuando Harvey Weinstein –el productor declarado culpable de cometer varios crímenes sexuales– estaba a la cabeza de Miramax intentó recortar el metraje de La princesa Mononoke de 133 a 90 minutos.
Miyazaki se negó tajantemente, lo que le valió la ira de Weinstein, que era conocido en el medio por recortar los filmes, incluso sin permiso de sus autores. Al final, el contrato que Ghibli había firmado con Disney –que encargó a su subsidiaria Miramax de la distribución del filme en Estados Unidos– era tan sólido para los japoneses que no pudieron quitarle ni un solo diálogo a al filme. Aún hoy, Ghibli mantiene el control total sobre sus obras.
Película Earwig and the Witch, de Studio Ghibli Foto:Studio Ghibli
Desde el 2014 el estudio no estrena una producción propia, y la expectativa se cierne sobre Earwig and the Witch, que acabó de estrenarse como adelanto exclusivo en Japón en la cadena de TV NHK.
Mientras, el viejo Miyazaki continuará trabajando en su próximo filme, How Do You Live?, que gira alrededor de las emociones de un adolescente. Hasta ahora no se ha pronunciado sobre la película de su hijo. Idealizar el pasado y rechazar el futuro no siempre es una buena estrategia, pero es inútil no sentir desconcierto y tristeza ante el inminente comienzo de una nueva era en la original animación de Ghibli.