'Archivo 81', la pesadilla de Netflix atrapada en una cinta de video

Dan está encerrado en una casa en las afueras de Nueva York. Tiene la tarea de recuperar unas cintas de video y audio que se salvaron del incendio de un viejo edificio de apartamentos que se llama Vasser. Parece un trabajo fácil para este personaje, que con la habilidad de un cirujano consigue salvar registros o reliquias del pasado, pero que en su nueva misión tendrá una experiencia aterradora.

Así se puede resumir la trama de Archivo 81, una serie de seis episodios que ya es considerada como una de las propuestas de terror psicológico más impactantes de Netflix.

Se ha vendido como un gran ejemplo de horror, pero en realidad es una producción que apuesta más por el suspenso, por cultivar una sensación opresiva que va creciendo con cada episodio.

Pero volvamos a la trama. Todo empieza cuando Dan Turner (Mamoudou Athie), un restaurador, descubre los registros de Melody Pendras (Dina Shihabi), una joven que estaba realizando un documental en una vieja edificación de Manhattan, en 1994. La historia transcurre entre el presente del restaurador y el pasado de la realizadora, marcando poco a poco una extraña conexión entre ambos.

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Desde el principio queda claro que hay algo turbio alrededor de las cintas de Melody Pendras. Cada arruga en la cinta y cada imagen distorsionada por el tiempo va mostrando poco a poco el infierno al que se enfrentará Dan al reparar el material.

La serie no esconde la influencia que tiene de las películas del subgénero de Found Footage (material visual encontrado y que se convierte en el eje de la narración) como Actividad paranormal y hasta El proyecto de la bruja de Blair.

También explora el ambiente malsano presente en filmes como El bebé de Rosemary o El inquilino (ambos del director Roman Polanski y que se ambientaban en edificios con extraños habitantes).

Así es como Archivo 81 logra un balance entre el drama y la reflexión acerca de la salud mental. Pero a eso se le agrega un claro componente de misterio, ayudándose del tema de los cultos secretos y las sociedades ocultas.

Otra obsesión de la serie radica en el reencuentro con el pasado y con las cintas análogas. Las imágenes, caracterizadas por ese grano especial de su textura vintage, le dan un aspecto nostálgico a las escenas en las que Dan revisa el material antiguo. Esa exploración estética es el verdadero detonante de la tensión.

“Hice algunas películas experimentales. Estaba muy interesado en los efectos de cámara. Rodar la película hacia atrás y luego hacer doble exposición. Cosas así, son cosas muy geek”, confesó en una entrevista para Looper la guionista y creadora de la serie, Rebecca Sonnenshine, famosa por su trabajo en otros proyectos exitosos como The Boys y Outcast.

“Vivimos en un mundo digital ahora, pero en la serie, definitivamente, tuvimos la oportunidad de jugar con muchos formatos que solía usar en el pasado”, agrega Sonnenshine.

Videos de VHS, cámaras mudas y hasta un dispositivo que graba imágenes en viejos casetes de audio aparecen para ayudar a construir la narración de las vivencias de Dan y Melody.

El estilo de esta historia es menos explícito que muchos proyectos audiovisuales de terror. Se toma su tiempo para llevar al espectador a una verdadera experiencia sobrenatural. Y esto muy a pesar de contar con James Wan como productor ejecutivo, que podría pensarse como el ‘amo’ del terror de sobresalto, pues es el cerebro de la saga de El Conjuro y en otros filmes como Insidious o Maligno tuvo el mismo rol que tiene en Archivo 81.

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Con todos esos elementos, los testimonios en cámara de una adolescente que lidia con extrañas convulsiones, junto a los comentarios de una vecina que dice hablar con los muertos y la sospechosa presencia de un hombre obsesionado con el pasado (y con Melody), se reviven en la pantalla de un computador de alta resolución con un Dan cada vez más confundido.

Es cierto que la serie a veces se enreda un poco (justo como las cintas recuperadas en el reproductor de VHS), pero consigue seguir adelante ampliando el espectro de sorpresas entre dos protagonistas separados por el tiempo y la tecnología, pero que tienen en común más de lo que se imaginan.

Archivo 81 se desenvuelve a su propio ritmo. Hay que tenerle paciencia, pero cuando engancha es necesario quedarse pegado a la historia.

La producción tiene a su favor que es arriesgada y trata de ser visualmente más profunda y cuidada que muchas producciones similares que apuestan simplemente por asustar con el material en video encontrado.

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En general, pretende echar mano de muchos elementos y situaciones para contar su aventura y algunas de sus resoluciones son muy fáciles, pero al final logra superar esos detalles con un giro inesperado y, como lo dijo el crítico Saloni Gajjar en AV Cub, tiene una narrativa llena de abanicos sobrenaturales y traumas intergeneracionales cuyo final pide a gritos una segunda temporada.

De hecho, la manera en la que presentan el desenlace de la historia ha sido tema de conversación entre la base de fanáticos que la serie ya empezó a cultivar. Hay teorías entre el público y explicaciones en portales especializados, lo que es un buen indicador de la habilidad con la que manejan el giro que da la estocada final.

ANDRÉS HOYOS VARGAS

En Twitter: @AndresHoy1