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Pier Paolo Pasolini: el brutal asesinato de un mártir del cine
Los victimarios de Pasolini lo aplastaron con su propio Aston Martin. Perfil del cineasta italiano.
¿Quién mató a Pasolini? ¿Por qué? Las preguntas de su escalofriante crimen flotan aún en el aire; su asesinato y sus verdaderos autores se diluyeron, ¿o los dejaron diluir?, con el paso los años. El cadáver de Pier Paolo Pasolini tirado en una playa de Ostia (Italia) dejó atónito al mundo. Parecía un nazareno, con la ropa rasgada –al parecer en un intento por huir del martirio–, la cara desfigurada por los golpes, los huesos rotos por una paliza infame y el corazón literalmente destripado: los asesinos luego de la golpiza le pasaron por encima el Aston Martin que el cineasta y literato conducía esa noche.
Mi primer encuentro con Pier Paolo Pasolini no fue con la escabrosa imagen de ese rebelde asesinado. Fue en una oscura sala de cine en el Terraza Pasteur, en la célebre esquina de la 24 con la Séptima en el centro de Bogotá, años después. Tenía 16 años y me encontré con una película típica de los cineclubes como lo eran –o son– casi todas sus producciones. El pandeyuca y el café que me había comido antes de entrar a la función se transformaron en una náusea continua: orgías, desmembramientos, violaciones, empalamientos, muertes, sumisión, tortura, heces y sangre. Eran los círculos del infierno, de La divina comedia de Dante, expandidos a cuatro partes, adobadas con las barbaridades de la novela del Marqués de Sade y en el contexto de la invasión nazi a Italia durante la Segunda Guerra Mundial: el anteinfierno, el círculo de las manías, el círculo de la mierda y el de la sangre… si era que uno aguantaba hasta ahí. El director no tenía puntos medios al plasmar su visión crítica contra el sistema, la represión sexual, el poder, la burguesía, la política o la iglesia. 'Saló o los 120 días de Sodoma' era una película repulsiva.
Sin embargo, no hay forma de desligarla de la vida de Pasolini –tampoco de su muerte–. Fue su producción más famosa, que se estrenó de manera póstuma y que ostenta el crédito de ser una de las más censuradas en los anales del cine. “Obscenidad alucinante”, “Pornografía descarada”, “Mal gusto al extremo”, “Asquerosa”. Los titulares en los medios, en 1975, eran tan descarnados como lo que se veía en pantalla.
Películas del cineasta Pier Paolo Pasolini Foto:Archivo. EL TIEMPO
Pasolini rodó una veintena de cintas en las que entrelazó la sexualidad, la pobreza y lo sacro con una feroz crítica política a la burguesía, a la que consideraba una nueva forma de fascismo. Su filmografía reflejaba sus distintos intereses, siempre con su sello: en sus comienzos se sumergió en el neorrealismo italiano, ese de genios como Vittorio De Sica o Roberto Rossellini. 'Accattone' fue el debut cinematográfico de Pasolini, a los 39 años, y 'Mamma Roma', con una espléndida Anna Magnani –con quien se peleó casi hasta llegar a las manos durante el rodaje–, ratificó su mirada profunda del que sería su maná: los desvalidos, las prostitutas y los ladrones. Le seguirían su interés por las tragedias griegas con una reinterpretación a su estilo: 'Medea' y 'Edipo Rey' -que él mismo defendió como su filme más personal-; vinieron 'Teorema' y 'Porcile', que fueron sus críticas más ácidas contra la burguesía y a la vez sus más exitosas producciones en la taquilla, y un homenaje al erotismo y el sexo, ambientado con la música de Ennio Morricone, en la trilogía de la vida –que incluyó 'El Decamerón' (ganadora del Oso de Plata en Berlín), 'Los cuentos de Canterbury' (que obtuvo el Oso de Oro) y 'Las mil y una noches' (ganadora del Gran Premio del Jurado en Cannes).
El crítico cinematográfico y exdirector general del Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales de España Fernando Lara lo define como “un cineasta irrepetible, cerrado en sí mismo, testigo privilegiado de una época convulsa que acabaría incluso con su propia vida”.
Películas del cineasta Pier Paolo Pasolini Foto:Archivo. EL TIEMPO
'El evangelio según San Mateo' fue la película que le dio sus máximos reconocimientos y la que más problemas de producción tuvo, porque Pasolini se obsesionó con rodarla en Palestina (de hecho, hizo un documental al respecto de ese viaje), la que le resultó más costosa y le dejó tres nominaciones al Óscar –a mejor vestuario, dirección de arte y música–.
“Me vino a la mente por puro accidente leyendo el evangelio de Mateo, en Asís, un día que me invitaron los curas a debatir mi filme 'Accattone'. A la quinta o sexta página pensé: ‘¡Pero si aquí tengo una película!’ Es bellísimo”, contó maravillado el mismo Pasolini en una entrevista sobre el relato que ganó el Premio Especial del Jurado en Venecia.
Es “la mejor película sobre Jesucristo”, señaló, en el 2015 y sin ironía L’Osservatore Romano, el diario del Vaticano. Lo certero es que un ateo, homosexual y comunista declarado produjo el retrato más emotivo, alejado de la divinidad y más humano sobre el Mesías: un Jesús rebelde condenado por sus ideas y por su entrega a los demás.
Antes de dedicarse a hacer cine, Pier Paolo Pasolini ya tenía una larga trayectoria como escritor con 14 libros de poemas publicados, dos novelas y un libro de cuentos. 'Ragazzi di Vita' (1955) fue su primera novela ambientada en Roma. La fascinación del autor por el proletariado queda patente desde sus inicios, con esta epopeya de pícaros que se buscan la vida como pueden en medio de una ciudad cruel, descarada y en plena reconstrucción tras los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
Un cineasta irrepetible, cerrado en sí mismo, testigo privilegiado de una época convulsa que acabaría incluso con su propia vida
'Le ceneri di Gramsci' ('Las cenizas de Gramsci', 1957) es su poemario más aplaudido y político, inspirado en la tumba de Antonio Gramsci, pensador y fundador del Partido Comunista Italiano. Con sus once poemas, Pasolini, comunista crítico y herético, pone sobre la mesa algunos de sus temas capitales, como la vida en los suburbios, la desigualdad inherente a ciertas formas de progreso, el desarraigo cultural o el atraso del mundo rural. Fue un auténtico éxito editorial y centró muchos debates, pues llegó en un momento clave para la potente izquierda italiana, por el XX Congreso del Partido Comunista soviético, en el que se renegó de Joseph Stalin, y poco después de la invasión de Hungría.
Pasolini nació el 5 de marzo de 1922 en Bolonia, pero su infancia transcurrió en varios pueblos de la alpina Friuli, como Casarsa della Delizia, donde pasó la guerra y escribió sus primeros versos. Su vida se truncó cuando fue acusado de “indignidad moral” por masturbarse con un grupo de jóvenes en unas fiestas.
Reducido al ostracismo y expulsado del Partido Comunista por ser homosexual, el escritor, acompañado por su madre, emprendió la huida y llegó en el frío enero de 1950 a Roma. Era la ciudad de sus primeras novelas, 'Ragazzi di vita' (1955) y 'Una vita violenta', con las que entró por la puerta grande en los salones de la intelectualidad, pero cuya “obscenidad” hizo sacar los dientes a la censura. Después vino el cine.
Si Pasolini viviera, hubiera cumplido 100 años el 5 de marzo. Fue un incomprendido que tomó posición, no siempre a favor de una tendencia, sino de aquello que simpatizara con sus ideales y su pensamiento. Se creería que por su inclinación de izquierda hubiese apoyado las protestas sociales que se dieron en la década de 1960, pero su crítica a todo lo llevó incluso a deslegitimar movimientos como el del Mayo del 68 francés poniéndose del lado de los policías y no del de los estudiantes "hijos de papi y mami". Él mismo se definió como un “marxista y católico echado a perder”.
Cuando unos turistas descubrieron el cuerpo destrozado de Pasolini y alertaron a las autoridades, ni la Policía ni los forenses daban crédito a lo que veían. El dramaturgo y cineasta tenía 53 años y ocupaba sus tiempos libres con sexo ocasional con prostitutos a los que también invitaba a cenar a restaurantes lujosos. El chico que compartía con él esa horrible noche del 2 de noviembre de 1975, Pino Pelosi, fue condenado por el crimen y pasó una década en la cárcel. La muerte había sido fruto de una “trifulca de índole sexual”, según puntualizó el expediente del tribunal romano que cerró y reabrió el caso en varias oportunidades sin decisiones contundentes. Hay varios nombres que se han barajado como sus victimarios: los que manipulaban el negocio del petróleo –y que él denunció en una novela– o quienes estaban detrás de los asesinatos selectivos y los atentados que azotaron a Italia en la época conocida como ‘Los años del plomo, marcada por una ola de atentados y asesinatos cometidos por las extremas izquierda y derecha y cuyos nombres sabía, pero no tenía pruebas para denunciar.
Fotografía fechada en 1962, durante el rodaje de la película 'La Ricotta', del director italiano Pier Paolo Pasolini (izq.) Foto:AFP
Sin quererlo, la imagen de su muerte tortuosa evocó la figura del mártir y su vida de persecución y censura hizo que lo compararan con un Cristo contemporáneo. Pasolini no lo quiso así, pero siempre fue un rebelde que tenía la costumbre de vivir al extremo y de no callarse nada. Era un incómodo.
“Creo que se convirtió en aquello que nunca habría querido ser. La verdadera muerte espiritual de Pasolini llega tras su asesinato, cuando hacen de él un intelectual conciliador, bueno para la derecha e izquierda”, sostiene Lucrezia Ercoli, directora de Popsohpia, un festival internacional sobre la filosofía en la cultura de masas. “El mejor modo de recordarlo es no sacrificarlo de nuevo y respetar esa capacidad suya de ser urticante, molesto”.
Sobre la figura de Pasolini se han escrito miles de ensayos y artículos, y se han realizado cientos de conversatorios y clases magistrales. Abel Ferrara –otro cineasta famoso por la estética descarnada de sus películas– llevó al cine los últimos días del atormentado Pier Paolo en una interpretación magistral de Willem Dafoe, y la editorial 451 publicó una novela gráfica hecha por Davide Toffolo en la que creó un universo ficticio que insinuaba que Pasolini estaba vivo en el 2002; allí a través de una serie de entrevistas contaba sin tapujos la tragedia de su vida y su muerte.
Después de haber visto 'Saló' –película que jamás he repetido por su realismo abrumador– leí mucho sobre el cineasta italiano: fue amigo de María Callas y dicen que ella se enamoró perdidamente del poeta, un amor imposible dada su homosexualidad. Tuvo una estrecha y conflictiva amistad con Bernardo Bertolucci –quien fue su segundo asistente de dirección en 'Accattone'–, sus estrenos eran a menudo boicoteados por grupos neofascistas al grito de “das asco”, y gracias a su posición contra la poderosa burguesía industrial y la hegemonía de la Democracia Cristiana le abrieron 33 procesos legales, aunque ninguna condena.
Superando mi impresión, me acerqué a otras de sus películas –'El evangelio según San Mateo', 'El Decamerón' y 'Teorema'–. Pero nada superaba lo de Saló, de la que supe se usó chocolate para las escenas escatológicas y salsa de tomate para simular la sangre. Fue un alivio.
SOFÍA GÓMEZ G.
CULTURA
*Con información de Efe
Películas del cineasta Pier Paolo Pasolini Foto:Archivo. EL TIEMPO