Winston Churchill (1874-1965), primer ministro del Reino Unido durante prácticamente toda la Segunda Guerra Mundial, se destacó por sus dotes políticas de orador, estadista e historiador, corresponsal de guerra, biógrafo y ensayista, quien “ha defendido exaltadamente los valores humanos” –tal como quedó constancia al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1953–.
Personificado esta vez por el recursivo actor escocés Brian Cox, no solo en su inconfundible aspecto físico sino también en sus rasgos sicológicos y humanos, esta película cien por ciento británica expone las reservas manifestadas por el grande personaje en relación con la secretísima Operación Overlord, que daría inicio a la arremetida final de tan prolongada conflagración mundial. Basta ver su aparición en una playa fangosa para evocar la sangre derramada y apreciar la talla del método escénico extraído del Royal Shakespeare Company.
Para seguir a cabalidad las trascendentales decisiones que recayeron sobre su influyente figura, en junio de 1944, siendo líder de paz y comandante del Ejército de Su Majestad Jorge VI, obliga ubicarnos en aquellos momentos decisivos para la humanidad y medir las consecuencias de semejante estrategia riesgosa: el Día-D; es decir, el desembarco de las Fuerzas Aliadas en Normandía para liberar al occidente europeo del yugo nazi.
Por iniciativa bélica estadounidense del general Eisenhower, quien comandaba el Ejército Aliado, y del par británico Montgomery, el hombre colosal sentíase inmensamente preocupado por arriesgar las vidas de decenas de miles de jóvenes soldados. No quería repetir el penoso desenlace del desembarco por él mismo patrocinado, en Gallipoli (Turquía 1915), que había culminado en el matadero de un cuarto de millón de hombres enfrentados al poderío del imperio otomano.
Además de resaltar sus capacidades oratorias y persuasivas, un minucioso guion del historiador Alex von Tunzelmann recrea en términos familiares y amistosos algunos parlamentos cruciales establecidos con sus poderosos colegas ya mencionados (Ike y Monty). Su esposa Clementine, interpretada con dotes suficientes por Miranda Richardson, juega un papel bastante discutible por cuanto insiste en su fuerte carácter femenino contrapuesto a la pretendida debilidad hogareña del ‘bulldog británico’.
El género biopic, o películas de aspectos biográficos, posee innegable importancia en los medios audiovisuales del Reino Unido. Sin necesidad de abarcar perfiles o semblanzas cronológicas, hay ejemplos recientes que abordan momentos claves del desarrollo de personalidades por todos reconocidas: La Reina Isabel II (Cate Blanchett), su padre Jorge VI (Colin Firth en ‘El discurso del rey’), Margaret Thatcher (‘La Dama de Hierro’, según Meryl Streep), la princesa Diana de Gales y, en el plano americano, la recién aclamada ‘Jackie’ en tiempos de duelo por el chileno Pablo Larraín.
MAURICIO LAURENS
Especial para EL TIEMPO