Después del último acorde y en medio de los estruendosos aplausos que el público del National Theatre de Londres le brindaba al musical Hadestown el pasado 7 de enero, nos miramos con mi esposa en un gesto de asombro que pocas veces habíamos notado al final de un concierto, acabábamos de presenciar algo histórico.
Tengo la convicción de que esta obra escrita por Anaïs Mitchell en el 2006 y dirigida por Rachel Chavkin –ambas menores de 40 años– va rumbo a convertirse en un clásico del teatro musical y puede llegar al nivel de obras maestras de este género como las escritas por Andrew Lloyd Webber.
Adapta el mito de Orfeo y Eurídice a la era de la Gran Depresión americana con vestuario de la época y con canciones marcadas por el blues y el folk. Narra el enamoramiento de los dos jóvenes protagonistas y el posterior secuestro de Eurídice a manos de Hades para llevarla al inframundo y convertirla en su esclava. Hasta allí logra llegar el valiente Orfeo para rescatarla, pero en el último momento del rescate pierde a su prometida sin que se materialice el esperado triunfo del amor.
El hilo conductor lo lleva el empeño de Orfeo en componer la canción Epic, que les permitirá conseguir la felicidad como pareja y liberar a su pueblo del tedio. Con este recurso y una melodía pegajosa repetida en varias ocasiones se logra la empatía del público hacia la obra. Otra canción que funciona muy bien es Why We Build The Wall, con una letra que los oyentes relacionan con la pretensión absurda de Trump de construir el muro en la frontera mexicana, aunque fue escrita antes de la aparición de Trump en la escena política.
Hadestown tiene además una coreografía llena de vida, la orquesta es precisa y los arreglos son ajustados a la época. El foso central del escenario se hunde para bajar al inframundo rodeado por unos anillos giratorios por los que circulan los actores y dan la sensación de acelerar los acontecimientos y mover las ruedas del destino. Pero son las canciones y las voces principales a cargo de curtidos cantantes de Broadway las que dibujan, una tras otra, escenas emotivas y dinámicas que mantienen al espectador en vilo hasta el último acorde. No es gratuito que la cultura anglosajona sea líder del entretenimiento a nivel mundial, lo hacen con un profesionalismo envidiable.
Oscar Acevedo
Músico y crítico musical