Alejandro Riaño es como Jekyll, el científico que creó una poción que le permite separar la parte más humana del lado más maléfico de la persona. Pero no necesita de una pócima, se pone las gafas oscuras e inmediatamente se convierte en Juanpis González, un gomelo insoportable, racista, clasista, homofóbico, de ultraderecha, capaz de decir cualquier atrocidad, de ser todo lo que está mal.
A veces Riaño no sabe ni siquiera de dónde se le ocurren ciertas barrabasadas, se sorprende de lo que dice cuando se “convierte” en esa otra personalidad. Logra tal inmersión que pareciera como si tuviera trastorno de identidad disociativo. Pero todo está planeado por el comediante
.
Los factores que confluyen en las dos personalidades terminaron en una fórmula perfecta para lograr los objetivos que Riaño se ha propuesto en su vida: vivir de su pasión, que es hacer reír a la gente; y aportar a la sociedad tanto desde su empresa apoyando a organizaciones que hacen trabajo social, pero principalmente preguntando a los más poderosos de este país aquello que nadie se atreve a preguntarles.
Para seguir logrando sus metas, son varias las estrategias que plantea junto con todo un equipo de profesionales que trabajan detrás de Juanpis y de Riaño Producciones, empresa en la que trabaja con su hermana, María Riaño.
Por el momento, la cuarentena les cambió los planes, pues la empresa vive de la taquilla de 'The Juanpis live show' en el Teatro Nacional, de ahí que decidieron apostarle todo a su estrategia digital y lanzaron la plataforma JP Channel. El respaldo: cuatro millones de seguidores en todas sus redes sociales y los más de 116 millones de vistas en su canal de YouTube.
En palabras de Riaño, “es una especie de Netflix donde subiremos los videos de Juanpis porque YouTube no nos alcanza para nada”. Los recursos, además de que son para la empresa, también son donados, por el momento, a Techo Colombia.
EL TIEMPO habló con el comediante.
Usted es como un Doctor Jekyll, pareciera como si se tomara una pócima y se convirtiera en Juanpis...Veo sus videos y digo, será que se pone el saco en el cuello y se convierte en ese gomelo insoportable...
(Risas) No, no es con el saco, sino las gafas. Cuando me las pongo digo: ‘Ahora sí, malditos esclavos, se callan’. Me convierto en un hijueputa. En las mismas entrevistas yo no tengo preparado ningún comentario y me salen unos apuntes horribles. Es un personaje que se ha transformado con el tiempo, al principio salía despeinado sin gafas y después lo fui puliendo, estudié la forma de caminar, de moverse, de expresarse, también es medio amanerado... Cuando me transformo no sé qué me pasa, me salen comentarios que oí durante toda mi vida, clasistas, racistas…
Hay gente que todavía no entiende el personaje…
Sí, y se molestan, lo cual está muy bien porque chévere que la gente se moleste y que no lo entienda, me parece curioso es que se indignen con que yo diga culo, marica, huevón, pero no con que los políticos los roben... La idea es que se entienda que estoy haciendo todo lo incorrecto como Juanpis. Es que él tiene la licencia que mucha gente no tiene, decir lo que se le dé la gana.
En esta sociedad de la inmediatez, la gente se cansa rápido de las cosas, ¿cómo reinventar a Juanpis?
Yo tengo a dos personajes quietos, tengo al izquierdoso que saldrá en algún momento, y tengo a Mapis Gómez, que la voy a lanzar próximamente; ella es la prima de Juanpis: ambientalista del Nueva Granada, la voy a sacar en la sección de farándula del noticiero. Yo creo que es con los formatos y con el humor que le ha gustado a la gente. Por ejemplo, lanzamos JP News y la gente de entrada le gustó el programa.
Y está el The JP Chanel...
Sí, queremos que sea la única plataforma de humor de Colombia donde la gente pague 12.200 pesos y puede ver a todos sus comediantes favoritos, pueda ver películas, series, lo que se pueda en el futuro. Es una apuesta muy grande. Queremos lograr conseguirle teatros a esos nuevos comediantes, nuevos talentos y que no han tenido esa visibilidad. Yo pienso que no debe haber uno sino miles de comediantes, siento que Colombia es un país que debe reír.
Juanpis hay muchos en la vida real...
(Risas) Sí, hay gente que me escribe y que me dice que pensaba que era una exageración, pero que se había encontrado a alguien así, igualito. Pero bueno, hay una cosa y es que no es una cuestión de la forma como habla o como viste porque hay gente que habla así y viste así, y son muy buenas personas. La cuestión de Juanpis está en que él no lo es. He conocido gente que me dice (imita voz de gomelo): ‘¿Usted por qué le dio la mano a ese man, huevón? Qué seba, es el empleado’. A mí eso no me cabe en la cabeza. En todo lado hay personas que creen que por tener plata pueden pasar por encima de los demás.
Qué libertad la que usted tiene para decir y preguntar lo que quiere…
Tengo una independencia maravillosa. Juanpis es una máscara para decir lo que otros no se atreven como decirle a un corrupto en la cara (acento gomelo): ‘Usted es un corrupto, usted robó tal día’. –No, no, no, Juanpis, cómo se te ocurre–. ‘Usted lo hizo, dígame…’. Creo que por eso tanta gente ha querido al personaje, porque he dejado al descubierto a muchos.
Pero es que además le llega a la gente más poderosa y los pone a sudar…
(Risas) Sí, muchos de estos personajes llegan asustados. El mismo José Obdulio, María Fernanda Cabal me dijeron: ‘no, no, me da miedo, no sé qué va a pasar’. Hasta Jorge Robledo me dijo: ‘Sudé todo el tiempo por que no sabía con qué me iba a salir. Me dio más susto que estar denunciando en plena plenaria’. Eso ha sido muy chévere.
Tengo una independencia maravillosa. Juanpis es una máscara que me permite decir
y preguntar lo que otros no se atreven, por ejemplo, a los corruptos
Un personaje que usted quería entrevistar desde hace tiempo era Gustavo Petro, ¿cómo fue?
La entrevista a Petro fue miedosa porque es un tipo que sabe mucho, creo que me pasaría lo mismo con Álvaro Uribe. En ese caso sí tenía preparada una entrevista, tengo un equipo de investigación detrás, pero no está planeada cada cosa que pasa. Petro lo desarma a uno, arranca a hablar con esa lentitud (lo imita) y empieza a enredarlo. Y me tocó frenarlo. Se empieza a ir por otros lados, y empieza a joder con datos que ni sabía. Yo creo que es de las entrevistas políticas más complicadas porque quería darle duro, pero en algunos puntos me salía del personaje y estaba de acuerdo con cosas que decía, pero yo pensaba por dentro, ‘a mí no me gusta Petro’. Tiene unas ideas que si las aplicaran serían maravillosas, pero no las aplican lastimosamente.
¿Por qué no se enojan en las entrevistas?
No, nunca se han molestado conmigo porque los que han ido se preparan para el personaje. Antes de las entrevistas yo nunca estoy vestido de Juanpis, siempre los recibo como soy yo. Les digo: '¿qué más? ¿Qué se toman? Ya saben cómo es el personaje, tenemos las preguntas, ustedes verán. Un gusto conocerlos'. Y, de verdad ha sido un gusto conocerlos a todos, independientemente de mis creencias políticas o de lo que yo crea me he sorprendido muchísimo con ciertas personas. Nunca pensé que iba a hablar tranquilo con Maria Fernanda Cabal y apenas llegué, ella muy querida. Con mi hermana salíamos diciendo: "de pronto uno juzga demasiado sin conocer". Pero después uno ve la ley que a uno le meten y uno se emputa (risas). Me acuerdo de la de José Obdulio cuando lo recibí en la puerta y un tipo me gritó del otro lado de la calle: "muy mal rodeado de amigos, hijueputa ese ladrón". Pero antes de eso, por más que estén en una posición, y de que son los que toman las decisiones del país en el Congreso estemos o no de acuerdo, me siento con la persona a hablar antes de cambiarme, que me conozca a mi, los invito muchas veces a un trago. Me acuerdo que José Obdulio se tomó un Whisky, Maria Fernanda Cabal un aguardiente. Ella me dijo: "Si se lo toma usted me lo tomo yo". Cepeda se tomó un vino. Ese trago que aparece ahí es real, y se los ofrezco desde antes. El de Petro era un Gin Tonic. Eso desestresa, me dicen que qué delicia que uno se pueda tomar un trago en una entrevista.
Humaniza a estos personajes que se ven tan lejanos...
Es que detrás hay seres humanos, independientemente de lo que hacen. Ese es un poco el mensaje que he querido llevar con Juanpis, yo me puedo sentar con la izquierda, con el centro, con la derecha, con el de las Farc, con el narcotraficante más tremendo, con un asesino, y demostrarles que primero hay que llevar todo por la vía del diálogo. Nosotros no somos nadie para decidir por la vida de otro por más daño que haya hecho. Yo creo que hay que tener un poco más de humanidad, eso es lo que le falta a este mundo.
Eso es algo que logra el humor, el periodismo en cambio lo pierde a ratos...
El humor tiene eso, que por medio de este se logra mayor entendimiento, que todo sea más fresco, que el mensaje llegue. El humor es el arma más poderosa que hay en el mundo. Lo mejor que puede tener un ser humano es sentido del humor: poderse reír de usted mismo, de lo que está pasando, de las situaciones, siempre siendo consciente de dónde está parado y que el chiste va un poco más allá, que por medio de ese chiste algo se puede cambiar. Poder ver a una persona reír es maravilloso. Yo vivo de eso. Para mi ver reír al público es una motivación tremenda y es una forma de vida, es por lo que me levanto todos los días.
SIMÓN GRANJA MATIAS
Redacción Domingo