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Frío inusual en Bogotá explicado por el Ideam

La entrevista BOCAS con Plinio Apuleyo Mendoza

Las mejores historias que el periodista colombiano contó en su conversación con BOCAS en 2012.

Escritor y periodista colombiano.

Escritor y periodista colombiano. Foto: Marcela Riomalo

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Plinio Apuleyo Mendoza es una especie de museo vivo. Tiene ochenta años e historias
sin fin con personajes como Perón, Salvador Allende y Fidel Castro, con glorias de la literatura como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar y en tres ocasiones ha debido felicitar a amigos por haber ganado el Premio Nobel: Pablo Neruda, García Márquez y Mario Vargas Llosa.
En los últimos años, por sus oficios como embajador en Portugal durante el gobierno de Uribe, su vida se ha complicado como nunca en los intríngulis de la política, y ha debido defenderse de etiquetas como derechista y militarista, a pesar de afirmar que tuvo un pasado en la extrema izquierda y que, incluso, una de sus hijas se llama Camila en honor a su viejo “camarada”, el guerrillero Camilo Torres.
Desde hace un año regresó a vivir a Bogotá después de una temporada en España, en
una gran casa con dos terrazas y alguna obras de arte, entre ellas un bonito grabado
de Calder. Su hábitat natural es su biblioteca, donde los periódicos de varios días se
acumulan en las sillas, y solo parece sentir la necesidad de retirarlos hasta que tiene
visita. Entre los libros –en español y francés, quizá ninguno en inglés, un idioma que nunca aprendió–, hay portarretratos con nietos muchos nietos–, familiares y figuras como García Márquez, Aznar y Álvaro Uribe.
Cuando se le pregunta por sus viajes con Gabo por los países comunistas, sus novelas y crónicas periodísticas y vivencias al lado de los protagonistas de la historia, toma un
libro de su extensa biblioteca para leer un fragmento o dice con cierta molestia “sobre
eso ya escribí. Es muy largo ese tema para reducirlo en una entrevista”. A sus ochenta
años tiene gran vitalidad y lucidez, aunque se queja al pedirle que pase de una silla a
otra para ser fotografiado. Para él, en este momento cada episodio de su vida tiene un
hilo secreto que lo une con otros más del pasado, y por eso no puede hablar de “D” y “E”
sin hablar antes de “A”, “B” y “C”.
Yo llegué primero que nadie y quedé de rodillas y nunca he olvidado la cara de Gaitán: los labios cerrados con dureza, casi con desdén; los ojos fijos y entreabiertos palpitaban con vida

En el Bogotazo usted tenía 15 o 16 años y vio agonizar a Gaitán. ¿Ya había visto antes a un muerto?

Yo creo que no. Ese día mi papá me dijo que me fuera a almorzar a casa porque él iba a almorzar con Gaitán, algo que ocurría dos o tres veces por semana, tenían las oficinas muy cerca, a cuarenta metros de distancia. El caso es que yo me quedé en el restaurante Monte Blanco con mis hermanas, en una mesa al lado de una ventana que daba sobre la Séptima, sobre el sitio donde dejamos a mi papá. Cuando escuchamos los tres disparos la gente corrió y nos asomamos y vimos que una persona caía exactamente en el sitio en el que acabábamos de dejar a mi padre, cinco minutos antes. Mis hermanas se pusieron histéricas, se pusieron a gritar “¡Mi papá! ¡Mi papá! ¡Mataron a mi papá!”. Entonces yo bajé corriendo con mucha angustia. Mientras bajaba por la escalera me acordé de que mi papá tenía un vestido claro y el que cayó tenía un vestido oscuro. Pero llegué a la esquina, dos policías acababan de agarrar a Roa Sierra y yo llegué primero que nadie y quedé de rodillas y nunca he olvidado la cara de Gaitán: los labios cerrados con dureza, casi con desdén; los ojos fijos y entreabiertos palpitaban con vida, un ligero temblor le estremecían los párpados y las pestañas, porque no estaba muerto, sino hasta media hora después. También recuerdo que de la nuca fluyó un hilo de sangre que una mujer recogió sollozando.

Su papá también pudo morir ese día…

Sí, iban caminando juntos y mi papá lo llevaba de brazo. Siempre han dicho que a Gaitán le dispararon por la espalda, pero mi papá recuerda que el asesino salió por delante, lo vio disparar. Gaitán hizo un gesto como para devolverse y por eso las balas  las tenía en la nuca. Después de los tres tiros, el tipo retrocedió, mi papá hizo un gesto como de coger el arma y Sierra hizo un cuarto disparo que quedó en la pared. Le hizo un disparo a mi  padre.
(También le puede interesar la entrevista BOCAS con La Gaba, el gran amor de García Márquez)

¿Y usted qué hizo ese día por la tarde?

Yo vivía en la calle 15 con carrera 15. Y subí por San Victorino y venían camiones llenos de gente, y como estaban asaltando las ferreterías me dieron un serrucho y yo pasé toda la tarde con un serrucho en la mano. “Ármese hermano, que hay que combatir”, me dijeron.

En ese entonces usted ya había conocido a García Márquez. ¿Lo vio el 9 de abril?

No, pero un amigo lo encontró llorando y le dijo “carajo, yo no sabía que tú eras tan apasionado de Gaitán”, y Gabo le dijo “yo no estoy llorando por eso, sino porque incendiaron la pensión y quemaron unos manuscritos que yo tenía”. En la crónica Un
boom llamado García Márquez yo cuento mi primera impresión de García Márquez. Yo lo conocí en un café y él le hizo propuestas a la camarera y le puso la mano en el trasero. Y cuando se fue, Luis Villar Borda, quien me lo presentó, me dijo que era una lástima, que tenía talento pero era un caso perdido, porque no llegaba a clase y se emborrachaba. Al principio nos pareció un poco pedante. Y la segunda vez que lo vi fue en un café de París. El Espectador lo había mandado a Europa a cubrir un evento internacional y yo lo invité a la cena de Navidad donde Hernán Vieco, un amigo. Y Juana, la mujer de Vieco, me dijo “¿por qué trajiste ese chico tan horrible?”. Y yo le pregunté que por qué le parecía horrible y me dijo “apaga los cigarrillos en la suela del zapato”.

¿Cuándo fue la última vez que habló con García Márquez?

Lo vi hace unos cuatro o cinco años, en Barcelona, y hablaba con él casi todas las semanas. La última llamada se la hice hace unos seis u ocho meses. Rodrigo García, que es mi ahijado, me dijo que cuando hablara con él era mejor que me viera, porque o si no, no sabía con quién estaba hablando. Que si me veía claro que se acordaba de mí, pero de lo contrario me iba a hacer preguntas generales. Entonces en esas condiciones no me pongo a llamarlo otra vez. Yo le mandé mi último libro con una dedicatoria y llamé y  hablé con Mónica, su secretaria, y me dijo que ya estaba leyendo mi libro.

¿Usted medió en la pelea de Vargas Llosa y García Márquez?

No, es un episodio del que vine a tener conocimiento a distancia. Me dolió mucho. Gabo y Mario eran como hermanos.

¿Y su pelea con Gloria Zea? ¿Cuándo fue la última vez que habló con ella?

Me gustaría responderle que desde hace solo un par de días. Pero no es cierto. No nos hablamos desde hace muchos años, tal vez desde 1997 cuando estaba a punto de entregar a la editorial mi novela Cinco días en la isla. Pocos días atrás le había
llevado a ella el manuscrito. Era mi primera lectora, pues esa novela había surgido de una petición suya, hecha años atrás en París, de contar lo que había vivido en su primera infancia, algo profundamente conmovedor y apasionante. Pensaba haber cumplido honestamente con ese anhelo suyo, pero nunca imaginé que, una vez listo el libro para ser editado, ella se arrepintiera y me lo dijera sin rodeos. Para mí era imposible echar al cesto de la basura una obra en la que había trabajado por más
de cuatro o cinco años. Y así llegó a su fin una larga y estrecha amistad. Realmente lo lamento.
Escritor y periodista colombiano.

Escritor y periodista colombiano. Foto:Marcela Riomalo

Mi papá encontró unas cosas que yo escribía a máquina y me preguntó que de quién era eso, que si lo había copiado de alguna parte y quedó sorprendidísimo y lo publicó

¿Cuál es su recuerdo más grato de Vargas Llosa?

En Chiclayo, cuando era candidato presidencial, tuve que cumplir una misión muy especial encomendada por sus amigos: pedirle que pronunciara discursos más atractivos para las masas. Y yo no tuve más remedio que decirle: si en vez de pedir a
tus electores que no satanicen a los empresarios privados, tú ofrecieras quitarles a los ricos lo mucho que les sobra para dárselo a los pobres, te elegirían presidente. Pero yo sé bien que no eres capaz de hacer tales ofertas y por eso va a ganar Fujimori. Y
así ocurrió.
(Le sugerimos la entrevista BOCAS con Nereo López, el decano de la fotografía)

Tres amigos suyos han ganado el Nobel. ¿Cuál ha sido la mejor fiesta?

La de Gabo sin duda, yo estuve en Estocolmo. Y bueno, cada año me daba mucha tristeza que no le dieran el premio a Vargas Llosa. Pensé que quizá habría algunos reparos políticos para darle el premio y me parecía una injusticia, pero al fin se lo dieron y lo llamé a felicitarlo.

Usted también fue muy cercano a Fernando Botero. ¿Cuál fue la situación más graciosa que vivió con él?

Recuerdo que hace mucho tiempo, en París, los dos estábamos interesados en la misma mujer. Y en una fiesta bailable que organizó en su casa, a fin de quitarme de en medio y conseguir los favores exclusivos de aquella dama, contrató a una bella muchacha de la vida alegre con la consigna de que me sedujera con sus encantos. Yo no sabía cómo quitármela de encima. Casi me tocaba pedir socorro ante sus desvergonzados avances, como si en vez de ser un modesto tunjano de orejas muy grandes fuese un adonis.

Al mirar su vida en perspectiva, ¿siente que debió escribir más?

Claro que sí.

¿Qué cosas no le permitieron escribir más? ¿Qué lo hizo distraerse para haber escrito más?

La necesidad de ganarme la vida como periodista. El periodismo puede ser un gran enemigo de la literatura.

¿Qué le faltó escribir?

Más novelas.

Usted fue muy precoz. De hecho, publicó su primer libro a los quince años, que se dedicó a quemar y destruir. ¿Por qué hizo eso?

Un amigo un día me dijo que había encontrado un libro mío en la calle 19, una edición que mi papá había publicado y yo me había dedicado a quemar porque me daba rabia ese libro. Pero al leerlo cuando mi amigo me lo regaló, me dije que cómo un niño de catorce años escribía eso. Ahora lo miro con iración, pero a los veinte años me parecía una ridiculez. Mi papá encontró unas cosas que yo escribía a máquina y me preguntó que de quién era eso, que si lo había copiado de alguna parte y quedó sorprendidísimo y lo publicó. Y ahora solo tengo un ejemplar, que lo rescaté milagrosamente porque quemaba de rabia todos los que encontraba. Llegaba a la casa de Jorge Zalamea y miraba la biblioteca, veía mi libro, lo cogía a escondidas y lo quemaba o lo rompía. La cosa más absurda, un error completo.
Escritor y periodista colombiano.

Escritor y periodista colombiano. Foto:Marcela Riomalo

¿A qué hora escribía eso? ¿Usted no tuvo niñez? ¿No jugaba al fútbol ni practicaba ningún deporte?

Yo fui arquero, pero me la pasaba leyendo. Yo estudié en el Liceo Cervantes, que era un colegio bien pero nos hicimos amigos los menos afortunados, de buenas familias, pero sin recursos. Yo recuerdo que yo no tenía un Parker 51 como todos los muchachos, sino un tintero con una pluma. Allá conocí a Luis Villar Borda, AlbertoDangond y Camilo Torres, que fue amigo mío –por eso el nombre de mi hija Camila–. Los tres leíamos mucho. Por ejemplo, después del recreo me quedaba una hora escondido hasta el otro recreo leyendo en el baño Crimen y castigo, para no ir a clase. Y cuando salía el prefecto de disciplina me decía “¿conque usted estaba muy enfermo del estómago? ¿Por qué se demoró una hora en el baño?”.

De ser amigo de Camilo Torres y de extrema izquierda, usted ahora ha sido encasillado dentro de la derecha. A la gente le parece sorprendente el cambio. ¿Por qué para usted no es sorprendente?

Yo soy liberal, como Vargas Llosa, que creemos en la libertad económica y política. Yo fui de extrema izquierda, inclusive. Fui de la juventud del MRL, partidario de la Revolución Cubana y hasta le dije a mi papá que no podía heredar su acción del Jockey Club porque yo era de izquierda. Mandé muchos tipos a La Habana, entre ellos al que creó después al ELN. De modo que cuando me dicen derechista yo les digo que yo pensaba lo mismo que ellos y que eso pasa con el tiempo. “¿Cuántos años tiene usted?”, les pregunto. Como la frase de Churchill, “quien a los veinte no es comunista, no tiene corazón, y quien a los cuarenta lo sigue siendo, no tiene cabeza”. No se trata de las ideas sino de la realidad. Poco a poco comencé a mirar la realidad y me di cuenta de que los amigos exiliados le cuentan a uno lo que está pasando, hasta que uno juzga ese experimento por la realidad.

Usted, en cierta forma, ha pasado de criticar las instituciones, a defenderlas…

No, lo que ocurre es que yo me doy cuenta de que la justicia no está funcionando y se han cometido muchas injusticias. Yo me pongo a estudiar un caso como el del coronel Plazas Vega y me doy cuenta de que hay unas arbitrariedades enormes, que las denuncio y a eso le ponen el rótulo de que estoy defendiendo a los militares. Estoy defendiendo a gente que ha sido injustamente acusada y toca hacerlo por una cuestión de ética. No se trata de defender a los militares por los militares, porque si ellos cometen una atrocidad también la denuncio.

¿Qué piensa del fallo contra Plazas Vegas?

Una aberración, no hay otra palabra que pueda aplicársele.

¿Qué piensa de Plazas Vega como persona, como ser humano?

Es un hombre recto, limpio, sin tacha. Un gran militar. Lo conozco muy bien.

Usted ha sido muy cercano al expresidente Uribe, quien tiene algunas posturas muy conservadoras. Pero, además, usted se declara liberal.
Entonces, ¿usted es uribista o liberal?

La disyuntiva que plantea su pregunta es falsa. Uno podría ser a la vez uribista y liberal. No es algo necesariamente contradictorio. Yo iro y respeto al expresidente Uribe. No milito en el Partido Liberal, que tiene un perfil socialdemócrata. El mío es liberal, como se define en Europa a quien comulga con un pensamiento que cree en la libertad política y económica. El mismo perfil de un Jean-Francois Revel, de Vargas Llosa, Aznar, Carlos Alberto Montaner, Enrique Krauze,Oppenheimer y tantos otros.
Escritor y periodista colombiano.

Escritor y periodista colombiano. Foto:Marcela Riomalo

Uno podría ser a la vez uribista y liberal. No es algo necesariamente contradictorio. Yo iro y respeto al expresidente Uribe

¿Cree que hubo politiquería en el gobierno de Uribe durante la búsqueda de la segunda reelección? ¿Cómo influyó?

Sin duda de manera negativa. El político profesional sabe que todo apoyo debe pagarse. Uribe tenía –y lo tiene aún– el apoyo popular. Pero otra cosa es el de personajes cuyo voto en el Congreso era indispensable para asegurar la viabilidad de la segunda reelección.

Como la yidispolítica. ¿Qué opina de ese caso?

Me produjo siempre mala espina.

¿Qué errores cree que generó en el anterior gobierno el carácter combativo de Uribe?

Uribe es un líder y como tal busca conseguir siempre lo que se propone. Gracias a ese carácter suyo consiguió notables avances en el campo de la seguridad, avances que nadie discute. Es posible que esa firmeza suya le haya ocasionado tensiones con la
Corte Suprema de Justicia, situación que explica el acoso judicial desatado contra muchos de sus amigos.

¿Hay entonces ansias de venganza contra los funcionarios del gobierno de Uribe?

Sin duda. A primera vista parece aventurado decirlo, pero cuando se examinan de cerca muchos de los casos que implican a funcionarios de su gobierno o a congresistas que le daban su apoyo, se encuentran medidas de aseguramiento y fallos que delatan parcialidad, falta de rigor.

¿Por qué cree que la justicia está desviada en Colombia?

Parte por infiltración, pero en parte también por desvíos de información en la educación misma. Muchachos que han salido de la Universidad Nacional con profesores de extrema izquierda pueden llegar a jueces y siguen teniendo prejuicios en relación con un militar, y esos desvíos son muy peligrosos.

¿Cuándo vio dudar a García Márquez de la izquierda?

En la Alemania Oriental en un Renault 4 vimos unas cosas muy horribles. “Esto no puede ser”, pensábamos. Lo más impresionante del viaje fue cuando nos metimos a una discoteca y vimos unos tipos con cara patibularia, uno de ellos rompió un vaso con la mano, y había un señor que cuando se dio cuenta de que éramos turistas nos invitó a su casa y comenzó a contarnos cómo era la realidad. Pero ya antes de eso, un día Gabo se despertó y me dijo “oiga maestro, soñé una cosa horrible: que el socialismo no funciona”. Y él era un comunista, pero empezamos a mirar la realidad.

García Márquez y usted también han salvado personas del régimen cubano…

Eso es algo que la gente ha olvidado. El último fue un tipo condenado a veinte años por alguna publicación que había hecho, Raúl Rivero, muy conocido. Los hijos me buscaron porque sabían que yo podía hablar con Gabo y él, a su vez, conseguía muchas cosas. Yo no sé cuánta gente sacamos, Padilla, Norberto Fuentes, los más conocidos. Había un tipo, Miguel Rivero, un periodista de la agencia Efe exiliado en Portugal cuando yo era embajador, y se hizo amigo mío y me dijo que él sabía que yo podía ayudarle con Gabo para que su mamá, que tenía más de ochenta años, pudiera ir a visitarlo. Entonces llamé a Gabo, le di el nombre, el teléfono y la dirección. A la semana siguiente la señora estaba allá. Incluso, también estuvimos una noche al lado de un condenado a muerte, Jesús Sosa Blanco, y años después en mi casa de París me encontré al tipo que estuvo a cargo del fusilamiento, que años después de eso había salido exiliado y decía que todo había sido una trampa de Fidel.

Usted también conoció a Perón. ¿Qué recuerdo especial tiene de él?

Yo lo entrevisté para la revista Élite, de Venezuela, que la dirigí cuando tenía 24 años. Me acuerdo que durante la entrevista apareció una muchacha con un par de perritos y no me vio porque yo estaba sentado en una silla muy alta y pensó que Perón estaba
solo y le dijo “Juan Domingo, no sacaste los perritos a la calle y se han hecho caca en la alfombra por tu culpa”. En ese momento, el líder que estaba hablando quedó convertido en un marido regañado. Yo le pregunté a la mujer que si vivía ahí, y me dijo “no, cómo se le ocurre, con los peligros que corro debo dormir cada noche en un sitio distinto”. Perón me la presentó como la señorita Martínez, su secretaria, aunque de secretaria no tenía nada. Era Isabelita Martínez, vicepresidenta de Argentina en 1974.

Por último, ¿cree que, como pasa en la política y la justicia, el periodismo está polarizado en Colombia?

En el periodismo ha habido algo muy inquietante. En Europa el periodismo escrito se dio cuenta de que perdió las primicias informativas, de que todas las noticias que sacan ya las conoce la gente, a través de la televisión y la radio. Entonces, la solución a ese problema fue abrir espacios de investigación y análisis. Y aquí no, aquí se repiten las noticias y se le abre espacio a un periodismo light. Se han perdido
géneros como el reportaje y la crónica. Otra cosa peligrosa es presentar como revelaciones testimonios de delincuentes. ¿Cómo les puede uno creer?

¿Un ejemplo?

Yo fui fundador de Semana con Felipe López y nos ocupamos de ser muy objetivos, nada parciales. Pero cuando yo veo que al coronel Hernán Mejía Gutiérrez le sacan una portada que dice “De héroe a villano”, con base en el testimonio de un tipo que él descubrió que era un delincuente, y ese tipo se desquita más tarde a la sombra de la Ley de Justicia y Paz para decir que él era un paramilitar y eso lo toma la revista y lo saca como una revelación, eso es injusto, son cosas muy peligrosas que no se deben hacer.

¿Qué periodistas no le gustan en Colombia?

Yo no puedo decir eso, sería muy antipático decirlo.

¿A qué medio le cree usted en Colombia?

En cuanto a periodistas yo sigo con mucho interés a Fernando Londoño en La hora de la verdad, porque creo que va más lejos que otros noticieros. Los domingos leo a todos los columnistas. A veces encuentro que, a pesar de lo que acabo de decir, la revista Semana es bastante completa, una muy buena revista, una excelente revista, sin duda. También sigo con mucho interés Hora 20, de Caracol.

¿Está escribiendo ficción?

No, estoy pensando en hacer unas memorias muy especiales, pintando etapas de la vida colombiana que he vivido, decir cómo era el país antes del 9 de abril, cómo fue el país en los años sesenta y experiencias que tuve con muchos escritores del boom. Quisiera no contar la vida, no hacer una autobiografía, sino tomar momentos importantes.
Apertura de la entrevista de Plinio Apuleyo Mendoza en la edición 7 de la revista BOCAS, 2012.

Apertura de la entrevista de Plinio Apuleyo Mendoza en la edición 7 de la revista BOCAS, 2012. Foto:Revista BOCAS

* * *

Gracias por leernos.
Nos gustaría recomendarle otra entrevista BOCAS: J Balvin, el rey del 'Latino Gang'.
POR: SIMÓN POSADA
FOTOS: MARCELA RIOMALO
REVISTA BOCAS
EDICIÓN 7. ABRIL DE 2012.

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