Paté llegó a nuestra vida en junio de 2010. Un hermoso Boston Terrier de tres meses con un lunar arriba de la boca como el de la top model Cindy Crawford. Por supuesto que el nombre tenía que ser gastronómico, así que hicimos una lista de palabras de comidas que fueran de fácil pronunciación, cortas, sonoras y apetitosas. Muffin, trufa, nuez, taco y hasta buñuelo fueron algunas de las opciones. Finalmente, a mi hermana Adriana se le ocurrió Paté, y a todos, incluido él, nos encantó.
Yo nunca había tenido un perro y entre las muchas cosas que investigué fue sobre su alimentación. Me sorprendió la gran cantidad y variedad de comida y dietas que existen para las mascotas. Hay cientos de teorías que se contradicen entre sí, al igual que las de los humanos.
Aprendí que no pueden comer cebolla, chocolate, ni uvas pasas. Que es mejor el aceite de oliva que la mantequilla y que lo ideal es darles únicamente concentrado especial para ellos. Me pareció tremendamente aburridor tener que comer todos los días lo mismo, así que Paté probó muchas cosas, a escondidas de su veterinaria.
Amaba el banano, el durazno, la manzana, la mantequilla de maní, el tomate, la arepa y el pollo. No perdonaba las galletas luego de sus paseos. Tuvimos que ponerlo a dieta porque como buen hijo de cocinera y de padres separados cuando estaba en la casa de Carlos Duque, su papá, o en la mía —porque teníamos la custodia compartida—, nos dedicábamos a mimarlo y a darle golosos bocaditos de felicidad. Fueron 13 años llenos de inmensa alegría y amor.
Hace 15 días Paté falleció. Encontré consuelo en la comida y en la cocina. La generosidad de montones de amigos y cercanos, desde distintas partes del país, que llenaron mi despensa, mi nevera y por supuesto mi corazón con alimentos, platos, sopas, postres e ingredientes, ha sido reconfortante. Gracias. Es cierto, la comida preparada con amor tiene la capacidad de sanar, se siente como un abrazo.
Estoy triste. Hice Ratatouille. Lavar, picar, saltear, condimentar, revolver, bajar el fuego, probar. Me transporto a otro lugar, me concentro en el proceso y por momentos todo vuelve a ser normal y a estar bien. Cocinar es hacer una tregua con la tristeza, con los problemas y con el dolor. Es volver a respirar.
Cocinar es un oficio que alimenta de muchas maneras, más allá del mero acto de saciar el apetito. Preparar una receta especial que tiene algún significado, por ejemplo la favorita de la mamá, es una manera de conectar y de revivir momentos olvidados. Buen ejercicio para quienes duelen por su ausencia en este el día de la madre.
A través de la cocina surgen diálogos llenos de memorias, de recuerdos, de sensaciones y de emociones. Cocinar crea también un espacio de relajación y reflexión. Es alivio para el corazón, ayuda a pensar y a meditar en los momentos sombríos.
La partida de Paté me sabe a tristeza y a desconsuelo, es un sabor agridulce que me llena de nostalgia por su vida tan breve y tan feliz.
Gracias Paté. Feliz día a las madres perrunas.
Buen provecho.
MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO
En instagram: @MargaritaBernal