Una de las preguntas que más me hacen es ¿qué es lo que más te gusta cocinar? Bueno, no es ningún secreto: el arroz. Mi salvavidas culinario cuando hay poco mercado o cuando tengo prisa.
Con atún, sardinas, huevo frito o salsa de tomate, el arroz se convierte en un festín que me lleva de vuelta a mi infancia. ¡Y ni hablar de comerlo directamente de la olla a cucharadas, parada al lado de la estufa! Es un abrazo en forma de comida. Me gusta el ritual de cocinarlo, algunas veces le agrego verduras, otras hierbas o especias, o lo dejo blanco y esponjoso. Versátil, económico, delicioso y confiable.
El arroz es uno de los alimentos más carismáticos. Es como ese amigo buena gente y amable que todos quieren invitar a sus reuniones: noble, coqueto, cariñoso, el que nunca falla y que se adapta a cualquier situación. Este encanto se manifiesta también en su capacidad para interpretar múltiples personalidades culinarias. En un almuerzo sencillo y casero, un arroz blanco reconforta, acompaña y nutre, pero con coco se convierte en la estrella dorada de la cocina caribeña. Es como un camaleón, siempre dispuesto a transformarse y listo para sorprender y fascinar al comensal.
No imagino la cocina colombiana, la tradicional, la casera, la dulce, la cotidiana, sin arroz. ¡Sería como una fiesta sin música! La ausencia de este ingrediente podría considerarse un luto culinario, un vacío que resonaría profundamente en la identidad cultural del país. ¿Qué sería de las reuniones familiares sin el arroz con pollo o el arroz con leche? ¿De los almuerzos ejecutivos o corrientazos sin el arroz moldeado en el plato con un pocillo? Ni hablar de una bandeja paisa, del atollado, del arroz con camarones o mariscos, de los envueltos, del tamal tolimense, del masato, de los tungos, de los pasteles de yuca o arracacha, del pan de arroz, por mencionar algunos. En un país donde el arroz es tan omnipresente, su ausencia sería dolorosa y lamentable.
Pero basta de tristezas y de imaginar lo impensable. En Colombia se consumen más de 40 kg por persona al año. Es producido en alrededor de 210 municipios de 23 departamentos generando cerca de 400.000 empleos. Además, el arroz es tan democrático que ni siquiera discrimina. No necesita adornos ni ingredientes costosos y exóticos para brillar. Su magia reside en su capacidad para ser delicioso en su forma más pura, demostrando que en la cocina, como en la vida, lo simple puede ser lo más perfecto y extraordinario.
Es un cereal que aporta importantes beneficios para la salud. Los falsos profetas en nutrición de las redes sociales que intentan demonizarlo deberían tomarse un respiro, ya que están causando un gran daño al desinformar a sus seguidores. Ya basta.
Celebremos el arroz, ese gran ingrediente cultivado en el país, que sin pretensiones conecta generaciones y evoca la calidez de lo familiar. Es el verdadero héroe culinario de nuestra cocina, el que nos alimenta, nutre y alegra. ¡Que viva el arroz y que nunca nos falte este gran amigo!
Buen provecho.
MARGARITA BERNAL
Para EL TIEMPO
X: @MargaritaBernal