Charles Mallory Hatfield logró volverse un personaje recordado en los Estados Unidos gracias a poder venderse como alguien capaz de manipular el clima.
El hombre, nacido en el año 1875, se dedicó, durante gran parte de su vida, a vender máquinas de coser en distintos pueblos de su país. Sin embargo, sus hábitos cambiarían para siempre luego de encontrarse con un artículo de pseudociencia sobre pluvicultura, es decir, la capacidad de crear lluvia de forma artificial.
Pluvicultura ¿innovación o ‘carreta’?
Los pluvicultores estaban en la delgada línea de ser considerados, o genios, o estafadores, pues se encontraban motivados por la posibilidad de hacer dinero de forma rápida ante el desespero de los agricultores en tiempos de sequía.
Esta pseudociencia levantó interés en Hatfield para investigar más a fondo sobre los procesos atmosféricos responsables del clima y la alteración antrópica de los mismos gracias a elementos o compuestos químicos para lograr una lluvia artificial.
Luego de numerosos experimentos fallidos, finalmente logró, en el año 1902, crear una pequeña lluvia artificial dentro de un estanque de evaporación ubicado a cuatro metros de altura.
Hatfield vio entonces la oportunidad de hacer dinero con su nueva creación. Cuando comenzó su negocio, el inventor cobraba 50 dólares de la época por cada lluvia. Luego lo hacía por cada pulgada de lluvia caída, motivo por el cual muchos productores decidieron contratar sus servicios, según citó el medio estadounidense ‘The Wichita Eagle’.
Éxito y fama
A finales del año 1904, varios periódicos elogiaron su vigésimo trabajo, realizado en Los Ángeles. Luego de un año, la fortuna de Hatfield había aumentado a tal punto de cobrar mil dólares de la época por cada pedido.
Con el transcurrir de los años, Hatfield se convirtió en un coleccionista de éxitos gracias a su nueva empresa de lluvias a domicilio, a tal punto que ni la Oficina Meteorológica de los Estados Unidos le puso problemas.
En el año 1915, Hatfield recibió una solicitud por parte del Concejo Municipal de San Diego para llenar el Reservorio del lago Morena, en California. El acuerdo fue un pago de 10 mil dólares para llenar el embalse y proporcionar hasta 50 pulgadas de lluvia a lo largo de un año completo.
Sin perder tiempo valioso, el inventor comenzó su trabajo el 1. ° de enero de 1916. Construyeron una torre con su estanque en cercanías al embalse, lo llenaron de químicos y lo liberaron a la atmósfera. Cinco días después, comenzó a llover.
Resultados inesperados
Ya para el 27 de enero, el lago, ante la constante lluvia, se desbordó y destruyó la represa, haciendo que se inundara toda la ciudad de San Diego. Dicha fatalidad se llevó 50 vidas, además de 650 mil dólares en daños de estructuras viales.
Este hecho fue conocido como ‘La inundación de Hatfield’, debido a que los habitantes de esta población lo señalaron como el responsable del desastre. Las amenazas de muerte hicieron que el inventor huyera para salvar su vida, tal como aseguró Thomas W. Patterson en el artículo ‘Hatfield, el hacedor de lluvia’, publicado en el periódico ‘Journal of San Diego history’ en el año 1970.
De acuerdo con el texto, el propio científico afirmó que había cumplido con su parte del trato y reclamó los diez mil dólares acordados. Sin embargo, el fiscal municipal fue escéptico ante la posibilidad de que el experimento de Hatfield funcionara. El caso fue a la justicia estatal y, en 1938, se dictaminó la sentencia: la inundación fue un acto ‘creado por Dios’, por lo que Hatfield no recibió ni un centavo.
Una segunda oportunidad
Pese a la tragedia, Hatfield no paró con su negocio de lluvias, hasta que la Gran Depresión tocó la puerta de la casa de todos los estadounidenses; contexto que lo obligó a volver a vender máquinas de coser.
Afirmó tener éxito alrededor de 500 veces. Esto hizo que muchos expertos en meteorología aseguraran que era un buen pronosticador, pero que su invento era un completo fraude. Hatfield falleció en el año 1956 a los 82 años de edad y fue inmortalizado en el lago Morena con una placa, la cual tiene como leyenda: ‘Hatfield. the rainmaker (El hacedor de lluvia)’, el mismo que se encargó de rellenar con su invento en 1916.
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JUAN MARTÍN MURILLO HERRERA
Redacción Tendencias