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Gustavo Petro revela detalles de su vida y habla sobre las elecciones

Entrevista exclusiva de BOCAS con Gustavo Petro, el presidente electo de Colombia.

Gustavo Petro encabeza la última encuesta de intención de voto con 32%.

Gustavo Petro encabeza la última encuesta de intención de voto con 32%. Foto: Ricardo Pinzón

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Gustavo Petro, del Pacto Histórico, fue elegido como el nuevo presidente de Colombia con 11,2 millones de votos, la votación más alta en la historia del país. Su contraparte, el excandidato del movimiento Liga de Gobernantes Anticorrupción (Liga), Rodolfo Hernández, obtuvo 10,55 millones de votos. 
¿Quién es Gustavo Petro? En esta amplia entrevista, publicada originalmente el domingo 27 de febrero de 2022 en la edición 114 de la revista BOCAS, el candidato presidencial contó qué le sucedió en la vida para ser la persona que es hoy. El 95 por ciento de esta conversación se dio una semana antes de la polémica que provocó la visita de su hermano, Juan Fernando Petro, a la cárcel La Picota. Al cierre de esta edición, el senador respondió sobre ese incidente –que sigue sacudiendo su campaña–, así como recordó, paso a paso, su niñez, sus años en el M-19, sus días en la cárcel, las torturas, la clandestinidad, la toma del Palacio de Justicia, las amenazas de muerte, su tiempo en Bélgica, su enfrentamiento contra el paramilitarismo y su paso por la Alcaldía de Bogotá.
¿Quién es Gustavo Petro? ¿Quién es en realidad el exguerrillero, economista y político que, por segunda vez consecutiva, aspira a la Presidencia de la República de Colombia?
Definirlo no es fácil. De hecho, se trata de un hombre profundamente complejo. Cercanos, contradictores y periodistas, en la búsqueda de dar en el clavo, pronunciaron palabras de este calibre: “populista”, “tímido”, “sordo” [ante los consejos], “rencoroso”, “aplacado”, “retórico”, “prepotente”, y “brillante”, entre otras. También se han elaborado conceptos sobre él del siguiente talante:
-“Petro es Petro. Y eso es lo malo que tiene Petro, un político megalómano que de sí mismo habla en una irativa y mayestática tercera persona”, el periodista Antonio Caballero (q. e. p. d.).
-“Ojalá Petro esté en la democracia, porque tiene unas veleidades con personas que están acabando con la democracia en los países vecinos”, el expresidente Juan Manuel Santos.
-“Es un tipo muy culto, lector consumado, a quien no le pueden meter los dedos en la boca”, el excandidato a la Alcaldía de Bogotá Hollman Morris.
-“No le importa mentir. Cuando fue candidato a la Alcaldía de Bogotá, prometió que iba a hacer 1.000 jardines infantiles multicolores, o sea, uno cada día y medio, como si nada”, el excandidato a la Alcaldía de Bogotá Aurelio Suárez.
-“Inteligente y consecuente”, Augusto Rodríguez, uno de sus mejores amigos.
-“Sicario, sicario, sicario”, el expresidente de Colombia Álvaro Uribe Vélez.
-“Un guerrero de y por la vida”, su esposa, Verónica Alcocer.
-“Petro gana porque ha hecho demasiadas concesiones a la política tradicional”, el expresidente del Polo Democrático, Carlos Gaviria (q. e. p. d.).
Nació en Ciénaga del Oro, Córdoba en 1960 y creció en Zipaquirá, Cundinamarca.

Nació en Ciénaga del Oro, Córdoba en 1960 y creció en Zipaquirá, Cundinamarca. Foto:Ricardo Pinzón

¿Quién es Gustavo Petro? Comencemos con que cree en Jesús, es católico (en la corriente de la teología de la liberación) y luce en su muñeca izquierda una pulsera de oro de la que cuelga una cruz que le bendijo el Papa Francisco: “Creo que es la cruz de San Benito y se supone que lo defiende a uno de los demonios y los diablos. Yo le llamo a eso las malas energías”, dice.
Es hincha del sombrero ‘vueltiao’, adora el porro sabanero y el sonido de los Gaiteros de San Jacinto, pero aclara que sus canciones infaltables son: La partida, de Víctor Jara; ¡Oh, melancolía!, de Silvio Rodríguez; Ne me quitte pas, de Jacques Brel, y The House of the Rising Sun, de los Animals.
Sus autores de cabecera son Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx y Michel Foucault, aun cuando cree que los dos escritores más importantes de la humanidad son Neruda y García Márquez. Subraya, además, que ‘Gabo’ es el colombiano más grande de todos los tiempos.
Lee todas las noches y le cuesta cerrar los ojos antes de la 1 a. m. Duerme poco. Vive la vida de un rockstar, pero sin excesos. En los sitios públicos, la gente se desbarata por tener una foto con él. Algunos se le acercan con veneración, otros lo insultan, y mal. La derecha lo abomina por haber sido guerrillero y la izquierda lo romantiza por lo mismo y por habérsela jugado por la paz. Al centro le cuesta descifrarlo. Desde hace rato no se define como izquierdista, sino como progresista.
Es sopero, pero su plato favorito –que él mismo prepara– es el espagueti a la Amatriciana. La cerveza es su bebida, pero se la prohibieron por una gastritis aguda que lo azota desde joven y que lo llevó a una lesión de características malignas en la unión del esófago y el estómago, precisamente por lo cual fue operado hace dos años en Cuba.
Mi hermano es solidario políticamente conmigo, pero desarrolla su vida económica y social de manera autónoma, como todos los de mi familia.
Asegura haber perdido la visión de adolescente por estudiar a la luz de la vela en Zipaquirá. Sostiene haber sacado un puntaje de 580 sobre 640 en el Icfes. Señala que Twitter es “como si uno estuviera sentado ahí, en el inodoro de un baño público, todo el día”. Insiste en que no vamos a volvernos como Venezuela. Reitera que el “perdón social” es para acabar con la violencia. Detesta que le nombren la palabra expropiación: “¡Que nunca he dicho eso!”, refunfuña.
Tiene 62 años. Fue guerrillero del M-19 por más de 15 años. Fue concejal de Zipaquirá, representante a la Cámara por Cundinamarca, alcalde de Bogotá y, actualmente, es senador de la República. Es hermético y contenido. Es amigo de los perros. No mira a los ojos cuando habla con un interlocutor. No le gusta vestir formalmente y poco le importa estar despeinado. No hay quien afirme que diga groserías. Difícilmente dice: “me equivoqué”.
Nació el 19 de abril de 1960 en Ciénaga de Oro (Córdoba). Su papá es de San Pelayo (Córdoba) y su mamá de Gachetá (Cundinamarca). Tiene cinco hijos (Nicolás, Andrés, Andrea, Sofía y Antonella), de tres matrimonios (Katia Burgos, Mary Luz Herrán y Verónica Alcocer).
¿Quién es en realidad Gustavo Francisco Petro Urrego? En esta amplia entrevista (realizada en tres diferentes momentos, el último de ellos al cierre de esta edición, poco después de la polémica que ocasionó la visita de su hermano Juan Fernando Petro a la cárcel La Picota), el candidato ayuda a responder, paso a paso, la pregunta que se hacen muchos colombianos.
Petro fue alcalde de Bogotá y excandidato presidencial en 2018.

Petro fue alcalde de Bogotá y excandidato presidencial en 2018. Foto:Ricardo Pinzón

Primero, lo urgente. La reciente visita de su hermano a la cárcel La Picota levantó una polvareda que afectó –y sigue afectando– su campaña. ¿Qué pretendía en realidad hacer Juan Fernando Petro en esa diligencia?
Mi hermano trabaja hace tres años desde su fundación, que educa a adultos que no terminaron el bachillerato, con la Comisión Eclesial de Justicia y Paz, para desactivar peligros de masacres a comunidades olvidadas.
¿Cómo han sido las conversaciones con su hermano después del episodio?
Mi hermano ha tenido dos operaciones y está hospitalizado. Lo envenenó una picadura de alacrán cuando estaba en Cacarica (Chocó), en una reunión de víctimas de la violencia, organizada por la Comisión Intereclesial. Por tanto, solo nos comunicamos muy esporádicamente y por chat en estos tres días.
¿Qué tan importante es su hermano en su vida política y personal?
Mi hermano es solidario políticamente conmigo, pero desarrolla su vida económica y social de manera autónoma, como todos los de mi familia.
¿Es cierto que se pelearon?
No hemos peleado, pero sí he hecho la advertencia del cuidado especial que hay que tener en esta época.
¿Los hermanos Samuel e Iván Moreno merecen el perdón social?
El perdón social es para acabar definitivamente la violencia, lo cual implica que todos los corruptos vayan a la cárcel.
Nunca disparé contra un ser humano, nunca. Quizás a mí me hubiera devorado la violencia, como dice José Eustasio Rivera
Antes de entrar en la cronología de su vida, sigamos con cinco preguntas que tienen que ver con sus propuestas. ¿Si llega al poder acabará con los contratos de exploración petrolera en el país?
No, lo que hemos dicho es no habrá nuevos contratos.
¿Si llega al poder hará un tren elevado entre Buenaventura y Barranquilla?
Abro la concesión porque la financiación de ese tren, que es elevado –elevado por las selvas del Chocó– y elevado significa un viaducto, será financiado por el comercio mundial. Porque hay unos atascos de quince y hasta veinte días de lado y lado del canal de Panamá y eso es un billetal que se está perdiendo.
¿Si llega al poder aumentará el impuesto predial a latifundios de más de 500 hectáreas fértiles que no produzcan?
Exactamente; es la manera de hacerlas producir. Si producen, Colombia es más rica.
¿Si llega al poder implementará al pie de la letra los acuerdos de paz?
Sí, completamente.
¿Si llega al poder imprimirá billetes en el Banco de la República?
El presidente no puede dar la orden de imprimir billetes. Los billetes se imprimen todos los días, pero por orden de la Junta Directiva del Banco de la República.
Desde 2018 es Senador de la República para el periodo legislativo 2018-2022

Desde 2018 es Senador de la República para el periodo legislativo 2018-2022 Foto:Ricardo Pinzón

Entremos en la historia de su vida. ¿Cuál es la imagen que más recuerda de su infancia en Ciénaga de Oro, Córdoba?
La primera vez que me subí a un caballo. Mi papá, con su sombrero vueltiao, me llevó a andar sobre un caballo por el pueblo.
¿Cómo fue ese episodio en el que usted, siendo aún niño, manipuló un revólver y se le disparó?
Yo jugaba a los vaqueros y dije: “vamos a ver cómo funciona este juguete”. Y se me disparó, así, de frente y la bala pasó como tres paredes. Yo boté eso y, claro, del susto, mi papá se puso a llorar.
¿Por qué lo llevaron a los ocho años a Zipaquirá?
Fue el traslado de mi papá de su puesto laboral. Él era secretario de colegios nacionales, empleado nacional, y lo trasladaron a Zipaquirá a una normal de varones.
Usted ha dicho que cuando la Anapo perdió las elecciones en 1970, se le despertó una conciencia política y tomó, digámoslo así, el rumbo de las izquierdas. ¿Cómo fue que alcanzó ese discernimiento a los 10 años?
Yo no llamaría de izquierdas. Fue por mi mamá, que era gaitanista. Y ella, para que yo me tomara la sopa, me contaba episodios de Gaitán y de la violencia colombiana. Y ese filón era el de la política, propiamente. Y combinar historia con política siempre es insurgente. Recuerdo el 19 de abril de 1970 que lo viví en Zipaquirá, y que mi mamá, que era anapista, del gaitanismo pasó a la defensa del general Rojas Pinilla.
¿Quién lo vinculó al M-19?
Había un anapista, concejal municipal, que era Everth Bustamante. Con los obreros anapistas empezaron a organizar el M-19 ahí en Zipaquirá. Ahí empezó.
¿En el colegio La Salle, de Zipaquirá, el mismo al que fue García Márquez, le cercenaron de alguna manera su vocación revolucionaria? Ahí me fui volviendo rebelde, porque los curas en su mayoría eran viejos y franquistas. Había libros escondidos en la biblioteca que se les pa- saba a la censura: uno de Robert Owen sobre cooperativismo y otro sobre socialismo utó- pico. Entonces formamos un grupo de estudio con otros muchachos que también entraron al M-19: Jairo Navarrete, Gonzalo Galvis y Germán Ávila. También había un cura lasallista que era como nuestro interlocutor. Él nos habló de la teología de la liberación. Recuerdo que nos enseñó la fórmula matemática de Dios: “N al infinito”. Nada menos que la eternidad. A mí eso me pareció genial.
Llegó a ser concejal independiente de Zipaquira entre 1984 y 1986.

Llegó a ser concejal independiente de Zipaquira entre 1984 y 1986. Foto:Ricardo Pinzón

¿Es cierto que Julia, la entonces compañera de Everth Bustamante –hoy en el Centro Democrático–, fue quien le enseñó a usar un arma? Por cierto, ¿alguna vez le disparó a alguien?
Pues disparé ahí, con Julia, la que me enseñó qué era un arma de fuego. Era el entrenamiento que todo el M-19 tomaba. Nosotros éramos dirigidos por los Tupamaros de Uruguay, subíamos a las montañas, a las cinco de la mañana, en una disciplina militar. Que una mujer nos enseñara a disparar fue una ruptura completa de todos los paradigmas. Pero nunca disparé contra un ser humano, nunca. Quizás a mí me hubiera devorado la violencia, como dice José Eustasio Rivera.
¿Quién le puso el alias de ‘comandante Aureliano’?
Yo mismo. Y no era comandante, era un jovencito de 18 años. Lo hice recordando al coronel de las mil batallas y las mil derrotas de Cien años de Soledad.
También tuvo el alias de ‘comandante Andrés’.
Tampoco fui comandante, pero sí me llamaron Andrés.
Usted estudió Economía en el Externado. ¿Qué imagen inolvidable le dejó su paso por la universidad?
El profesor Raimundo Trincao, una persona indígena que venía de Chile. Daba sociología 1, 2 y 3. Venía de haber sido parte del gobierno de Allende. Venía escapado. Un día nos invitó a su apartamentico en el centro de Bogotá y ahí vi la primera biblioteca bien hecha. Eso me impactó.
Usted se hizo concejal en Zipaquirá y de allá lo sacaron y lo llevaron a la cárcel. Siempre ha dicho que lo torturaron. ¿Cómo fue esa tortura?
Yo siento que fue ahí que me hice hombre. No en la pérdida de la virginidad, que es como todos entendemos que uno se hace hombre, sino ahí, en la tortura, porque estás ante el poder, eres un muchachito y un militar sabe que es poderoso. Me golpearon, todavía tengo una marca en la ceja, con un culatazo de fusil. También con electricidad y con una cosa que llamaban la tortura china, que era amarrado y que, durante toda la noche, cayera una gota en la cabeza. Yo me metí tanto en mi interior que, incluso, el dolor no lo sentía. Creo que mi psiquis construyó los escudos. Yo vine a sentir el dolor cuando ya me arrojaron a la cárcel Modelo. Yo no había visto ese mundo, mi mundo había sido la universidad, el colegio, mi familia, mi mamá, los obreros de Zipaquirá. Y ahí todos pálidos, casi verdes, con una movilidad corporal parecida a los micos, que era la droga, era el bazuco. Nunca había tenido ningún o con algo así. Una visión dantesca.
Por aquellos días, su novia Katia quedó embarazada y el nacimiento de su primer hijo, Nicolás, lo agarró en la cárcel. ¿Cómo lidió con esa situación?
Ella llegaba embarazada y cada vez la veía con su barriga más grande. Un día llegó con el bebé y lo primero que observé fue la tristeza en la mirada de él. Yo no quise que volvieran más porque la cárcel no es para eso. Hasta que pude salir, en- tonces yo cumplí.
El M-19 creía que podía ganar la guerra y por eso se tomó el Palacio. Pero, en el caso del Estado, ¿por qué mató a su propio poder judicial? Eso tiene que ver con la mafia.
A sus 27 años, en Santander lo volvieron a capturar. Segundo paso por la cárcel...
Estaba en condiciones de absoluta vulnerabilidad. Mi primer pensamiento fue: “¿cómo me escapo?”. Y me ‘cranié’ siete formas de escaparme. Y ya habíamos metido explosivos para tumbar una pared, ya estaban dentro de la cárcel y, de pronto, una experiencia mágica, nos llamaron porque habíamos obtenido la libertad por un juez. Entonces nos soltaron.
Después de la cárcel, usted retomó su vida en el M-19 y participó en el proceso de paz. En esos días, Carlos Pizarro le dijo que su tenacidad era su principal virtud, pero también su principal error. ¿Por qué le dijo eso?
Eso fue antes de que me cogieran y lo que dijo fue: “Ya sabemos que usted es terco”.
Como exmiembro del M-19, ¿usted ha pedido perdón a las víctimas de la toma del Palacio de Justicia?
Yo tengo la versión interna y yo sé que la historia oficial es falsa. Descubrir en dónde está la equivocación es la mejor forma, porque el perdón tiene que ser seguido de la no repetición. Los católicos le llaman a eso el acto de contrición. La garantía de no repetición tiene que ver con descubrir por qué una organización llega a tomarse el Palacio y por qué un Estado llega a acabar con todo lo que había en el Palacio, incluida la Corte Suprema. El M-19 creía que podía ganar la guerra y por eso se tomó el Palacio. Pero, en el caso del Estado, ¿por qué mató a su propio poder judicial? Eso tiene que ver con la mafia. La mafia estuvo, pero no en el lugar que dice la historia.
Permítame insistir, ¿no pediría perdón?
Yo no tomé el Palacio. La organización, colectivamente, aceptó que fue un enorme fracaso y una enorme equivocación. Yo no tomé ninguna decisión respecto al Palacio, porque no podía, estaba preso. Yo estaba subordinado militarmente. Incluso, haciendo un análisis de eso, es que no me gusta la subordinación. Porque lleva a eso. Los ejércitos van a eso, al espíritu de cuerpo. Entonces, me gusta más la libertad. Si se quiere transformar un país, la única manera es que las gentes que lo quieran hacer, tienen que ser libres.
Usted fue fundador de la Alianza Democrática, partido que participó en la Asamblea Nacional Constituyente. ¿Cuál fue su puntual aporte en la creación de la Constitución del 91?
Me dediqué a organizar el M-19 en Cundinamarca. Ese trabajo me garantizó poder salir elegido al Congreso de la República.
Por cuenta de las amenazas, César Gaviria fue quien lo envió a la embajada de Bélgica como agregado diplomático. ¿Cómo interpretó ese gesto del entonces presidente?
Gaviria, en una actitud bastante republicana, al saber que los que acabábamos de firmar la paz podríamos ser asesinados, después de la muerte de Pizarro y a pesar de esa distancia política conmigo, decidió protegernos. Me fui llorando, derrotado y llegué triste. No deprimido, como dice Íngrid [Betancourt]; triste. El embajador era Carlos Arturo Marulanda, que era un paramilitar. Yo lo descubrí. Me mandó a un sótano sin calefacción en el invierno europeo. Ahí descubrí, en los computadores, los archivos del embajador que eran de la mayor corrupción posible: con los dineros de la embajada compraba tapices de seda para su propia casa.
¿Cuáles fueron sus estudios en Lovaina?
Posgrado en Desarrollo y medio ambiente. Allá encontré el pensamiento ambientalista.
El comandante del ejército, general Eduardo Zapateiro y Gustavo Petro.

El comandante del ejército, general Eduardo Zapateiro y Gustavo Petro. Foto:Archivo particular

En reciente entrevista, su esposa, Verónica, le dijo a BOCAS que a finales de los 90 usted la conoció, se enamoraron y que tuvo que ganarse el corazón de su suegro, un líder político de derecha. ¿Cómo lo conquistó a él?
Llegué a Sucre a una conferencia en una universidad privada. Y allí estaba ella, en el comité estudiantil y la vi, hermosísima. Y ahí mismo me flechó. Tiempo después me invitaron a su casa en Sincelejo y yo un poco asustado porque yo ya vivía con ella en Bogotá y ya sabía de la catadura política del papá: laureanista y alvarista. Él me invitó a su biblioteca y hablamos mucho, nos tomamos unos vinos y nos entendimos. Él se puso a cantar la Giovinezza, que era de las juventudes fascistas, y yo, en vez de ponerme bravo, le canté canciones republicanas españolas, como A las barricadas. Pero yo soy muy mal cantante, entonces él me ganó. Igual terminamos muy amigos, nos quisimos mucho y él se volvió un fan mío, nunca políticamente, pero sí me cuidó.
En su libro Una vida, muchas vidas, usted narró que en el 2000, como representante a la Cámara, se reunió con Carlos Castaño. ¿Qué fue lo que más le sorprendió de Castaño?
Él dijo: “Córdoba ha regresado a su estado natural”. Córdoba tenía un fuerte conflicto social campesino por la tierra. El EPL tenía la práctica del secuestro, entonces los terratenientes llamaron al paramilitarismo antioqueño, que entró con las masacres y así se adueñaron del departamento. Fui porque a mi oficina llegó una información que nos dio un señor de apellido Yáñez: “Tenemos una radio de radioaficionados y hemos captado unas señales. Le quiero decir que lo que escuchamos fue al fiscal Luis Camilo Osorio hablando con Carlos Castaño y hablaban de matar, y no era Carlos Castaño el que lo decía”. Ahí fue que comenzó mi investigación.
¿Osorio fue quien dijo ‘matar’?
Eso dijo Yáñez. Osorio nunca aceptó eso, pero yo inicié mi primer debate de la parapolítica a partir de descubrir los nexos del paramilitarismo en la cúpula de la Fiscalía. Al final concluimos que era mejor hablar con Castaño antes de que nos mataran. Cuadré con Castro Caycedo [José Fernando], que era el defensor del Pueblo, y fui con Milene Andrade, la defensora del Pueblo en Córdoba, que yo no sabía que era militante del pa- ramilitarismo, pero yo la veía como funcionaria. Dije: “No es una reunión que hago de espaldas al Estado, sino con un funcionario del Estado y eso me protege jurídicamente”. Un jeep vino a recogerme para llevarme a la zona paramilitar. Llegamos, me dieron un plato de sancocho, vi una reunión en un bohío, hasta que llegaron, primero Castaño y, después, uno muy gordo. La impresión que me dio Castaño fue que no era el jefe, porque el otro lo interrumpía. Angelino [Garzón] me había dicho: “Si usted se porta firme, el hombre se desvanece delante suyo”. Y dicho y hecho. Eso fue lo que yo vi, sus conceptos políticos eran muy tontos, muy superficiales. Ahí fue que me dijo: “Córdoba ha regresado con nosotros a su estado natural”. Yo le dije a Casta- ño: “Hermano, ustedes están metidos en el narcotráfico y sus propios hombres lo van a matar”, y él se quedó mirándome en silencio. Después descubrí que para esa misma época él ya estaba negociando con la DEA, que fue por lo que lo ma- taron. Vicente Castaño fue el que más estuvo de acuerdo con matarme. Luego supe que Castaño [Carlos] me defendió.
¿Cuántas veces las autoridades y/o sus otras fuentes le avisaron que a usted lo iban a matar?
Nunca fueron las autoridades, en ningún caso. La forma de defenderme era haciendo públicas las amenazas. Y fueron tres.
Gustavo Petro firma compromiso para 'no expropiar'.

Gustavo Petro firma compromiso para 'no expropiar'. Foto:Mauricio Moreno/ El Tiempo

En una de esas, terminó viviendo en un sótano en Washington.
Mis investigaciones sobre la parapolítica me llevaron a exilios cortos. La misma capacidad investigativa nos sirvió para detectar que intentaban matarnos. Incluso, altos funcionarios del gobierno de Uribe sabían de eso, y en lugar de avisarlo, lo ocultaban y los ayudaban. El objetivo era asesinarme en Suárez. Alcanzamos a saber su apellido: Bobadilla. Pero él se arrepintió y se fue a nuestras oficinas y nos contó todo el plan. Así que me fui a Washington. Allá me entrevisté con Edward Kennedy. Él tuvo la iniciativa de hacer una carta firmada por cuarenta congresistas de Estados Unidos, dirigida a Uribe, en la que pedía la más estricta protección para mi vida. Uribe recibió esa carta y, creo, eso me salvó.
¿Cuántas veces han atentado contra usted?
El único atentado real que yo he tenido fue en Cúcuta, ya siendo candidato presidencial, en el año 2018. Yo tenía una manifestación en el parque y la Policía me llevó a esa trampa. No me llevó a donde estaba la manifestación, me llevó al punto contrario del parque para que yo pudiera caminar por lo menos 150 o 200 metros hasta la tarima, cosa que no se hace por protocolo. Ahí empezaron a sonar las piedras, yo sí creí que eran piedras. Pero tuve el presentimiento y le dije a Gustavo Bolívar: “Esta es una trampa de la Policía, no abra el carro”. Le dije al conductor: “saque el carro”. Ahí mismo sonó una explosión. Entonces empezaron a sonar cosas que no eran como piedras, eran tiros. Nos dispararon de frente, por atrás y de lado. Yo le pedí a la Fiscalía que investigara, pero, incluso, ya la prueba no existe: no existen ni los vidrios ni nada, y ya el carro desapareció. Entonces dijeron que eran piedras. Si me hubiera bajado del carro, hubiera muerto.
¿Por qué motivo su mamá salió exiliada de Colombia a Canadá?
Eso fue después del debate sobre Antioquia. Recuerde que ahí habló Uribe y confesó que el DAS nos perseguía. Y, efectivamente, comenzaron cosas muy extrañas: por ejemplo, mi hermana tenía un colegio de niños pobres en Tenjo y de pronto aparecieron las paredes pintadas con consignas de AUC. Después, mataron los perros que teníamos. Entonces ellos me dijeron que no había forma de seguir aquí. Todas mis sobrinas, mi mamá y mi hermana se fueron a Canadá. Mi hermano se devolvió, no aguantó el frío. Mis dos hijos, del anterior matrimonio, también se fueron. Ahora Sofía también se fue y esa es una sensación un poco difícil.
Usted fue uno de los grandes investigadores de la parapolítica y sus debates en el Congreso son hoy piezas de consulta. ¿Qué le quedó faltando en esa materia?
Prácticamente cada debate que yo hacía implicaba que unos senadores iban a la cárcel. Eso, en cualquier otro país, hubiera significado mi lanzamiento a la Presidencia. Pero contrario a eso, lo que yo coseché en esos años fue la mayor de las impopularidades. Ese fue un aterrizaje al pragmatismo político.
¿Cuál fue la asignatura que le quedó pendiente en su paso por la Alcaldía de Bogotá?
El metro, porque ya hace dos años hemos debido inaugurar la primera línea del metro subterráneo, eso si se hubiera seguido el cronograma que llevaba.
Usted en campaña dijo que iba a hacer mil jardines infantiles. ¿Cuántos hizo su alcaldía?
Esa es una de las tantas leyendas urbanas que se construyeron en mi alcaldía.
Pero lo dijo...
Sí, lo dije. Nosotros abrimos 110 jardines infantiles, arrendados, no construidos. Y 1.400 aulas de preescolar. Entonces, por el lado de la integración social fueron 110 jardines que equivalían más o menos a unas 550 aulas.
Varios de sus amigos cercanos en la política ya no lo son tanto: Antonio Navarro Wolff, Daniel García-Peña o la misma Ángela María Robledo. ¿Por qué no ha podido sostener esas amistades?
Son relaciones políticas; mis amistades son mis amistades y nunca mis amigos me han traicionado. Esas son relaciones políticas. Pero Ángela María está en la campaña con Francia Márquez. De Daniel García-Peña, pues no le he escuchado planteamiento público, pero le puedo asegurar que no está fuera de nosotros. Y Navarro no está, porque es el presidente del Partido Verde.
Archivada la indagación por el video en que apareció recibiendo el dinero, ¿qué le quedó de esa imagen de estar contando fajos de billetes en bolsas que muchos tildaron cuando menos de grotesca?
Sin audio es grotesca; con audio es muy normal, porque yo le estoy diciendo a Juan Carlos Montes, que es el que me entrega eso: “Por qué mandan este dinero en billetes de cinco mil y por qué no lo consignan en una cuenta corriente si es un apoyo para mi campaña”. Pero Paloma Valencia no presentó el video con el audio y tiene todo el efecto que usted ya conoce.
¿Es cierto que en el 2016 usted tuvo una crisis tanto económica como física?
No tenía cómo llevar el mercado a la casa. Las universidades me cerraron las puertas para dar conferencias. Le pedí trabajo a algún rector para dar clases y se negó, incluso en mi universidad. Un amigo mío le pagó la matrícula a mi hija Antonella. Fue una situación dramática y me enfermé. Fue en tiempos del Plebiscito, del referendo de la paz. Yo sabía que yo tenía un potencial, yo sabía que la gente me saludaba en la calle y, cada vez que salía, los pobres lloraban conmigo. Yo sabía que tenía una simpatía y yo le dije a Santos [Juan Manuel] que iba a salir en campaña por la paz. Y me enfermé del tema gástrico. Fui arrinconado como un trasto viejo y perdieron por 60.000 votos. Y a mí eso me dio muy tenaz porque dije: “Esos 60.000 votos los hubiera conseguido en Ciudad Bolívar”.
¿Qué opinión le merece hoy que haya ganado el NO?
Creo que el SÍ en el referendo ganó por poco. Creo que ahí hubo fraude. Y creo que Santos aceptó eso al final por dos razones. Una, porque no le convenía para nada una victoria pequeña. Y dos, porque creo que era una forma de arrinconar más a las FARC, que fue lo que hicieron, pero en el 2017.
Con qué expresidente de Colombia se podría usted comparar.
José María Melo. Es el último general del Ejército Libertador y es un indígena. Él llega a la Presidencia porque los artesanos lo ponen como jefe del Ejército en ese entonces y lo ponen de presidente para defender la industria nacional.
¿Recuerda por qué candidato a la Presidencia votó por primera vez?
Gerardo Molina.
En su o directo con Álvaro Uribe Vélez, ¿qué es lo que más le ha sorprendido de él?
Recuerdo que en el Congreso tuve un momento de acuerdo con él en una vaina crucial, ni más ni menos, que yo les aceptaba reformar la JEP. Dije: “Hagamos un acuerdo para reformar la JEP y se acaba la pugna alrededor del proceso de paz”. Y propusimos un acuerdo y Uribe llegó al saloncito donde se discutía eso y aceptó. Hasta salió una foto en primera página: ¡Uribe y Petro poniéndose de acuerdo! A mí no me disgustaba la idea, para nada. Yo sé que el tema central del uribismo es que no quieren que los militares digan la verdad. Pero el mismo Uribe, después de hacer el acuerdo, va y hunde todo eso en la plenaria. Yo siempre había pensado que Uribe era de palabra y que podíamos discutir, pero no fue así. Después fue muy virulento y se puso a gritarme, por allá desde una esquina, “¡Sicario!”. Y yo empezaba un poco a jugar con ellos, porque no me dejaba sacar de quicio. Una vez me le acerqué y ellos pensaron que iba a bofetear a alguien, y lo que hice fue pararme en el atril y hablarles de frente, en un debate. Ellos tienen ahí un tipo que es un ‘pelietas’, Mejía [Carlos Felipe], muy agresivo, físicamente violento. Entonces el hombre se me devolvió y casi me pega.
¿Cómo ve a Uribe hoy?
Debió haber tenido un retiro, porque el desgaste es mayúsculo manteniéndose como un adicto al poder. Como un “Otoño del patriarca”. Yo miro en él lo que no debo hacer yo. Yo no quiero envejecer en la política activa, quiero retirarme a algún lugar para hacer libros.
Juan Fernando Petro, hermano del candidato presidencial del Pacto Histórico.

Juan Fernando Petro, hermano del candidato presidencial del Pacto Histórico. Foto:Archivo particular/ César Melgarejo. EL TIEMPO

Si pierde estas elecciones, ¿volvería a ser candidato?
No, no voy a hacer como Fajardo.
En su o directo con Juan Manuel Santos, ¿qué es lo que más le ha sorprendido de él?
Alcancé a hacerle el debate de los falsos positivos cuando todavía no sabíamos que eran tantos. Yo pensé que eran unos casos aislados y no tenía la dimensión. Pero alcancé a mostrarle una grabación, siendo él ministro de Defensa de Uribe, sobre un falso positivo. Era un capitán de la Policía matando dos comerciantes de Corabastos, haciéndolos pasar por paramilitares muertos. Y él tomó nota ahí. Yo creo que él tampoco tenía la dimensión del problema, porque yo ahí mencioné la famosa Resolución 039 que premiaba a los militares por “neutralizar”, así decía la palabra, a los guerrilleros. Le dije: “Esto es lo que está provocando el que estos militares y estos policías salgan a matar gente inocente por una medalla”. Él cogió eso y creo que él hizo la investigación sin decir nada. Y se dio cuenta de que el problema era mayúsculo. Hicimos el primer debate y él anuló la 039. Entonces eso hay que abonárselo.
Defina a los siguientes personajes en una frase: Álvaro Uribe Vélez...
Un astuto constructor de una visión de extrema derecha.
Juan Manuel Santos.
Un hombre que quiere pasar a la historia. Todo depende de qué pase con el proceso de paz.
César Gaviria.
Se atrevió a hacer una alianza con el M-19.
Andrés Pastrana.
Inocuo.
Federico Gutiérrez.
Sigue la misma pauta de Uribe, de vincular istración con paramilitarismo.
¿Cuál ha sido el momento más feliz de su vida, y por qué?
El momento en que nacieron mis hijos. Incluso mi última niña yo la saqué y le corté el cordón umbilical.
¿Cuál ha sido el momento más triste de su vida?
Las penas más profundas de mi corazón siempre han sido penas de amor, no han sido penas políticas. Todos los hombres hemos tenido penas de amor y el que no las ha tenido, entonces tiene una deficiencia educativa.
Dice en su libro que Hugo Chávez fue su amigo. ¿Qué tan amigo fue de él?
A Hugo Chávez lo conocí sin ser presidente, que es muy importante. No lo conocí como el hombre del poder, sino como un hombre perseguido. Lo acababan de sacar de la cárcel y no tenía riqueza ni nada, un hombre sencillo: un coronel que se atrevió a hacer un planteamiento político y que pasó a la acción. El interés de él era hablar con los presidentes de la Asamblea Constituyente, y yo lo llevé. Habló con Serpa, con Navarro y con Álvaro Gómez; la entrevista con Álvaro Gómez fue buenísima, pero yo no la grabé por respeto. De eso se hubiera hecho un libro muy interesante.
Pero, ¿tuvieron una relación de amistad?
Sí, Chávez me veía en una esquina y decía: “Petro, ¿cómo está?, ¡venga para acá y hablamos!”. Cuando empezó el canje, cuando Uribe llamó a Chávez a Colombia, ahí nos encontramos y ahí nombró a Chávez y a Piedad [Córdoba] para tramitar el canje, al que yo me había opuesto. Yo veía que el canje era un acto de guerra y no teníamos por qué estar en actos de guerra. Y de humanitario no tenía nada.
Hugo ‘el Pollo’ Carvajal, exjefe de Inteligencia Venezolana, ha declarado que desde el régimen de Chávez le giraron plata para su campaña. ¿Eso es cierto?
Él no dice que Chávez, eso es lo más absurdo. Ni con Maduro. Yo nunca vi a ese señor, no lo conozco, ni él me conoce. Y con Maduro, pues yo tuve un distanciamiento precisamente a partir del canje. Y Maduro estaba ahí con Chávez, que era el canciller, con la línea de meter a Chávez en el tema del canje. Y a mí eso me disgustó profundamente, le tuve mucha desconfianza. Entonces nunca tuve un trato con Maduro. Una cosa era Chávez y otra, Maduro.
¿Ve en Maduro un dictador?
Toda concentración de poder lleva a una actitud dictatorial y en Venezuela hay una concentración del poder.
¿Cuál fue el mensaje que más hondo le caló de su conversación con el Papa Francisco?
Me dijo: “Ame a su pueblo”. Y yo siempre lo he amado; todo lo que me ha pasado y hecho es por puro amor a mi pueblo.
De usted han dicho que se cree una especie de Mesías. ¿Usted se siente una especie de Mesías?
No, todo lo contrario. Yo nunca busqué la Presidencia ni nada de eso. A mí nunca se me pasó por la cabeza que yo iba a ser presidente o que quería ser presidente. Yo apoyé a Pizarro, apoyé a Navarro dos veces, apoyé a Carlos Gaviria, apoyé a Mockus, apoyé a Noemí, apoyé a Santos por el tema de la paz; de hecho, creo que le garantizamos la Presidencia porque estaba difícil en ese momento. Entonces nadie puede decir que yo soy un obsesivo con el tema de la Presidencia.
La edición 116 de la Revista BOCAS estará en circulación a partir del domingo 24 de abril de 2022

La edición 116 de la Revista BOCAS estará en circulación a partir del domingo 24 de abril de 2022 Foto:Revista BOCAS

Gracias por leer. 
Entrevista por Mauricio Silva Guzmán
Editor de Revista BOCAS
Fotos: Ricardo Pinzón
Edición 116 ABRIL-MAYO 2022
@revistabocas

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