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La poligamia es ¿la búsqueda de un amor más real?

La mexicana Aura García-Junco replantea las relaciones amorosas frente a los tiempos modernos.

Aura García-Junco (1988) es escritora y traductora mexicana autora de ‘Anticiteria, artefacto dentado.

Aura García-Junco (1988) es escritora y traductora mexicana autora de ‘Anticiteria, artefacto dentado. Foto: Foto. Andrea Martínez.

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¿Cuándo uno aprende que no sabe amar? ¿Cuándo le rompen el corazón? ¿Cuándo se lo rompe a alguien? ¿Nunca? Pero en realidad, qué tanto se piensa sobre el amor en el día a día. Aura García-Junco —seleccionada por la prestigiosa revista Granta como una de las mejores narradoras en español menores de 35 años— decidió pensarlo y analizar lo que se nos dice acerca del amor, desde la literatura clásica romana hasta la actual industria del entretenimiento.
En 'El día que aprendí que no sé amar', García-Junco busca ayudar a repensar los patrones que mantienen a la sociedad dividida en un binarismo violento que cosifica al otro y nos impide crear expectativas más realistas y relacionarnos con un humano, y no con un ente abstracto en nuestra imaginación EL TIEMPO conversó con ella.

En estos tiempos, se dedica uno poco a reflexionar sobre el amor...

Sí, totalmente. Eso fue algo que me llamó la atención cuando estaba escribiendo. Un comentario en mi Facebook decía que “el amor es un sentimiento animal que no se puede pensar”. Y aun hoy, después de todo este recorrido que hice, me siguen llegando este tipo de comentarios. Pensar en el amor tiene una gran resistencia porque parecería algo que simplemente te sucede. Pero no es algo que simplemente sucede, es algo que está condicionado desde muchos ángulos y frentes y tiene mucho de educación metido, que bueno, de básicamente eso es que trata todo este libro. Pero sí me di cuenta de que hay una gran resistencia a pensar en el amor como algo digno de reflexión. Probablemente porque pertenece a este ámbito de lo privado y que está muy ligado con lo femenino, que se contradice con la razón y con las “cosas verdaderamente importantes”...

Educar en el amor es algo que suena simple pero esconde una gran complejidad...

Sí hay una educación amorosa, lo que ocurre es que es oblicua, que no te dice que te está educando, se adquiere un discurso amoroso cuando estás adquiriendo una cultura que puede ser incluso desde la casa, pero influyen incluso más los productos culturales, lo que se habla en las revistas (en mis tiempos era en las revistas, ahora es más en las redes sociales), etc... Eso por un lado. Por otro, sí hay maneras de educar. La educación emocional no solo comprende un discurso amoroso sino por ejemplo saber discernir emociones: ¿qué es la tristeza? ¿por qué te sientes enojado? Si a un niño o niña le empiezas a introducir maneras de relacionarse con sus emociones desde otro lado estás poniendo la piedra de una herramienta que le va a servir a lo largo de toda la vida, incluyendo en algo tan íntimo pero a la vez tan importante y tan relevante como lo es el amor. Por otro lado, si brindas herramientas para leer críticamente la cultura pop estás haciéndolo también. Es decir, la cultura pop no va a desaparecer, que tiene un discurso que no es el ideal, no sé, yo escucho mucho reguetón pero es un reproductor de valores a veces buenos a veces horribles, pero si tengo las herramientas para leerlo críticamente, para no creer que es la única manera de hacer las cosas, ya está del otro lado. Lo pongo de una manera más amplia porque creo que el amor requiere pensarse de una manera más amplia, no como algo concreto sino como parte de un cosmos de configuración emocional y cultural.

Se habla de educar en la responsabilidad emocional, en pensar que la forma cómo uno muestra su amor hacia el otro tiene una repercusión, ¿es algo que falta?

Pensar en el amor tiene una gran resistencia... no es algo que simplemente sucede... está condicionado desde muchos ángulos y frentes y tiene mucho de educación
Yo creo que sí tiene mucho que ver con una idea no comunitaria de las relaciones, pero también creo que el término de responsabilidad emocional o afectiva tiene muchos problemas dentro de sí porque de nuevo pone toda la responsabilidad en el individuo. Sí tiene que haber esa responsabilidad, debería haber una educación hacia la empatía o de la sensibilización del otro o la otra. Pero también creo que siempre es necesario saber que hay cosas que se nos escapan, es decir, a veces no herimos porque queramos herir, y que por más que tengamos las mejores intenciones, simplemente a veces hay agendas no compatibles. Agendas suena maquiavélico y a Succesion (serie de HBO sobre relaciones de poder), pero es así. Pero es que es así, a veces los deseos de las personas son incompatibles y hieren, y así es la vida.

¿Hacia dónde ir?

Creo que estos recursos amorosos tienen que ir en varias direcciones, en fortalecer la posibilidad de que la vida no gira entorno a que si me rechazan ya me morí o a que si alguien me “ghosteo” tengo que tirarme al suelo porque es lo peor que me pudo haber pasado. Creo que la responsabilidad afectiva es compleja, porque pareciera que sirve solo para atribuirle culpas al otro o para pensar que somos seres enteramente racionales y que estamos en completo control de nuestras emociones y completo control de las reacciones del otro y de la otra, cuando muchas veces no es así.

¿Entonces?

Yo pugnaría por complejizar el debate, no solamente dejarlo como en conceptos que a veces terminan siendo huecos y que terminan siendo más dañinos que benéficos a la hora de construir comunitariamente nuestras relaciones. Aunque sin duda estoy totalmente de acuerdo contigo en que tiene que haber una empatía hacia el otro y que el capitalismo muchas veces tiene como consecuencia un borrón de la empatía y una centrada en el individuo y sus deseos en ese momento.

¿Cómo erradicar el romanticismo?

Por un lado, creo que la concepción del amor romántico que tenemos si tiene un poco de medieval y si tiene esto esa idea del amor cortés, del amor que va más allá... pero se veían más como cuentos. Porque si un hombre se rendía al amor era un hombre débil y solo en el relato se podía estar fincado a esta idea. A partir de la ilustración empezó esta idea del amor como un móvil de vida, incluyendo la introducción del amor a la idea del matrimonio, que eso era inédito y hasta absurdo. Pero lo mismo pasa un poco ahora porque la idea de pareja está tan centrado en nuestras vidas que se vuelve casi que lo único, pareciera como que sin la pareja no somos nada. Ponemos tanto en las parejas que es comprensible que si ponemos todos nuestros deseos, nuestras ilusiones en nuestra pareja, cuando eso se rompe pareciera el fin del mundo.

¿Qué hacer?

Para mi una de las principales cosas que hay que hacer es empezar a ver a la pareja no como un todo sino como una parte de algo más amplio. A mi me gusta mucho la frase de Esther Perel que dice: “ahora esperamos de la pareja lo que antes esperábamos de una aldea completa”. Y me parece muy representativa de por qué nos duele tanto cuando se termina una relación. Si nuestras redes están en segundo lugar con respecto a nuestra pareja, pues claro que sentimos que nos quedamos sin nada. Aun más en estas relaciones en las que las parejas se aislan y son esa pequeña isla autosuficiente que casi que deja de ver amigos y demás... Para mi lo primero sería ir poco a poco en la medida de lo posible desjerarquizando la pareja como el pináculo de todo. Yo entiendo que a veces las condiciones económicas muchas veces nos orillan a tener que elegir, incluso en cuestiones de tiempo qué hacemos. Pero creo que hay algo que está aún más allá de eso que es ideológico. Para empezar creo que es eso. La pareja no tiene que ser nuestro todo. Decir que deberíamos cambiar esas expresiones posesivas de: mi pareja, mi esposa, mi novio...

¿En qué momento nos encontramos en cuanto a la narrativa sobre el amor?

Estamos en una época limítrofe, una época bisagra, en la que por un lado tenemos todos estos discursos individualistas, aunque en Latinoamérica tenemos una actitud más colectiva que en un país como Estados Unidos, que es de donde se produce mucha literatura del amor desde el mundo académico. Tenemos estas dos cosas luchando: el capitalismo tratando de hacernos entes aislados y poco empáticos, y luego tenemos un deseo de colectividad pero al mismo tiempo tenemos muchas concepciones del amor muy empotradas que colisionan con un discurso nuevo. Creo que básicamente estamos muy confundidos porque queremos actuar de una manera pero muchas veces no lo logramos porque de todas formas tenemos una educación que nos ha perseguido. En las generaciones más jóvenes como los centennials, lo veo también mucho porque a pesar de que tienen un discurso diferente, en su forma de actuar todavía hay mucho del discurso pasado. Siento que está aun más diferido, que porque tienen el discurso tienen las herramientas para transformarlo y no siempre es así.

¿Se está viviendo un proceso de deconstrucción?

A mi no me gusta esa palabra, me gusta más decir que hay que repensarlo y que hay que indagar y atrevernos a sentirlo desde otro lado, con todas las complicaciones que esto implica. Deconstruir me parece que es una palabra manoseada que ya no dice nada. Y también creo que es importante entender que muchas cosas vienen desde la entraña, que a veces se va a atravesar pero que siempre hay una manera de ir repensando a pesar de la entraña, o más bien con la entraña, en conjunto.

¿A qué se refiere con la entraña?

Me refiero a que no me parece posible esta cosa anglo de que se puede separar por completo el intelecto de los sentimientos, como si fueran dos entes separados, es una idea muy kantiana. Yo creo que somos un todo y que nuestra propia historia personal, nuestros traumas, nuestras virtudes, están jugando al mismo tiempo que nuestra racionalidad. Es que la racionalidad no puede existir en abstracto. Es una serie de complejidades interligadas. Me parece importante creer que el discurso lo es todo, también hay una historia personal, también hay traumas, hay cosas que se nos escapan y pensarlo de otra manera nos lleva a volvernos a herir y decir “¿por qué no puedo ser esto que quiero ser”, “¿por qué, si yo quiero ser una persona totalmente deconstruida y no quiero tener celos sigo sintiéndolos?”...

Un tema del que habla en su libro es de las relaciones abiertas, de la poligamia, pero muchos aún no entienden la gracia de una relación abierta o de la poligamia, algo que parece tan complejo...

(Risas) No sé si podría decir cuál es la gracia. Para mi es central decir en el libro que yo creo que hay gente que puede estar en relaciones no monógamas y hay gente que no, y hay gente que quiere y otra que no, y todas las opciones son lícitas. Cada quien con el traje que le quede. Pero para mi la gracia es que simplemente hay personas como yo que nunca se han sentido cómodas con la monogamia y nunca han entendido por qué tenían que hacerlo y que si vas a estar en esas, mejor hacerlo de manera ética. La infidelidad como parte de la monogamia ha existido siempre, principalmente por los hombres, porque la sociedad les ha dado más espacio para ser infieles, o los ha penalizado menos e incluso los ha enaltecido. Entonces creo que es una manera ética de llevar acabo algo que siempre ha sucedido.

Es que exista la opción...

Por otro lado, si quitamos del centro la idea de posesión del otro y de la otra, la pregunta es, ¿por qué no intentarlo? Muchas respuestas se pueden dar a esa pregunta, pero los que decimos que sí lo queremos intentar, pues encontramos muchas respuestas por la exploración que brinda conocer a alguien más, porque el sexo no es solo sexo sino que también puede ser una fuente de autoconocimiento y de disfrute y de muchas otras cosas que a veces solo tienen que ver con el placer y eso está bien. Claro que tiene sus complicaciones, al igual que la monogamia también las tiene. Por ejemplo, hay complicaciones contextuales como que se encuentra mucha resistencia en el entorno. Siempre habrá alguien que alce la ceja y que cuente la triste historia de su amigo Juanito que tenía una relación hermosa hasta que la abrió y todo fracasó. Sin embargo me parece que es una de las opciones más congruentes para algunas personas como yo. Y también pensándonos como iguales en el feminismo, y desde la no posesión creo que hay exploraciones interesantes para hacer.

¿Cómo ha cambiado el feminismo la idea del amor?

Para el libro recurrí a muchas fuentes feministas, especialmente del siglo pasado, pero también muchas de ahora. Y es que el feminismo ha tenido un interés muy particular en entender cómo el amor también puede ser una forma de coacción hacia las mujeres, entonces hay mucha bibliografía al respecto. Desde el momento en el que dices que en el hogar debe haber igualdad, todo se tambalea. Pienso incluso en Olympe de Gouges que es de la Ilustración y que decía: “¿por qué si estamos tratando de tumbar al tirano, cómo podemos permitir que hayan mil tiranos en los hogares? Si estamos tratando de desjerarquizar la sociedad y estamos diciendo que no puede haber un monarca, por qué asumimos que en el hogar si puede haber un monarca”. Ese pequeño pensamiento cambia todas las relaciones interpersonales. Y por supuesto está la cultura del consentimiento, cosa que era impensable.
SIMÓN GRANJA MATIAS 
REDACCIÓN DOMINGO 
@SIMONGRMA

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