“Si no conoces a BTS, probablemente has estado viviendo debajo de una roca”: esto decía en 2021 la página oficial del Libro Guinness. En septiembre del mismo año, añadía escuetamente: “Los chicos están en el libro” para anunciar la inclusión de la banda en el codiciado Salón de la Fama del Libro Guinness de los Récords 2022, por haber batido nada menos que 23 de ellos.
BTS es el grupo de música más escuchado en todo el mundo. Es el primer grupo, desde los Beatles, en tener, en menos de seis meses, tres canciones en el número uno de las listas estadounidenses.
Pero Corea no solo está revolucionando el mundo de la música con BTS, o con los quintetos de chicas como Red Velvet, Girls Generation, Blackpink y tantos otros que conforman lo que se conoce mundialmente como K-pop (Korean-pop). También ha puesto patas arriba a la industria del entretenimiento en general y al mundo del anhelado poder blando, que China y Estados Unidos se disputan.
El K-pop no es más que una parte (de un gran tsunami, solo que la ola, esta vez, es coreana, y no japonesa) de lo que ha sido bautizado como Hallyu (la “ola coreana”). Hay cada vez mayor interés internacional por la cultura popular coreana, tal y como aparece representada en su cine, televisión, moda, cocina y música.
Un detalle más: las palabras K-pop y Hallyu han sido itidas en el Oxford English Dictionary, junto a otras 24 palabras coreanas. Ninguna lengua del mundo había tenido antes el privilegio de incluir, de un solo golpe, 26 palabras en el mismo año.
China, punto de partida
Fueron los chinos quienes primero se dieron cuenta del fenómeno que existía, al encontrar sus pantallas inundadas de telenovelas coreanas (K-drama) durante la década de los noventa. A esta moda, los medios la denominaron Hánliú, que proviene de que Hán, en chino, significa Corea o coreano, y liú, corriente, tendencia.
Corea del Sur nunca antes había producido una cultura popular exportable y bien recibida, ni en China ni en ningún otro país de Asia. Ambos países apenas acababan de restablecer relaciones diplomáticas en 1992. Así que cualquier cosa proveniente de ese pequeño país del noreste de Asia era para los chinos una curiosidad, una moda que pronto pasaría. Nada más erróneo que eso. Una prueba más de la importancia que ha adquirido el Hallyu en el mundo es que, desde 2013, existe la World Association for Hallyu Studies (Asociación mundial de estudios de Hallyu), donde se analiza el fenómeno desde todos los puntos de vista posibles.
Entre los académicos hay quien considera que la ola coreana es el cambio de paradigma cultural más importante, y más rápido, de la historia moderna.
En 2020, el número de fans del Hallyu superó la barrera de los 100 millones. El número de fanáticos se ha multiplicado por 17 desde que en 2021 se publicara el primer informe de la Korean Foundation.
Refresquemos la memoria. 2012 fue el año en el que irrumpió en la escena mundial la pegadiza Gangnam Style del rapero Psy, cuando apenas BTS estaba empezando. El video de Gangnam Style ingresó en el libro Guinness porque fue el primer video que superó los mil millones de visitas en YouTube.
Hasta 2018 había en el mundo 84 millones de fans de Hallyu, incrementándose a un ritmo de 22 % anual. Ese es el año en que definitivamente BTS explota en Estados Unidos, pues la banda consiguió colocar dos álbumes en la lista de éxitos de Billboard 200. A partir de ahí, su fama ha crecido exponencialmente.
Sin duda, también ha contribuido a este aumento que la serie El juego del calamar haya reventado el mundo de las series, colocándose en su momento como la más vista en toda la historia de Netflix, o que en 2020 la película Parásitos hiciera historia, convirtiéndose en la primera cinta de habla no inglesa en llevarse el Óscar a la mejor película.
Una estrategia deliberada
¿Cómo es posible que haya tanto furor por la música y la industria del entretenimiento de un país tan pequeño? Pues tenían un plan al que han sabido dar continuidad.
Corea tenía un plan para hacer de sí misma una nación que estuviera en tendencia.
En 1994, el Consejo Consultivo Presidencial para la Ciencia y la Tecnología presentó su plan estratégico para el crecimiento de las artes visuales de alta tecnología: en él comparaban el éxito de la película Parque Jurásico de Spielberg (850 millones de dólares de facturación con un presupuesto de 65 millones) con las ventas de vehículos, principal exportación del país. Para ingresar lo mismo que la película estadounidense sería necesario vender fuera de sus fronteras 1,5 millones de vehículos, muchos más de los 700.000 anuales que exportaba en esa época.
A partir de ese momento la cultura pasó a ser considerada otra mercancía más, prioritaria para el PIB del país. Saben que la contribución de BTS al turismo en Corea ha sido de 800.000 turistas anuales, lo que representa el 7,6 % del total de los 10,4 millones que entran al país. También que la economía coreana ingresa gracias a BTS 3.670 millones de dólares y que el grupo genera un valor añadido de 1.260 millones
Un modelo distinto
El modelo de expansión cultural coreano parece estar subvirtiendo el paradigma cultural dominante.
Antes eran los productos culturales de las grandes potencias los que eran consumidos por los países de segundo rango económico. Hoy en día son los grandes países los que están consumiendo a mansalva productos coreanos.
Segundo, el modelo coreano de poder blando también es particular, porque, a pesar de haber imitado los modos de producción americanos, no busca, como Estados Unidos, vender sus productos a través de la difusión de un modo de vida propio.
También se aleja del modelo japonés. Este busca adaptar los productos japoneses a los mercados de los países, lo que se ha llamado ‘glocalización’. Los coreanos, por el contrario, hacen productos que tienen características globales, pero con toques de cultura coreana.
Los grupos de música de la Hallyu poseen una potentísima red de fanáticos, llamada ARMY en el caso de BTS, que a diferencia de los aficionados tradicionales, están perfectamente organizados y coordinados. Se embarcan en acciones decididamente políticas, sin que sus estrellas hayan explícitamente abrazado dicha acción en particular o una causa más general.
Lo probó en carne propia Donald Trump, cuando, ávido de reanudar sus mítines electorales en su carrera a la reelección presidencial, convocó a una reunión en Tulsa, Oklahoma, y los fanáticos estadounidenses de BTS reservaron en masa entradas para asistir y luego no se presentaron.
Otro ejemplo: los fans de Blackpink y de BTS inundaron la tendencia republicana #ImpeachBidenNow hasta inutilizarla por completo.
Un país inofensivo
En tercer lugar, los productos culturales coreanos no llevan aparejados ningún tipo de poder duro militar, como ha sido el caso de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. Ni tampoco quieren borrar un pasado turbio, como es el caso de la locura imperialista japonesa de la época. Tal es la fuerza del poder blando, que se desconoce que Corea del Sur es la sexta potencia militar del mundo.
Con los números de la industria del entretenimiento en la mano, tenemos tendencias coreanas para rato. Su posición en la batalla por el poder blando mundial estará por un tiempo a prueba de balas, como si el nombre del ícono coreano del momento, BTS, hubiese sido premonitorio del éxito de sus productos culturales: BTS es el acrónimo de Bangtan Sonyeondan, (boy scouts a prueba de balas).
Las maniobras para aplazar el servicio militar
En 2020, el miembro mayor de BTS, Kim Seok Jin, cumplió 28 años. Era su año límite para enlistarse al servicio militar. Sin embargo, la idea de perder a BTS en medio de la crisis económica causada por la pandemia obligó a la Asamblea Nacional Coreana a hacer una excepción. Se pasó entonces una ley que entró en vigencia tres días antes de su cumpleaños, que establecía que aquellos que “sobresalieran en la cultura y artes populares” del país, podrían aplazar su servicio hasta los 30 años. Hoy, dos años después, los de la banda han decidido que es momento de cumplir con esta obligación.
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FÉLIX VALDIVIESO (*)
The Conversation (**)
(*) Presidente del China Center de la Universidad IE.
(**) Es una organización sin ánimo de lucro que busca compartir ideas y conocimientos académicos con el público. Este artículo es reproducido bajo licencia de Creative Commons.