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¿Cómo actuaron Europa y EE. UU. en el proceso de Independencia?

Lo explica el historiador Medófilo Medina, coautor de 'Bolívar y San Martín' (Ediciones Aurora).

Medófilo Medina, doctor en Historia y profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia.

Medófilo Medina, doctor en Historia y profesor emérito de la Universidad Nacional de Colombia. Foto: Mauricio León/EL TIEMPO

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En la Carta de Jamaica fechada el 6 de agosto de 1815, Bolívar se manifiesta en registro de amarga decepción por la manera como las potencias miran la lucha de las colonias españolas en América: “¡Cuán frustradas han quedado nuestras esperanzas; no sólo los europeos, pero hasta nuestros hermanos del norte, se han mantenido inmóviles espectadores de esta contienda; que por su esencia es la más justa y por sus resultados la más bella e importante de cuantas se han suscitado en los siglos antiguos y modernos! porque ¿hasta dónde se puede calcular la trascendencia de la libertad del hemisferio de Colón?”.
Siete meses atrás, los comerciantes de Cádiz habían despedido con alborozo al Ejército Expedicionario comandado por Pablo Morillo destinado por Fernando VII a reconquistar su imperio en América.
El escaso entusiasmo que despertaba la Independencia latinoamericana en los Estados Unidos tuvo expresiones tempranas. Tres años después de haber culminado la guerra de independencia contra Inglaterra, Thomas Jefferson, uno de los padres fundadores de la democracia norteamericana sentenciaba: “Nuestra Confederación debe ser considerada como el nido desde el cual toda América, así la del Norte como la del Sur, habrá de ser poblada. Mas cuidémonos de creer que interesa a este gran continente expulsar a los españoles. Por el momento aquellos países se encuentran en las mejores manos y solo temo que estas resulten demasiado débiles para mantenerlos sujetos hasta que nuestra población haya crecido lo suficiente para írselos arrebatando pedazo a pedazo”.
John Adams, otro padre fundador, se refirió con sarcasmo a las posibilidades de construir gobiernos libres en América del Sur. Ensayarlo sería tanto como intentar “establecer democracias entre los pájaros, las fieras y los peces”.
Los presidentes que gobernaron a los Estados Unidos durante el tiempo en el cual se libraba la guerra de independencia en Latinoamérica: Thomas Jefferson, James Madison y James Monroe no prestaron apoyo alguno a los patriotas hispanoamericanos.

Reconocimiento de Colombia

Cuando los EE. UU. otorgaron el reconocimiento diplomático a la República de Colombia en 1822, esta llevaba cerca de tres años de existencia como Estado independiente nacido de su proclamación en diciembre por el Congreso de Angostura, luego de la victoria del Puente de Boyacá el 7 de agosto de 1819, y de su consolidación en la victoria de Bolívar en Carabobo el 24 de junio de 1821, que liberó a la mayor parte de Venezuela. Los EE. UU. no se apresuraron con el reconocimiento diplomático a las repúblicas hispanoamericanas en la medida en que hasta el final buscaron de España concesiones territoriales.
En el comercio Inglaterra había arrancado tempranas e importantes prerrogativas de parte de España, como las establecidas en el Tratado de Utrecht en 1713, y por ello no tenía prisa para el reconocimiento de los nuevos Estados.
A comienzos de 1818 llegó a Guayana con cartas credenciales expedidas por el secretario de Estado, el periodista y político John Baptiste Irvine ante el Consejo de Estado que Bolívar había instalado en Guayana como órgano de gobierno. Fue recibido en Venezuela con notable deferencia por los republicanos.
Después de una etapa de diálogo cordial, Irvine exigió al Libertador la devolución de las naves El Tigre y La Libertad que habían sido capturadas por venezolanos por violar el bloqueo decretado por el gobierno insurgente. Bolívar se negó a satisfacer el pedido y esto dio lugar a que Irvine subiera el tono que mantuvo en una sostenida correspondencia que de momento Bolívar cortó manifestando: “Parece que el intento de v.s. es forzarme a que reciproque los insultos; no lo haré, pero sí protesto a v. s que se ultraje al gobierno y los derechos de Venezuela. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo, si todo el mundo se ofende”. Estados Unidos más adelante reanudaría su reclamo.
Desde luego para la revolución en América Latina la independencia de América del Norte fue un antecedente de importancia histórica decisiva.
El libro 'Bolívar y San Martín, la Independencia como proceso continental', de Medófilo Medina y Rigoberto Rueda, es de Ediciones Aurora.

El libro 'Bolívar y San Martín, la Independencia como proceso continental', de Medófilo Medina y Rigoberto Rueda, es de Ediciones Aurora. Foto:Archivo particular

La Santa Alianza

Del 18 de septiembre de 1814 al 9 de junio de 1815 las grandes potencias y la mayoría de los países europeos se encontraron en el Congreso de Viena, verdadero cónclave de la coalición que no sólo pretendía cerrar la serie de las guerras napoleónicas sino toda la época abierta por la Revolución sa de 1789.
Las figuras dominantes del Congreso fueron el príncipe Klemens von Metternich de Austria, lord Castlereagh de Gran Bretaña y el zar Alejandro I. El gran objetivo fue el de restablecer el equilibrio geopolítico destruido por Francia.
Para desarrollar ese proyecto en Viena se sentaron las bases de la coalición de las potencias europeas que se denominó la Santa Alianza integrada inicialmente por Austria, Prusia, Rusia y a la cual pronto llegaron gran Bretaña y Francia. Ese fue el tablero europeo mientras avanzaba la guerra de Independencia latinoamericana. Por su parte Estados Unidos jugaba su rol de potencia emergente con programa propio.
El equilibrio geopolítico no podía alcanzarse en Europa sin abordar también los balances de poder en las diversas regiones del mundo. En los congresos de la Santa Alianza, que tuvieron lugar entre 1815 y 1825 figuró invariablemente en la agenda la Cuestión Suramericana.
Los aliados tenían que ocuparse de la guerra que libraban las colonias contra la metrópoli. Los intereses comerciales así lo demandaban pero también obraban las consideraciones políticas. Se desplegaba el proceso de la restauración bajo el invocado principio de la legitimidad. Tal principio descansaba en la fundamentación dinástica del poder.
La revolución en América mayoritariamente se remitía al republicanismo. Los gabinetes de los países de la Santa Alianza no dudaban de la legitimidad de la dominación colonial de España. Se empeñaban utópicamente en buscar una mediación entre los rebeldes y la metrópoli.
Bolívar que seguía desde el Orinoco las intrigas en el seno de la Santa Alianza emitió para el mundo la Declaración de Angostura el 20 de noviembre de 1818. El punto séptimo del documento puntualiza: “Que toda la América y muy particularmente Venezuela, está íntimamente convencida de la imposibilidad absoluta en que se halla España de restablecer en ningún modo su autoridad en este continente”.
Más allá de los gobiernos, entre los comerciantes, los círculos liberales, los medios intelectuales alentaban los sentimientos de simpatía con los rebeldes latinoamericanos. De otra manera no se podría explicar la posibilidad de comprar armas, de reclutar soldados, de contratar oficiales que vinieron a librar la guerra en América.
MEDÓFILO MEDINA
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
*Historiador, profesor de la Universidad Nacional de Colombia

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