Cuarenta años se cumplieron el pasado 12 de octubre del lanzamiento de Tusk, atípico álbum doble de Fleetwood Mac y que históricamente es el de mayores opiniones encontradas en torno a su calidad, importancia o impacto.
Las expectativas de Warner Brothers en ese 1979 eran inmensas en torno al sucesor de Rumours, el disco que Fleetwood Mac había tenido por 31 semanas en el número uno de las listas norteamericanas, premiado con el Grammy al álbum del año en 1978 y con ventas superiores a los 10 millones de copias en sólo 12 meses.
Pero Tusk fue otra cosa. La banda presentó 20 canciones caracterizadas por la experimentación y con pocas referencias a su antecesor. Aparte de una pobre promoción y que su precio estuvo 3 dólares por encima del de la época para un álbum doble, vendió solo 4 millones de copias, y aunque fue número uno en Inglaterra, únicamente llegó al número 8 en EE. UU.
Con la filosofía absoluta de arriesgar, experimentar y trazar nuevos horizontes sonoros, fue su guitarrista y vocalista, Lindsey Bukingham, quien asumió el liderazgo en el desarrollo de esta producción. El músico quería explorar en sonidos absolutamente crudos, llegó incluso a obsesionarse con grabar las voces dentro de un baño, y tuvo la influencia latente del punk y del new wave, tan de moda en esos días. De la arrogancia desenfrenada de The Ledge, la complejidad de What Makes you Think You’re The One o la nostalgia de Walk a Thin Line, las nueve canciones de Bukingham fueron apertura a un extraño y nuevo mundo sonoro para Fleetwood Mac.
Con seis temas de Christine McVie y cinco de Stevie Nicks, todos tan disímiles a los de Buckingham, hicieron de Tusk una colección de aportes individuales que, sin una clara cohesión, como sucede en sus dos discos anteriores, permitieron que durante años lo compararan en su dinámica con el legendario Álbum blanco de los Beatles.
Lejos de las cifras que pudieran marcar o no su importancia, para los fanáticos de Fleetwood Mac, Tusk sigue siendo esa nostálgica apuesta que, en perspectiva, es más auténtica y novedosa que el ambiente pop de su siguiente álbum, el fabuloso Mirage, de 1982.
DANIEL CASAS
PERIODISTA MUSICAL