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Los caminos que llevaron a David García a dirigir la Filarmónica de Bogotá

Su pasión por la música comenzó desde pequeño. Hoy ocupa el rol que cumplió su papá, Raúl García.

David García

David García Foto: Kike Barona - Orquesta Filarmónica de Bogotá

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Mientras su padre dirige la Orquesta Filarmónica de Bogotá, David García, con no más de ocho años, está parado entre el público dirigiendo a lo lejos. Su cuerpo salta con movimientos repentinos, como si recibiera choques eléctricos, y sus brazos se extienden al ancho de un podio imaginario desde donde David imita los movimientos del director.
En su casa siempre abundó la música. Raúl García -no el hermano, sino el papá- es un clarinetista que ensayaba religiosamente en su estudio, y junto con todos los pianistas, violinistas, cantantes y demás que invitó a lo largo de los años a juntarse en tertulias que parecían conciertos, hicieron de su casa una pequeña versión de la Filarmónica.
Con los años cayó en una relación no correspondida con su violín. Lo cautivó desde pequeño y por él ganó una beca a los 17 años, pero el violín no lo ama a él y hace ya más de 20 años que no se ven juntos en público. Su presencia está marcada por su amor a la música. Habla despacio y con paciencia, como una obra en pianissimo y cuando está explicando algo mueve los brazos con la precisión de quien aún siente el arco en la mano.
Filósofo, historiador, músico. Cuando responde donde nació no dice Bogotá, sino Teusaquillo. Según él, ha crecido en un pueblo dentro de una gran ciudad. Actualmente, a sus 56 años, cumple el rol que cumplió su padre y es el Director General de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, que no se confunda con el Director Titular, que es quien lleva la batuta, como la que se imaginaba David hace tantos años.
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ss Foto:Kike Barona - Orquesta Filarmónica de Bogotá

Su papá, Raul García, fue uno de los fundadores de la Orquesta Filarmónica y también fue director, ¿cuál es el primer recuerdo que tiene usted de verlo en acción en su trabajo?

Quizás el primer recuerdo que tengo es uno de los primeros conciertos de la filarmónica. Eran en vivo, se hacían los domingos en el CAN y eran didácticos. En esa época no era tan común que el director se dedicara a explicar cómo funcionan los instrumentos entonces me causaba mucha emoción, aunque tampoco entendía muy bien qué era lo que mi papá hacía.

¿A qué edad empezó a involucrarse en la música?

Yo estudié en el colegio Juan Ramón Jiménez y ahí tenían un énfasis en música. Uno de los rectores me invitó a ser parte de la agrupación y toqué diversos instrumentos, pero cada uno escogía cuál le gustaba más y a mí me cautivó muchísimo el violín, aunque el violín no me encontró a mí, fue como una relación no correspondida.

De hecho dejó de tocar violín en público hace más de 20 años, ¿por qué?

A mí me cautivó muchísimo el violín, aunque el violín no me encontró a mí, fue como una relación no correspondida
Sí, afortunadamente para el público. Cuando yo tocaba violín en la Sinfónica Juvenil de Colombia me dieron una beca para estudiar en Europa. Entonces, para el nivel de Colombia yo estaría por encima del promedio, pero ya en Europa lo que tocaba yo con 17 años lo tocaba un niño de seis, porque allá comienzan a estudiar desde los tres y a los ocho ya se están ganando concursos. Eso me hizo pensar en otros horizontes y no tratar de competir en un mundo que tiene tanto desarrollo y competencia.

A los 17 años se ganó una beca del Ministerio de Cultura de Bulgaria para estudiar en el Conservatorio de Sofía, ¿qué oportunidades vio allá que en Colombia todavía hacen falta?

En Colombia el 99 % de la gente empieza a estudiar su instrumento muy tarde, incluido yo que comencé con violín a los 12, eso es ser un anciano. Allá existían colegios musicales con muy buenos profesores, de tal suerte que desde la primaria ves los grandes talentos, en cambio aquí muchas personas van ya mayores a las escuelas de música y así ya es muy difícil convertirse en una persona destacada.

Desde esa primera vez que tocó como violinista en el bar de Grecia hasta el día de hoy como director general de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, ¿cuál ha sido el día en que más orgulloso se ha sentido de usted mismo?

Quizás fue hacia junio de 2015, el día en que a 300 niños de dos colegios los llevamos al Teatro Jorge Eliecer Gaitán y les dimos a cada uno su instrumento. Ese día sentí lo importante que era lo que estaba haciendo y se me salieron las lágrimas de la emoción. Yo soy medio llorón, de esos que prenden la luz del cine y uno se tapa para que nadie se de cuenta.

¿Y qué recuerda de esa primera vez tocando violín?

Esa era otra sensación, como cuando te sientes un ciudadano más del lugar. No eres ni colombiano, ni gringo, nada, solo eres ciudadano de la vida, de la gente.
Todos los días, García organiza eventos, asiste a ensayos y cuida del legado de su padre, que ahora también será el suyo.

Todos los días, García organiza eventos, asiste a ensayos y cuida del legado de su padre, que ahora también será el suyo. Foto:Kike Barona - Orquesta Filarmónica de Bogotá

¿Qué canción canta a grito herido en el carro?

Sería en bicicleta porque casi siempre me muevo así. Me gustan muchas cosas de Silvio Rodriguez, me las sé todas, si me pones un guitarrista acá te las canto.

Usted ha sido director de la Orquesta Filarmónica de Bogotá en dos periodos, al igual que su padre, ¿es difícil llenar esos zapatos?

Muy difícil, podría decir que nunca nada que haga yo superará lo que él hizo, porque lo que yo hago es nuevo, pero haber creado una orquesta y haber defendido ese proyecto en una sociedad como la nuestra fue una labor titánica que él lideró, yo tuve la oportunidad de dar continuidad a ese sueño.

Durante sus períodos como director la Orquesta ha crecido muchísimo en involucrar a la juventud, ¿por qué le parece tan importante?

Tengo una conciencia muy fuerte del grave peso que tiene en nuestra sociedad la violencia y si de algo estoy convencido es que lo primero que va a cambiar la mentalidad de toda la gente en nuestro país es la cultura.
El año pasado, después de que se firmaron los acuerdos de paz, soñé con hacer lo que se llamaría una Filarmónica de la Paz y pude ponerme en o con las familias de los firmantes. De allí surgió la idea de hacer un proceso musical con sus hijos que resultó en un concierto en la Plaza de Bolívar. A mí me conmovió mucho ver el impacto que tenía para los padres, ellos decían que les hacía sentir que tenían la oportunidad de reintegrarse a la sociedad y que tener hijos ya integrados en procesos como este les hace muy difícil pensar nuevamente en la guerra.

¿Cuál es un plan que le mueva el corazón y le falte por cumplir con la Orquesta?

Si de algo estoy convencido es que lo primero que va a cambiar la mentalidad de toda la gente en nuestro país es la cultura
Me encantaría hacer un concierto en el Catatumbo y crear programas de formación musical, sobre todo en las zonas de gran conflicto, porque la música detiene los espíritus en guerra y nosotros tenemos muchos.
Yo no digo que uno vaya a hacer un concierto en el medio del Cauca y ya los paramilitares o las disidencias dejen de matar indígenas, no creo eso, pero sí que parte de todos esos conflictos sociales se dan porque no se han reconocido las identidades culturales de las regiones, no se les ha parado bolas desde el Estado. A mí me gustaría mirarme dentro de 20 o 30 años y saber que pude contribuir a que esto fuera posible desde la música.
ZAMIRA CARO GRAU
Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO 

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