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David Hume: el filósofo de Facebook
Mirada a la perspectiva del empirismo y el positivismo del pensador escocés.
Hume, en Descubrir la Filosofía Foto: archivo particular
“Sé filósofo, pero en medio de toda tu filosofía continúa siendo un hombre”. Esa fue una de las máximas claves de David Hume, el intelectual nacido en Edimburgo en 1711, en pleno esplendor cultural y sociopolítico de Escocia. De ahí que su estudio de la moral presentara un estilo de vida deseable en tanto se basó en el sentimiento de la humanidad y en la búsqueda de lo útil y lo placentero para cada integrante de la sociedad.
La razón como esclava de las pasiones fue una de sus tesis más conocidas para explicar el sentido humano de la filosofía. Para Hume, un lector temprano de los clásicos latinos y apasionado de la cultura, la razón es uno de los pilares sobre los que se funda la realidad, siempre y cuando ponga sus cálculos al servicio de la satisfacción de las pasiones, los deseos y las aspiraciones personales.
A pesar de su visión positivista humana, el papel que jugaba la experiencia en la filosofía de Hume no resultaba todopoderosa. “Esta nos enseña que estos hechos no ocurren, pero no nos indica que no puedan ocurrir. Es decir, todo lo que nos transmiten los sentidos aparece como algo contingente, así que tendremos que aprender a vivir con esta contingencia, con creencias basadas en experiencias razonables”, explica Gerardo López Sastre en el nuevo libro sobre el pensador: 'Hume. Cuándo ser escéptico'.
Y entonces, ¿cómo explicar todo aquello de lo que no habla la experiencia? Para Hume, se resumía en ‘jerga metafísica’ que además de ser, para él, ridícula, corre el riesgo de ser peligrosa en tanto se junte (como suele suceder) con la superstición; por ello el signo de la divinidad tampoco hizo parte de las pasiones del pensador que reprochó el desinterés de esta (de la divinidad) por dotarnos de mayores capacidades y de una mayor propensión al trabajo.
La muerte de Dios
Hume, en Descubrir la Filosofía Foto:archivo particular
Bajo un enfoque naturalista del hombre, Hume negó la probabilidad de la existencia de una divinidad; ello porque la misma experiencia humana nos indica nuestro propio carácter finito y por ende, nuestra vida acaba por completo con la muerte física; es decir, no hay vida eterna ni, mucho menos, resurrección.
“Hume, antes que Nietzsche, experimentó la muerte de Dios”, escribe al respecto, López Sastre. “El hombre se quedó solo. De hecho, siempre lo había estado, pero entonces se reconoció de forma cabal”, añade el autor. Sugiere además que, ante este panorama, no hay que sentir desesperación sino esperanza, en tanto se erige como un motivo para modificar nuestro código moral reconociendo valores como la utilidad y lo agradable para alcanzar la felicidad propia, teniendo en cuenta que esta depende en gran medida de la de los demás y por ello, para Hume, es imprescindible investigar el orden social.
“Vivir en una sociedad justa, en la que sintamos que nuestros intereses están protegidos, se convierte en algo esencial”, añade el autor.
El mundo político
No obstante el individuo fue el centro del análisis sociopolítico de Hume, la sociedad es necesaria para la satisfacción de las pasiones humanas pues en la especie humana (compuesta de individuos aislados) hay gran desproporción entre el gran número de y los dones naturales para satisfacerlos y por ello la sociedad es la clave para remediar esta situación. Hume señala tres ventajas de ella:
1. Incremento del poder. Al unir los esfuerzos individuales que trabajan en un mismo proyecto, crece el poder del mismo.
2. Más habilidad. A través de la división del trabajo, que caracteriza a una sociedad, cada quien se especializa en una tarea especifica.
3. Seguridad. Dada por la ayuda mutua que caracteriza a la vida en sociedad.
Se preguntarán, entonces ¿qué pasó con las pasiones individuales de las que hablamos al comienzo? Estas también gozan de un lugar privilegiado en el análisis social de Hume pues, si bien la vida en sociedad supone una abstención de las posesiones de los demás, ello no implica actuar en detrimento de las pasiones personales “sino todo lo contrario, porque es gracias a esta convención que establecemos implícitamente que la vida social puede existir; y es gracias a la sociedad que alcanzamos nuestro bienestar. En este sentido, es evidente que la pasión o el deseo de ganancia se refrena o se controla a sí mismo para, a la larga, satisfacerse mejor”, añade López Sastre quien finaliza su análisis de Hume destacando la aplicabilidad de su análisis filosófico en pleno siglo XXI.
“Cuando estaba escribiendo estas líneas me llegó la noticia de que el siguiente libro elegido por Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook, en su club de lectura era Los ángeles que llevamos dentro, de Steven Pinker. Este autor habla de cuatro ‘ángeles’ que pueden alejarnos de la violencia y de cinco fuerzas históricas que lo han hecho. Nuestros mejores impulsos serían la empatía, el autocontrol, el sentido moral y la capacidad de razonar. Las fuerzas a las que se refiere son el Leviatán, el comercio, la feminización, el cosmopolitismo y una redoblada aplicación del conocimiento y la racionalidad a los asuntos humanos”, todos ellos (a excepción de la feminización, pues para él, la influencia de las mujeres no se manifestaba directamente en la política ni en la economía) presentes en el enfoque del pensamiento de Hume.
'Hume. Cuándo saber ser escéptico', entrega 21 de la colección Descubrir la Filosofía, circula esta semana con EL TIEMPO, con un precio de 26.900 pesos. Los interesados en adquirir la colección completa a un precio de 589.000 pesos para suscriptores y de 787.000 pesos para no suscriptores (este precio tendrá un descuento especial para los no suscriptores quienes, al comprar los treinta libros en una misma transacción, pagarán 719.000 pesos) podrán hacerlo a través de tienda.eltiempo.com/filosofia o llamando en Bogotá al 4 26 6000, opción 3, y en la línea nacional gratuita 01 8000 110 990.