Pocas novelas han dejado tanto poso en la cultura contemporánea como
El ferrocarril subterráneo, ganadora del
Pulitzer y el National Book Award en 2017, traducida a una treintena de idiomas en el momento de su publicación y, ahora, objeto de una ambiciosa adaptación televisiva.
Barry Jenkins, el director de la oscarizada Moonlight (2016), ha sido el responsable de poner imagen y sonido a esta ficción que, entre la historia y la épica, se sumerge en la red clandestina que en el siglo XIX ayudó a escapar a los esclavos afroamericanos de las plantaciones del sur hacia l
La serie de
Amazon llega después de un año de protestas raciales que han recordado un capítulo dramático de la corta historia de Estados Unidos. Pero además lo hace con la firma de dos de las voces más prominentes de la cultura afroamericana: su autor,
Colson Whitehead, que acaba de convertirse en el cuarto escritor con dos premios Pulitzer gracias a Los chicos de la Nickel; y
Jenkins, quien acercó al gran público la experiencia de crecer como adolescente gay y negro en un ambiente homófobo y racista con la aclamada Moonlight.
Whitehead y Jenkins, que se profesan iración mutua, comenzaron a trabajar en la serie antes de que llegaran los Pulitzer y los Óscar. “Me enorgullece que empezáramos antes de ganar cualquier premio, es una prueba de que trabajamos por las razones correctas”, explicó Jenkins.
Cuando el cineasta se ó con Whitehead, ambos coincidieron en el poder de la imagen para honrar la experiencia de sus ancestros a través de una historia que se ha revalorizado como emblema del orgullo negro, capaz de conciliar el sufrimiento y la resiliencia.
En plena ola de revisionismo histórico, algunas voces se preguntan si es necesario reabrir las heridas de una era dolorosa del pasado de EE. UU., que apenas tiene representación en el cine clásico, repleto de relatos heroicos de conquistadores anglosajones. La esclavitud apenas se toca en las clases de historia.
“En los últimos cuatro años, el eslogan ‘Make America Great Again’ (lema del expresidente Donald Trump) ha sido muy importante y eso me demuestra que hay un espacio vacío que necesita llenarse para dar a conocer la verdadera historia de este país. Siempre es el momento adecuado para contarlo y evitar que se repita ese círculo vicioso”, argumentó Jenkins.
Lejos de aleccionar al espectador, el cineasta hace que la trama se convierta en un homenaje a sus ancestros. Lo consigue a través de su protagonista, Cora Randall, encarnada por Thuso Mbedu en el papel de una esclava que huye hacia una libertad que apenas puede imaginar, tras pasar años sometida al abuso físico y verbal en las plantaciones de algodón de Georgia.
La actriz aseguró que encontró paralelismos entre su experiencia y la de la protagonista, aunque “desde un punto de empatía”. En estos dos años hemos escuchado cosas que vamos a ver en la serie, son problemas que han ocurrido desde los tiempos en los que está ambientada la historia y de los que estamos hablando ahora”, narró Mbedu. La brutalidad de algunas escenas contrasta con los escenarios pintorescos y bucólicos de una propuesta visual impecable.
Jenkins aporta su marca personal con una poética de luz y color: las habitaciones lúgubres dan paso a la belleza de los estados sureños, con seres atroces.
EFE
Los Ángeles
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