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El seguro de $ 1.000 millones para que la espada de Bolívar pudiera salir
Prólogo de Daniel Coronel, del libro 'La espada de Bolívar', de Patricia Lara. Fragmento.
La espada finalmente estuvo presente en la posesión. Foto: Mauricio Moreno. EL TIEMPO
La más reciente batalla en la que estuvo involucrada la espada de Bolívar ocurrió casi 200 años después del fallecimiento de su dueño. El 7 de agosto de 2022 la venerada reliquia fue la razón de un enfrentamiento entre dos hombres que creían ser simultáneamente el presidente de la República de Colombia.
Por un lado estaba el saliente mandatario Iván Duque, aún en ejercicio de sus funciones en la Casa de Nariño, quien ese día estaba firmemente convencido de que su mandato expiraba solamente después de la aprobación del acta del Congreso que formalizaba la posesión de su sucesor. Por el otro, Gustavo Petro, el primer exguerrillero que accedía a la Presidencia en la historia de Colombia, y quien estaba seguro de que su período empezaba tan pronto jurara ante el presidente del Senado.
El rígido protocolo establece que después de la imposición de la banda presidencial, la ceremonia debe continuar con la toma de posesión del vicepresidente. La dirigente afrocolombiana Francia Márquez ya tenía la mano en alto para jurar cuando, de manera inesperada, Gustavo Petro tomó la palabra y en lugar de leer la fórmula constitucional para darle posesión a la vicepresidenta, frente a los representantes de las tres ramas del poder público, los altos mandos militares, los jerarcas de la Iglesia, los invitados especiales, los miles de ciudadanos que acudieron a la plaza mayor de Bogotá y los once jefes de Estado que habían llegado para ser testigos de la transmisión de mando, dijo:
—Como presidente de Colombia, le solicito a la Casa Militar traer la espada de Bolívar—. La petición fue vitoreada por el sector norte de la plaza en donde se agolpaban los espontáneos que habían ido a ver la inédita ceremonia—una orden del mandato popular y de este mandatario. Señores de la Casa militar: traigan la espada de Bolívar ante el pueblo, ante el Congreso y ante el Estado.
'La espada de Bolívar' es una publicación de Planeta. Foto:archivo particular
A esa hora el jefe de la Casa Militar seguía siendo el coronel Anuar Fernando Saadat Castro, un destacado oficial del Ejército a quien sus superiores designaron en ese cargo como reconocimiento a una distinguida hoja de servicios. La Casa Militar funciona como una oficina de enlace de la Presidencia con las distintas fuerzas: Ejército, Armada, Aviación y Policía; y asigna turnos a los edecanes de cada una de las armas. Es más un cuerpo protocolario que de seguridad y casi nunca tiene que tomar decisiones críticas.
En pocas palabras, a los de la Casa Militar les basta con ser amables y cumplir órdenes.
Pero justo ese domingo 7 de agosto, el coronel Saadat había quedado entre la espada y la pared.
Su jefe a esa hora seguía siendo Iván Duque, quien había prohibido que la espada del libertador saliera de la sede presidencial. Al mismo tiempo, el nuevo comandante supremo de las Fuerzas Militares, Gustavo Petro, le acababa de dar en vivo y en directo la orden de llevar la espada de Bolívar a la ceremonia de posesión que se cumplía doscientos metros al norte de Palacio, en las escalinatas del Capitolio.
El coronel Saadat, oficial del arma de Logística, había presenciado en silencio el cale#ntamiento de los ánimos durante el mes y medio anterior. Para él, la historia había empezado cuatro días después de la elección de Gustavo Petro como presidente de Colombia. El jueves 23 de junio, el mandatario electo acudió a la Casa de Nariño con el propósito de iniciar el empalme con su antecesor Iván Duque.
La conversación había arrancado de manera fría y tensa. Para nadie era un secreto que Duque y varios de sus altos funcionarios habían tomado partido en la campaña y hecho declaraciones sugiriendo que Petro era la peor opción para Colombia. Duque
acuñó una frase señalando que los grandes males del país estaban detrás de la letra P: “No podemos creer que la democracia está a salvo. Porque la democracia está siendo acechada por la posverdad, por el populismo y por la polarización”.
La espada finalmente estuvo presente en la posesión. Foto:Mauricio Moreno. EL TIEMPO
Pese a esos antecedentes, la tirante conversación derivó hacia temas históricos a los que son aficionados tanto Duque como Petro. Todo se volvió más amable cuando Duque se levantó de la silla e invitó a Petro a seguirlo hasta el Salón Bolívar. Allí, en
una urna de cristal, custodiada por dos del Batallón Guardia Presidencial estaba la espada de Bolívar. Los soldados ataviados con uniforme del ejército libertador y armas de la época, le añadían un tono mágico al lugar.
El momento fue muy emocionante para Gustavo Petro. El Movimiento 19 de abril, M-19, la guerrilla a la que perteneció, se lanzó públicamente robando esa espada que él tenía, por primera vez, ante sus ojos. El día del robo, jueves, enero 17 de 1974, Petro apenas tenía 13 años y era un estudiante en el Liceo Nacional de Zipaquirá con inquietudes literarias y políticas. Ni él podía imaginarse que su vida entera estaría guiada por ese símbolo Un día después de su cita con Duque, el presidente electo Gustavo Petro nos contó a Federico Gómez Lara y a mí que se sintió profundamente conmovido por el gesto de Iván Duque. Después de tantos desencuentros, Petro elogió públicamente a su antecesor diciendo que había sido muy generoso con él.
En la cabeza del recién elegido empezó a madurarse la idea de tener la espada de Bolívar como un elemento central de su posesión. Así se lo hicieron saber los encargados de la realización de la ceremonia a los delegados del presidente saliente. Todo parecía listo pero dos semanas antes empezaron los inconvenientes. Al comienzo parecía más una carrera de obstáculos burocráticos, una manifestación criolla de lo que en Estados Unidos se llama red tape, esos límites impuestos por la formalidad que terminan afectando las decisiones de fondo.
La primera discusión tenía que ver con la jurisdicción legal sobre el objeto. Aunque la espada estaba confiada en préstamo al Departamento istrativo de la Presidencia de la República, su cuidado correspondía al Ministerio de Cultura por tratarse de
un bien de interés histórico. Como el presidente es el jefe de todos los ministros, nadie en el equipo de Petro previó que esta formalidad pudiera ser un inconveniente en el futuro. Los preparativos para la transmisión de mando continuaron.
La dirección de protocolo del Ministerio de Relaciones Exteriores, que usualmente se encarga del ceremonial de la posesión, dispuso que de la casa privada del Palacio de San Carlos, sede de la Cancillería, se tomara en préstamo una mesa de maderas preciosas —caoba y roble— que hace parte del mobiliario histórico de la que hasta 1979 fue la casa de los presidentes de Colombia. La mesa serviría como base de exhibición de la espada y estaría muy cerca del podio desde el cual Gustavo Petro dirigiría su primer discurso a los colombianos como jefe de Estado.
Para transportar la espada se había dispuesto la elaboración de una urna de plexiglás con asas de madera que debía ser llevada por cuatro soldados del Guardia Presidencial. Los militares vestirían el uniforme Papagayo, usado por la guardia de honor de Bolívar. El traje militar, con los colores nacionales amarillo, azul y rojo, tiene 33 botones plateados en homenaje a las 33 batallas de la campaña libertadora y 22 cordones dorados como recuerdo de los 22 años que duró la guerra de independencia.
Como si no fueran suficientes símbolos, se dispuso que un oficial vistiera el uniforme de general de granaderos que usó el propio Simón Bolívar con sombrero bicornio, fajín tricolor, botas altas de montar, bridges blancos, casaca y capa azules.
La periodista y escritora Patricia Lara Salive en su biblioteca. Foto:Claudia Rubio. EL TIEMPO
El personaje que evocaba al genio de la gloria iría acompañado por dos campesinos. El primero de cotizas y poncho ligero, empuñando una lanza de madera en homenaje al coronel Juan José Rondón, comandante de los catorce lanceros llaneros que ganaron para Colombia la independencia en la definitiva batalla del Pantano de Vargas. El segundo, con ruana boyacense al hombro, alpargatas de fique y mosquete en las manos, representaba al niño soldado Pedro Pascasio Martínez, caballerizo del ejército libertador, quien encontró escondido entre un rastrojo al general español José María Barreiro, comandante de las tropas realistas, y lo condujo a punta de bayoneta y culata ante Simón Bolívar, después de rechazar un cinturón lleno de oro que le ofrecía el oficial gaditano para que lo dejara escapar, después de la derrota de su poderosa escuadra a manos de un “ejército de pordioseros” en la batalla del Puente de Boyacá.
El viernes 5 de agosto de 2022 se efectuaban los últimos ensayos de la posesión de Petro cuando “Palacio”, que es la manera coloquial de denominar a la Presidencia en Colombia, empezó a poner obstáculos. La primera pregunta se orientó hacia la seguridad: ¿Cómo garantizar la integridad de la espada? La pregunta era una necedad considerando que ese día a esa hora, no habría ningún lugar más custodiado en Colombia por uniformados, agentes secretos, escuadras de fuerzas especiales de Ejército y Policía, además de francotiradores en todas las edificaciones.
La respuesta no bastó. “Palacio” —y para ese momento muchos empezaron a percatarse de que “Palacio” era el presidente saliente— pidió que el Ministerio de Cultura adquiriera una póliza contra todo riesgo para amparar la espada. Ningún corredor de seguros se atrevía a asegurar un objeto cuyo valor material es cercano a cero pero que al mismo tiempo resulta inconmensurable desde el punto de vista histórico. Los actuarios consultados pasaron discretamente para no medírsele al avalúo.
Así las cosas, con la presión del tiempo encima y a menos de 48 horas de la ceremonia de posesión, acudieron a la aseguradora estatal La Previsora, cuyos funcionarios quedaron, como el coronel Saadat, angustiados y entre la espada y la pared.
El gobierno entrante les pedía asegurar la espada de Bolívar por un plazo de 24 horas mientras el gobierno saliente, que los había nombrado y los mantenía en sus cargos, los exhortaba a responder que era imposible avaluar lo invaluable y por consiguiente asegurarlo.
La tensión se resolvió con un ardid de mecánico bogotano cotizando el arreglo de un carro varado. Sin ninguna base empírica, ni comparación posible, un funcionario X de la aseguradora estatal zanjó la tensión entre dos presidentes con una frase implacable:
—Pues ahí serán mil millones de pesos.
Es decir, estimó en algo más de 200.000 dólares, el día de la posesión, el valor de la espada del Libertador. Tomando como base ese caprichoso avalúo le fue expedida una póliza contra robo, sustracción con violencia y todo riesgo. El documento consagra que los beneficiarios son el Ministerio de Cultura y la Casa Museo Quinta de Bolívar, verdadera dueña de la espada, aunque no se la hayan devuelto desde la noche del robo en 1974. Por el aseguramiento, el ministerio pagó una prima de menos de 400