Los miles de seguidores de la Sonora Matancera en el mundo este año están de plácemes y muy complacidos con ocasión de la celebración de los cien años de existencia ininterrumpida de la agrupación, que ahora prosigue en manos de músicos jóvenes, por decisión de sus propietarios Rogelio Martínez Jr. y los Hermanos Javier y Elpidio Vásquez Lauzurica, quienes hoy rondan los noventa años.
La nueva Sonora está conformada por el cantante colombiano Sady Ramírez, la cubana Lisset Morales y los venezolanos Balbino González y Joshua MT, bajo la dirección del arreglista Mauricio Silva, con sede permanente en Miami (Estados Unidos). Ellos estuvieron en la capital de la República el pasado fin de año realizando presentaciones en distintos medios de comunicación, dando a conocer su nuevo álbum ¡Llegó la Sonora!, el cual fue grabado en vivo, con 40 de sus más famosos temas.Fundada el 12 de enero de 1924 en Matanzas (Cuba) por iniciativa de Valentín Cané, que tocaba el tres, en la sala de su casa, fue bautizada con el nombre de la Tuna Liberal.
Historiadores como Héctor Ramírez Bedoya, José Portaccio Fontalvo y el novelista Umberto Valverde se han encargado de recoger en sus obras los momentos más culminantes de este elenco de nueve integrantes que a lo largo de una centuria se convirtió en un ícono de la cultura popular, sin fecha de caducidad a la vista. Es la agrupación que mejor representa el tránsito de los aires afroantillanos hasta el advenimiento del fenómeno de la salsa.
Sus
Solo a partir de 1927, con su viaje a La Habana en busca de mejores horizontes, es cuando comienza su verdadera historia, con el nombre de Estudiantina Sonora Matancera, tras lo cual graban al año siguiente sus primeros discos de 78 r. p. m. con el sello Víctor. Es cuando, también, en virtud de un relevo generacional empiezan a reclutar a los integrantes que por décadas se tornarían indispensables en sus filas, pues se llevaron a la capital a un cantante más, a Rogelio Martínez –cocinero de profesión–, quien en 1932 la bautizó simplemente como la Sonora Matancera. Él, con el tiempo, se convertiría en su director, por más de 57 años.
José Rosario Chávez, ‘Manteca’, ingresó en 1935 por Manuel Sánchez ‘Jimagua’ (timbalitos). También lo hace Calixto Leicea en reemplazó de Ismael Goberna en la trompeta. En 1939 arriba el arreglista Severino Ramos. En 1944 llegan Lino Frías, en el piano, y Pedro Knight, en la segunda trompeta. Igualmente Bienvenido Granda, para convertirse en su crooner de planta y en el cantante que más grabó con la agrupación, puesto que con él firman un contrato con el recién fundado sello Panart, y graba su primer éxito: La ola marina, de Virgilio González.
Daniel y Celia
Faltaban por ingresar sus dos estrellas más deslumbrantes. Daniel Santos arriba a La Habana en 1948 a cumplir con presentaciones en Radio Progreso y es acompañado por la Sonora Matancera. “Creo que nos beneficiamos mutuamente porque la Sonora era un conjunto con un estilo distinto, pero le faltaba un cantante que encajara con su música. Unimos nuestros talentos y enseguida (…) empezó a atraer la atención de las multitudes”, le confesó el ‘inquieto anacobero’ a Josean Ramos, en una entrevista que recogió en su libro Vengo a decirle adiós a los muchachos (1991).
Creo que nos beneficiamos mutuamente porque la Sonora era un conjunto con un estilo distinto, pero le faltaba un cantante que encajara con su música. Unimos nuestros talentos y enseguida (…) empezó a atraer la atención de las multitudes.
En 1950, por discordias con la Panart, la agrupación se pasó a la Seeco, de propiedad del estadounidense Donald Siegel, a través de un ventajoso contrato que se prolongó por 15 años, hasta 1965.
Con respecto a Celia Cruz, al contrario, las cosas no fueron tan fáciles cuando Rogelio Martínez la invitó ese mismo año a relevar a la cantante puertorriqueña Mirta Silva; no solo tenía en contra el querer del público, que la repudiaba por su “voz potente y chillona”, sino al propio Siegel. Sin embargo, Rogelio Martínez, que era el único que creía en ella, no cedió y se supo imponer. “Y cuando esa negra abrió la boca se me pusieron los pelos de punta y de inmediato la puse en mi programa de Radio Progreso en La Habana y le hice un nuevo repertorio”, diría más tarde en una entrevista.
Luego grabó, a los 21 años, su primer 78 r. p. m. con Cao cao maní picao de José Carbó Menéndez, por una cara; y por la otra, Mata Siguaraya de Lino Frías, que fue una sensación. Lo demás es historia muy conocida que no falta repetir.
Para nosotros, la tercera estrella es, sin duda, el barranquillero Nelson Pinedo, a quien le correspondió en 1954 reemplazar al Jefe (Santos), por su imprevisto viaje a México. Nuestro crédito nacional, por excelencia, bien merece un capítulo aparte en esta celebración.
Las dos etapas de la Sonora
Con la partida de la agrupación a México, el 15 de junio de 1960, por desavenencias con la revolución castrista, su historia se parte en dos, con diferencias muy marcadas. Si bien en la primera imperó una unidad monolítica en sus filas, la segunda estuvo caracterizada por cambios que se dieron de manera vertiginosa.
Dejaban atrás su zona de confort para enfrentarse por primera vez con la incertidumbre de un porvenir que no estaba del todo claro. Esto porque no eran mirados con los ojos del distante ayer, pues el sonido no parecía el mismo, aquel inconfundible de los estudios de grabación de Radio Progreso.
Al no poder viajar con sus estrellas habituales, traen consigo a Willy Rodríguez ‘El Baby’ y Alberto Pérez ‘El Chivo’, dos voces emergentes que refuerzan con otra de origen vernáculo, la de Emilio Domínguez ‘El Jarocho’.
La primera baja que tuvieron fue Simón Esquijarroza ‘Minino’, que había sustituido desde 1957 a ‘Manteca’, pues retorna intempestivamente a la isla y los timbalitos quedan en manos de Manuel Muñoz ‘Papaíto’. Al año siguiente se radican definitivamente en Nueva York, a raíz de un contrato de 25.000 dólares a cumplirse en Chicago, según le contó ‘El Baby’ a Umberto Valverde.
Se retiran en 1965 Celia Cruz y Celio González, y ese mismo año finaliza el contrato con la Seeco, que los lleva a crear su propio sello, MRVA, con otra nómina de cantantes como Elliot Romero, Justo Betancur, Tony Díaz y Máximo Barrientos, que oxigenan el conjunto. Con la salida de la Guarachera de Cuba se vinculan por primera vez varias voces femeninas como Linda Leida, la colombiana Gladys Julio y la soprano Kary Infante.
Pedro Knight se retira en 1967 y es reemplazado por el dominicano Emilio Aracena ‘Chiripa’, que permanece hasta el año 1971. Ingresa igualmente Eladio Peguero (Yayo El Indio) como vocalista de planta y Wuelfo Gutiérrez ocupa la vacante de Roberto Torres.
Su pianista insigne, Lino Frías, en 1976 decide no seguir y es sustituido por Javier Vásquez, su actual director. En las trompetas hubo varios relevos: Alfredo ‘Chocolate’ Armenteros, activo hasta 1980, con la suplencia después del dominicano Héctor ‘Bomberito’ Zarzuela, que a su vez fue relevado por Félix ‘El Junior’ Vega. Luego se van Ángel Alfonso Furias ‘Yiyo’ y la tumbadora queda en poder de Alberto Valdés; también Caito Díaz, por fallecimiento, y la plaza es ocupada por Fernando Lavoy.
Su paso a la salsa
Fue el período más álgido en toda la historia de la Sonora. Ese tránsito, que era apremiante por los nuevos tiempos, lo dejaron para última hora, en su afán de explotar hasta el cansancio su estilo. No perdamos de vista que su llegada a Nueva York coincide felizmente con un movimiento innovador que empezaba a gestarse en la capital del mundo. Acaudillados por unos hijos de padres puertorriqueños, nacidos en los Estados Unidos, conocidos con el nombre de nuyoricans.
Era una nueva generación de adolescentes, con inquietudes musicales, que vivían en el Harlem español y en el Bronx, agobiados por una crisis de identidad al no sentirse del todo norteamericanos ni tampoco borincanos. Producto del desarraigo propio de las minorías inmigrantes, que llegaron a probar suerte en la tierra del sueño americano y optaron por una fusión transaccional entre las melodías que oían al unísono, por la radio o en los traganíqueles del barrio.
Todo estaba entre el rock, el blues y el pop, en combinación con la bomba, la plena, la guaracha y el son y cuyo resultado fue una extraña mezcla rítmica que empezó a gustar en Latinoamérica. En esta, como es de suponerse, tenía una fuerte influencia la Sonora Matancera.
Solo en 1981 decidieron dar el paso ante la insistencia de Johnny Pacheco, uno de sus más fervorosos iradores y forjador de la nueva tendencia, que con su sello Fania monopolizaba el mercado de la salsa. “La primera vez que oí a la Sonora Matancera me fascinó el sonido que tenía. (…) Los arreglos eran sencillos, pero le daban un sabor especial a todo. Fue justamente la Sonora Matancera la que me inspiró para armar mi conjunto con dos trompetas”, le acotó el dominicano al periodista Ernesto Lechner.
La primera vez que oí a la Sonora Matancera me fascinó el sonido que tenía. (…) Los arreglos eran sencillos, pero le daban un sabor especial a todo. Fue justamente la Sonora Matancera la que me inspiró para armar mi conjunto con dos trompetas.
Desde entonces, le imprimió ese sonido matancerizado a todas sus producciones.
Para su sello subsidiario Bárbaro grabaron un álbum con los arreglos de Javier Vásquez y la voz de Justo Betancur, con el que ingresaron en los terrenos de la salsa con altos niveles de venta. A este se sumó otro, La Sonora y el Niño (1984), con la voz del cotizado cantante Ismael Miranda, que también tuvo una buena aceptación.
La poderosa filial latina de la Warner Brothers llamó a la agrupación en 1993 para grabar De nuevo... México –que fue un hermoso tributo al país que los acogió en el exilio– con Yayo El Indio como solista.
Su última producción fue Hay Sonora pa’ rato, del 2009, con la voz del puertorriqueño Darío Rosado, cuyo título resultó premonitorio con ocasión de sus 100 años. Desde entonces, la Sonora se ha dedicado a hacer conciertos por todo el mundo. El 30 de noviembre de 2019 estuvieron en Medellín en la Plaza Mayor, con su nueva cantante María Elena y Jorge Maldonado, un viejo sobreviviente de la antigua Sonora.
Tras una ausencia de más de dos décadas, regresaron a Ciudad de México y se presentaron el 26 de enero de 2020 en el Teatro Metropólitan. Presentaciones, que como es sabido, se interrumpieron con ocasión de la pandemia del covid-19.
No sobra agregar que todos sus seguidores estamos expectantes y ansiosos por las conmemoraciones que vaya a celebrar la agrupación con motivo de su merecido centenario.
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