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Grandes personalidades del séptimo arte, por Mauricio Laurens
El abecé del cine de autor, el crítico describe a 224 directores y explica más de 2.000 películas.
Con Mario Moreno 'Cantinflas' y Víctor Nieto, fundador del Festival de Cine de Cartagena. Foto: Cortesía
Su nombre está cosido, de vieja data, con el de la crítica de cine en Colombia. Y, sobre todo, con el de este periódico, donde escribió más de dos mil columnas durante cuatro décadas. Desde hace un año, sus reseñas se pueden leer en la versión electrónica. Este cambio, aunque abrupto, le trajo la oferta de escribir un tercer texto.
Otro libro sobre cine. Sí, otro. Pero distinto. Uno más concreto. Al grano. Uno que de seguro utilizarán muy a menudo quienes escriben críticas o quienes desean hacerlo o personas de la industria o estudiantes de cine o, simplemente, quienes deseen saber más acerca de un director reconocido y recordar o conocer argumentos, protagonistas, premios de sus películas más festejadas. Relatos discutibles porque en materia de gustos casi nunca hay unanimidad.
Mauricio Laurens, como todos los críticos, ha sido sometido a juicios; muchos los ha ganado, otros los ha perdido, pero en ninguno se ha rajado por ser ligero o vacío en sus comentarios.
Grandes personalidades del séptimo arte. El abecé del cine de autor, publicado por Intermedio Editores, le costó ocho meses de dedicación exclusiva para releer sus libros, apuntes, para poner su disco duro (memoria) en actividad frenética.
En unos pocos renglones entrega aspectos biográficos sobresalientes de las más importantes personalidades de la cinematografía tanto internacional como criolla, listados en estricto orden alfabético y reseñas, con la solvencia del que las ha visto no una sino varias veces, de sus mejores películas.
Un trabajo grato, pero exhaustivo y complicado visto desde fuera, si bien para Mauricio Laurens, integrante de la pequeñísima familia de críticos de cine, no ha sido labor peliaguda.
Su vida ha trascurrido hablando, conociendo, leyendo y estudiando a estos 224 personajes y a muchas otros, imposibles de reunir en un solo tomo.
Por eso fue retador y entretenido resumir el talento de cada uno de sus escogidos y algunas escogidas y sus películas en media, una, dos y hasta tres páginas, en el lenguaje que suelen utilizar los críticos, pero haciendo esfuerzos para no ser tan obvio. El autor se las ingenia, hace malabares con las palabras, para que las biografías y el relato de las películas se vistan con trajes nuevos.
‘Cinema paradiso’
Como les sucede a todos los críticos, Mauricio Laurens suele recordar las primeras películas que vio, por eso le pedí que describiera esa experiencia.
“En el teatro Santa Cruz de San Gil, donde transcurrió mi primera niñez, pudo haber sido alguna charrera con ídolos como Pedro Infante o Jorge Negrete, algún matinal en español tipo El niño y el toro o Marcelino, pan y vino. Empecé a rechazar instintivamente a Cantinflas, pero me gustaban Viruta y Capulina. Me embelesaba con las carteleras de papel en una de las esquinas del parque principal, que veía instalar desde uno de los balcones de la casa de mi abuela paterna.
“Cuando los 8 de la familia nos trasladamos a Bogotá, tenía 8 años e ingresaba a cuarto elemental. Los 10 mandamientos y Ben-Hur fueron mi primer manjar –acompañado de hormigas tostadas y no de maíz pira–; una querida tía iradora de Sarita Montiel me hizo repetir La violetera y El último cuplé en el teatro Lido del parque Santander. ¡No me va a creer!, pero vi escondido la trilogía amorosa de Antonioni en el Diana, hoy Teatro Nacional Fanny Mikey, haciéndome pasar por mayor de 21, ¡cuando apenas tenía quince años! Pero la verdadera afición comenzó siendo primíparo universitario en los Andes, cuando descubrí títulos maravillosos como Viridiana y Marnie, la ladrona en el María Luisa, cerca de la avenida Chile; entonces, empecé a interesarme por las filmografías sicoanalíticas o perversas de Buñuel y Hitchcock, mis dos eternas referencias.
“También tuve la suerte de apreciar las complejidades de piezas sublimes como Persona de Bergman, El extranjero según Visconti, Naranja mecánica, de Kubrick –que vi 8 veces–, y Teorema, de Pasolini –la ruptura definitiva–. Fue entonces cuando me cercioré de la importancia de quienes hacen películas como reflejos de sus audaces, aunque en algunas oportunidades oscuras, y apasionantes personalidades”.
Foto:EL TIEMPO
De Santander a Bogotá
Aunque Mauricio Laurens reivindica su tierra santandereana, que es también la de sus ancestros, su llegada a Bogotá siendo un niño lo volvió conocedor a la perfección de la capital de los años sesenta y de sus habitantes prestigiosos que ha tratado o conocido de paso y de quienes sabe a perfección genealogía y trayectorias.
Su abuelo nació en Cannes (hecho premonitorio) y llegó a Colombia a finales del siglo XIX, a San Gil, Santander, donde se casó con Silveria Rueda Gómez, emparentada con el acaudalado y famoso conde de Cuchicute. Uno de los hijos del matrimonio Laurens Rueda fue el padre de Mauricio y su madre, la señora María Luisa Tapias. La familia emigró a Bogotá cuando Mauricio era un niño.
Sería en el Liceo Cervantes, primero el del Chicó y luego el de El Recuerdo, donde hizo su primaria y bachillerato. De ahí pasó a la Universidad de los Andes a estudiar Economía. Pero ni las teorías económicas ni las curvas econométricas lo sedujeron. Terminó materias y se pasó a arquitectura y de ahí, a hacer parte del grupo de actuación que dirigía Ricardo Camacho, semillero del Teatro Libre de Bogotá. Aprovechó también un par de años para irse a Chile a estudiar Desarrollo Económico, en el auge de la Cepal.
Para abreviar su historia estudiantil hay que decir que la carrera que se hacía en seis semestres él la hizo en trece y nunca se graduó. No sustentó su tesis, que desarrolló sobre las tres concentraciones comerciales más importantes de esos años: la del populoso y exclusivo Chapinero, la céntrica de la carrera 7.ª y la de los almacenes de El Lago, Country y El Chicó.
Otro mundo
Con recursos de unas “hijuelas” se fue a París y durante tres años estudió Cultura Cinematográfica, y se vio hasta cinco películas algunos días de invierno. Con esa especialización llegó a Bogotá. Trabajó en las revistas Guion, en Nueva Frontera y en los periódicos La República y EL TIEMPO, su casa desde esos años, cuando publicaba en la página editorial y en Lecturas.
De la revista Guion, que dirigía el expresidente Andrés Pastrana, recuerda la nómina de lujo en el área cultural: Hernando Valencia Goelkel, Juan Gustavo Cobo Borda, Maruja Vieira y Edy Torres.
Al despuntar su carrera de crítico de cine comenzó a ser invitado a los festivales de cine más prestigiosos o a ser enviado especial y a moverse por el mundo diplomático, ya que en todos los eventos de cine que promovían las embajadas su nombre hacía parte de los convidados de honor y sus opiniones eran muy tenidas en cuenta.
Me cercioré de la importancia de quienes hacen películas como reflejos de sus audaces, aunque en algunas oportunidades oscuras, y apasionantes personalidades
Otros medios
Desde abril del año 2000 tiene un programa todos los domingos a las once de la mañana, La voz del celuloide, por la emisora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, 106.9, en FM, en el que habla de la película de la semana, con ocho cortes musicales en los que deja oír la banda sonora y temas musicales afines a esa cinta.
También tuvo un espacio de televisión, durante dos años, por Señal Colombia, llamado Vamos a cine y hablemos, que duraba dos y hasta tres horas. Presentaba una película y propiciaba conversación. Sociólogos, politólogos, historiadores, economistas y abogados desfilaron por los estudios de televisión para debatir no de cine, sino del tema que tocaba la cinta. Él conducía, siempre tratando de que fueran sus invitados quienes llevaran la voz cantante, y casi siempre lo logró.
Otro aspecto de su profesión está relacionado con la enseñanza. Desde 1993 regenta la cátedra de Apreciación cinematográfica en la Universidad Externado de Colombia, primero en la Facultad de Ciencias de la Comunicación y luego en la de Estética.
También ha hecho parte del grupo de clasificación de películas y, a pedido del ministro de Comunicaciones Fernando Cepeda Ulloa, adelantó un estudio sobre la primera década de funcionamiento de Focine, que entregó bajo el título de: ‘Índice de nuestro mundo visual’.
En esos ires y venires, las anécdotas que ha acumulado son variadas. Así narra una de ellas, acerca de Jane Fonda: “Fue esta hermosa y combativa diva de Hollywood, dos veces ganadora del Óscar e hija de un ícono de la edad de oro, quien me invitó en su condición de productora a Ciudad de México para el estreno mundial de Gringo viejo –escrita por Carlos Fuentes y coprotagonizada por Gregory Peck, bajo las riendas del argentino Luis Puenzo–. Con la veteranía para televisión del recordado Alberto Duque López, veinte días después del magnicidio de Luis Carlos Galán, logré una entrevista exclusiva para el periódico, pero la cinta grabada por mí, de no sé cuántas pulgadas, se chisporroteó, y ella, tan divina para consolarme, me abrazó ante las cámaras del exclusivo hotel japonés Niko del Bosque de Chapultepec. La foto apareció al día siguiente en el diario Excelsior y la noticia era que al periodista colombiano se le había borrado el material y que Jane Fonda, la entrevistada, se había solidarizado con su pérdida”.
En ese pequeño mundo de la crítica cinematográfica, muchos se han convertido en ídolos. Mauricio se refiere a quienes ha irado y ira en nuestro medio y fuera de él.
“Del país, a los tres Hernandos ya fallecidos: Salcedo Silva –el piadoso padre de los críticos y cineclubistas–, Valencia Goelkel –el más erudito de nuestros críticos literarios, mi profesor de Proust– y Martínez Pardo –el primer historiador del cine nuestro anterior a 1980–. Por fuera, todos los ses: Bazin, Sadoul, los dos Serge –Toubiana y Daney–, Bonitzer, Ciment; el español José Luis Guarner, el venezolano Rodolfo Izaguirre, el peruano Isaac León Frías, los cubanos del Icaic, los críticos extraordinarios de The New York Times y algunos italianos rigurosos. Como solo leo a los de antes, no me queda tiempo para actualizarme con quienes se definen como ‘blogueros’ e influenciadores. Hubo tiempos mejores en los que solo leíamos a las muy eruditas Pauline Kael y Susan Sontag, pero parece que ya quedaron relegadas.
Recuerdo también a Margarita de la Vega, que jamás faltaba desde Houston a la cita anual en su natal Cartagena de Indias. Patricia Restrepo fue durante mucho tiempo una crítica respetada desde sus inicios en Cali. En los últimos años destaco a una conocedora como Andrea Echeverri Jaramillo –aunque no siempre estamos de acuerdo–; también, la reciente transición de una calificada crítica y entrevistadora sin igual como Sofía Gómez, posicionada ya en el medio con suficiente experiencia”.
Tiene Mauricio Laurens por estos días la tarea de promocionar su libro-catálogo de creadores y sus obras, que servirá mucho a conocedores y a legos y deparará, a no dudarlo, lectura siempre con saldo a favor.