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Explicativo
‘Humo en la calle’ expone la faceta oculta de la represión policial y la protesta social
La periodista colombiana María Teresa Ronderos lideró una investigación en Latinoamérica, que se publica en este libro, sobre el lucrativo negocio de las armas no letales.
Manifestaciones en Bogotá, en noviembre de 2019. Foto: Néstor Gómez. EL TIEMPO
Pasaron varios meses para coordinar, concretar, investigar, analizar evidencias y organizar datos provenientes de Chile, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela, Guatemala, México, Estados Unidos y Colombia. Entre 2017 y 2022 estos países fueron escenarios de violentas protestas sociales que se reprimieron con armas no letales que, irónicamente, dejaron varios muertos y heridos con lesiones permanentes. ¿Por qué? ¿Cómo se explica que unas armas que supuestamente no deberían causar la muerte hayan hecho tanto daño en todo un continente?
La duda, sumada al dolor de las víctimas o de sus familiares, fue el punto de partida de una profunda investigación que se reveló en el 2022, titulada El negocio de la represión, que fue auspiciada por Clip (Centro Latinoamericano de Investigación Periodística), dirigido por la colombiana María Teresa Ronderos y que ya había hecho un trabajo colaborativo sobre las migraciones. Humo en la calle, el libro que se puede conseguir en librerías de Colombia y Chile, ahonda y revela cómo varias empresas se lucran con la venta de este tipo de armamento, alguno, no seguro para la represión popular y en otros casos, mal manipulado por la falta de preparación de los de la Fuerza Pública.
'Humo en la calle' libro basado en la investigación dirigida por María Teresa Ronderos. Foto:Aguilar
“Varios colegas de distintos países nos dijeron: ‘Aquí hay un negocio y nadie lo ha visto’. Empezamos a escarbar y nos dimos cuenta de que el negocio estaba en todos lados; en los países más desarrollados, por ejemplo, está detrás de las agencias de la Patrulla Fronteriza en Estados Unidos, que también le están comprando a la misma empresa que vende sus armas para Latinoamérica”, cuenta Ronderos en charla con EL TIEMPO.
“Entre 2017 y 2022, armas no letales le causaron la muerte a por lo menos 33 personas y ocasionaron heridas de gravedad, que les dejaron secuelas de por vida, a otras 175, la mayoría de estas víctimas cayeron en medio de manifestaciones ciudadanas y movilizaciones callejeras”, dice el prólogo del libro, que se divide en cuatro partes: Los reyes del negocio, Las armas y sus heridas, Gobiernos: compradores compulsivos y los anexos, en los que se enumera a los fabricantes y comercializadores de las armas no letales y se les rinde un homenaje a las víctimas de estos artefactos –una lista que incluye pistolas de munición de bajo calibre; balas de goma, cera u otros materiales blandos, y lanzadores de granadas de gases lacrimógenos– .
De pronto los que estaban en Guatemala o en algunas zonas acá en Colombia sí tuvieron miedo. Afortunadamente no hemos tenido una retaliación directa, pero sí hubo presiones y cosas un poquito difíciles de manejar. Para los colegas de Venezuela fue difícil porque ni siquiera podían investigar, les tocó muy duro porque el Gobierno allá no da información, así que les tocó recoger los cartuchos de los disparos para poder saber de dónde vinieron las armas.
¿Cuál fue la historia que más la impresionó?
La historia de la Venom es muy impresionante. Es terrible cuando uno se entera de que era una arma que estaba en la guerra, y que después la adaptaron para usarla como arma de contención civil; esa arma nunca se ha debido comprar para hacer represión de manifestación, pero peor aún es cómo la estaban usando. La historia cuenta que los policías la ponían, digamos, enfocando a la gente que estaba manifestando, cosa que está totalmente contraindicada, y por eso hicieron tanto daño, la tenían con las patas en el piso, cuando en realidad solamente se debería disparar sobre un vehículo, precisamente para que el disparo sea al aire. O sea, todo mal. Y uno se aterra de que la hubieran comprado por tantos años y ni siquiera sabemos si han parado la compran de ese arma.
Manifestaciones 2021 Foto:Archivo particular
La otra historia que me impresionó fue la de Fabiola Andrea Campillai, en Chile, que ni siquiera estaba en una manifestación, sino que resultó herida mientras esperaba un bus. Y recibió el impacto de un gas lacrimógeno que la dejó ciega, medio sorda, sin olfato y con la cara desfigurada. Ella se convirtió en un símbolo allá y luego fue elegida senadora.
Otra es que no sabía que se hacía préstamo de armas entre países, por razones más bien ideológicas, cuando hubo un problema en Bolivia -porque subió el nuevo gobierno de derecha, después de que Evo Morales sale y llega la señora Jeanine Añez-, este le pide armas prestadas a Argentina, Ecuador y Colombia. Entonces se pasan las armas cuando eso va en contra de los contratos, o sea, cuando un país compra armas a estas empresas multinacionales, parte del contrato dice que no las pueden usar por fuera de ese país, porque estas ventas tienen una restricción, y no las pueden, por ejemplo, llegar a pasar a un país donde puede haber serias violaciones de derechos humanos. Pero acá se prestan las armas como si fueran de juguete
¿La investigación también lleva a que la policía no sabe manejar bien estas armas?
El Esmad durante una protesta en la Universidad Nacional. Foto:Mauricio Dueñas / EFE
Lo que nosotros pudimos averiguar es que les hacen un entrenamiento mínimo de lo que pide la misma empresa vendedora, pero incluso a veces no se cumplen ni siquiera las normas (como no prestarse armas entre países). O les dan unos entrenamientos de 7 u 8 horas que no son suficientes.Otra de las cosas que pudimos documentar, por ejemplo, en Cali, la Policía sacó a muchísimos muchachos policías y no los cambiaban de turno, los dejaban 24 o 36 horas en un solo turno, enfrentados a unas turbas terribles, que sabemos en muchas ocasiones estaban infiltradas. Entonces, sin comer, sin dormir, claro, la adrenalina, el estrés, el miedo y la paranoia hacen que se usen esas armas en forma no adecuada.
Muchas veces las condiciones en que ponen a la Policía a hacer esa resistencia, este control público, va en contravía de lo que se supone que debería hacer la autoridad: se supone que se le dan estas armas para que puedan controlar la manifestación, perosobre todo para proteger a los mismos manifestantes que están en su derecho, y se convierte en todo lo contrario, en armas ofensivas para atacarlos como si fueran enemigos.