El jurado que le otorgó el Premio Lumen de novela a Luciérnaga, destaca: "una voz deslumbrante y conmovedora...pasa del realismo a lo mítico con naturalidad y sabe recurrir al humor y la ironía para narrar una historia que todavía no habíamos leído".
Efectivamente, se necesitaron veinte años para que el tema de la explosión radiactiva de Chernobyl ocurrida en 1986, fuera contada en forma de crónicas por la Premio Nobel Svetlana Alexiévich, con todo su horror y barbarie, una tragedia inenarrable, silenciada infamemente por el gobierno de la antigua URSS.
Por su parte, lo que hace la poeta bielorrusa Litvinova en esta novela de autoficción, Luciérnaga, es ofrecernos desde la literatura un relato de cómo la vida de la zona de las inmediaciones de Chernobyl es arrasada y sepultada en un instante.
Una novela poética, cuya intensidad narrativa cincela cada escena de forma que estremece al lector, sin dramatismo, pero sin contemplaciones. Con poderosas imágenes describe el mundo que habitaba su comunidad, conformada por pueblos muy cerrados, cuya cultura estaba afincada en lo rural, en proceso de reconstruirse de la última guerra, y en donde las mujeres eran el pilar de estos territorios y el sostén de sus familias.
Dice Litvinova que uno de los regalos que otorga la ficción es conocer a nuestros muertos y lo que hace en esta novela es precisamente darle vida a sus antepasados, a sus abuelos y a sus padres y no dejar que el olvido los alcance. Es una novela celebratoria, con un particular sentido del humor ruso que no permite al lector desfallecer en medio de un tema tan doloroso. Más bien, nos queda claro que relatar estas vidas comunes tiene todo el sentido y que la ficción puede y debe afectar la realidad.
Hoy sabemos que el silencio no es una opción. Por el contrario, memoria es la herramienta para procesar las violencias, encauzar la vida de los supervivientes y evitar la repetición.
La familia de Litvinova, como tantas otras lo hicieron a diversas partes del mundo, inmigró a Buenos Aires y es desde allí, en un castellano aprendido en la adolescencia, donde a partir de la memoria de su madre elabora esta narración “luminosa y radiactiva”. Los asombros y silencios se reflejan en una prosa que semeja una descarga eléctrica: “No quería nacer en otoño en un país radiactivo. Pero el médico me sacó a través de un corte realizado con bisturí, y con los pies toqué la tragedia, mientras que con las manos intentaba aferrarme a las entrañas de mi madre”
Hermoso homenaje al valor de las mujeres del pueblo bielorruso que, con su humor, su tesón y terquedad, fueron la fuerza de trabajo más importante para la Unión Soviética durante muchos años. Conmovedora la ternura para referirse al sufrimiento de estas mujeres cuya forma de vida las hizo padecer innumerables enfermedades, una de ellas el silencio.
Luego de varios libros de poesía Litvinova -que afirma que la escritura es su herramienta de supervivencia- publica esta su primera novela, enteramente poética, y que termina siendo, sin duda, una novela de amor.
Consuelo Gaitán
Exdirectora de la Biblioteca Nacional y propietaria de Ficciones Bar de libros