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En ‘Restos de una tarde larga’, Luis Fernando Charry reflexiona sobre la memoria y el olvido.

Charry (Bogotá, 1976), escritor colombiano radicado en EE. UU.

Charry (Bogotá, 1976), escritor colombiano radicado en EE. UU. Foto: cortesía del autor

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Son muchos a los que en algún momento de su vida se les ha pasado la idea de reescribir nuevamente su guion existencial. Algunos han fracasado de manera estrepitosa mientras que otros han salido victoriosos. Vale recordar el caso del francés Paul Gauguin, quien abandonó una exitosa carrera de agente de bolsa parisino, para apostarle a la pintura y terminar en busca del paraíso en Tahití.
A Jacobo Linares, el protagonista de ‘Restos de una tarde larga’, la nueva novela del bogotano Luis Fernando Charry le ocurrió algo similar que a Gauguin. A los 52 años, luego de vivir por cerca de treinta años en Europa, Linares acepta un trabajo en el remoto pueblo boyacense de Santa Isabel, con la idea de huir de un pasado que lo atormenta.
Linares decide aceptar la dirección del manicomio de esa población, pero como anota Charry: “todo en su nueva vida conspira en contra de este sueño de sanación: sus pacientes, un hotel, una casa, un abogado, la familia Russi y una muchacha que reaviva en la memoria de Linares los viejos fantasmas de esa vida que se propuso olvidar. Al fin y al cabo, siempre podremos reconocer en los otros los peores rasgos de nosotros mismos”.
El autor de novelas como ‘Los niños suicidas’ (2004) y ‘Ruinas familiares’ (2010) da vida a un territorio literario que, como una especie de espejo metafórico, permiten reflexionar sobre la memoria y el olvido.
“Restos de una tarde larga”, como anotan sus editores, “indaga con sutileza en el desencanto de la experiencia vital”.
Charry (1976) es una persona analítica y más bien introvertida. Podría decirse que es un gran observador del mundo, que hace gala de un humor negro particular y que prefiere, sin duda, comunicarse con el mundo externo a través de sus novelas.
Vive desde hace varios años en Washington (EE. UU.), donde divide su tiempo entre sus colaboraciones periodísticas, su pasión por la escritura y sus clases en la Universidad de Maryland, donde se doctoró en Literatura Latinoamericana.
A diferencia de otros autores que no siguen un ritual de escritura, Charry ha creado, como Gabo, una rutina delirante, entre militar y solitaria que describe punto por punto con un exquisito humor negro:
“Desde hace muchos años tengo la misma rutina cuando estoy escribiendo. Me levanto temprano, entre las 5:30 y 6:00, desayuno, me baño, salgo a caminar 30 o 45 minutos, escribo de 8:30 a 12:30, almuerzo, hago una siesta de 26 minutos (según recomienda un experto de la NASA). Después de la siesta me tomo un té negro muy oscuro (no como los de la difunta reina de Inglaterra) y sigo escribiendo de 2 a 4:30 o, si la cosa va bien, hasta las 5:30 de la tarde. A esa hora como, veo un poco de televisión y me acuesto a las 9. No sobra decir que duermo pésimo, pensando en la trama o en algunas frases que no me han dejado por completo satisfecho”, comenta el autor.
'Restos de una tarde larga' es editado por Seix Barral.

'Restos de una tarde larga' es editado por Seix Barral. Foto:archivo particular

¿Cuál fue el punto de partida de la novela?
El punto de partida fue mi novela anterior, 'Últimas funciones en la sombra’, una especie de “prólogo” de esta novela, Restos de una tarde larga. Dicho esto, debo hacer una aclaración: no es necesario leerlas en orden ya que son autónomas. Y más que una imagen tuve un deseo o una pretensión: establecer un espacio literario propio, es decir, un pueblo ficticio, Santa Isabel, en el cual transcurren en gran parte estas dos novelas. Sin duda, el nombre del pueblo tiene un inocultable aire “onettiano”, del cual, por cierto, no me avergüenzo, todo lo contrario.
¿Algún libro de cabecera lo acompañó durante la escritura?
Como les describí antes, tengo una rutina de escritura un poco férrea, así que no tengo tiempo para leer.
¿Se ha imaginado esta novela en el cine?
No. Tiene demasiados saltos temporales. Sería toda una odisea.
¿Qué escritor le gustaría que la leyera?
Hay muchos. Pero todos, por fortuna, están muertos.
¿Por qué cree que vale la pena leer ‘Restos de una tarde larga’?
Porque será un clásico (incomprendido) de las letras colombianas. Y también porque el lector podría compararla con esa hipotética adaptación cinematográfica, la cual, a lo mejor, estará a la altura de mis desvelos.
¿Algún personaje de la vida real estuvo presente mientras escribía?
Ninguno, en concreto. Pero algunos políticos del Centro Democrático (con sus respectivas parentelas: esposas, amantes, hijas, etc.) me sirvieron de inspiración a la hora de bautizar a algunos personajes perversos.
A propósito, ¿con cuál personaje de la historia se siente más cercano?
Con el narrador, siento decirlo.
¿Quién lo acompañaba cuando le llegó el primer ejemplar de la novela?
Estaba con mi esposa. Y se siente un gran alivio o un gran vacío, lo cual se soluciona con un whisky sin hielo.
REDACCIÓN CULTURA
EL TIEMPO

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